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Susana Díaz, detrás Manuel Chaves saluda efusivamente a Felipe González - JUAN FLORES. VÍDEO: E.P.
POLÍTICA

El chasco que nos deja Felipe González

El expresidente visita Sevilla mostrando su relevancia política pero evitando dar su respaldo a Susana Díaz para ser la próxima lideresa socialista

SEVILLA Actualizado: Guardar
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«Con Felipe nunca se sabe» decía ayer un experimentado militante socialista curtido en mil batallas y que ha vivido los mejores años del felipismo. Y tanto. Sin un papel en las manos, luciendo un perfecto bronceado que a otros no se le permitiría, Felipe González llegó a Sevilla, pronunció una conferencia y se metió al público en el bolsillo. Y eso que el auditorio no era precisamente de militantes del partido -aunque había viejas glorias- sino de empresarios, abogados, profesionales liberales y prensa, muchísima prensa. (sirvan los nombres de Joaquín Moeckel, Francisco Baena Bocanegra, Gervasio Iglesias, Enrique Belloso, José Luis García Palacios, Gonzalo de Madariaga para dar una idea de la representación del auditorio).

Pero tiene la suficiente experiencia como para saber ante qué auditorio se encuentra y qué guiños tiene que hacerles.

Lo hizo y salió del hotel donde se celebró el almuerzo coloquio casi entre palmas. Pero no dijo lo que se había esperado con tanta expectación. Felipe González no pronunció las palabras mágicas que esperaba el entorno de Susana Díaz aunque es cierto que fue lo suficientemente ambiguo como para que alguien pueda coger el rábano por las hojas. «Tiene fuerza y coraje sin duda pero, ¿cuántos más hay así?».

La guinda al pastel se la pusieron los invitados personales de Felipe González. Nada menos que Manuel Chaves y José Antonio Griñán, quienes hacía varios años que no coincidían en ningún acto social. Se saludaron con cortesía los que antes eran íntimos amigos pero intercambiaron apenas unas pocas palabras.

También los recibimientos fueron diferentes. Mientras que Chaves se prodigaba en saludos, besos y abrazos con una sonrisa en los labios, se dejaba querer y mostraba que estaba disfrutando aunque no quiso hablar con la prensa, José Antonio Griñán recibía casi con lágrimas en los ojos los saludos de quienes se le acercaban, muchos de sus antiguos colaboradores que siguen en la Junta y periodistas que hacían información parlamentaria.

Baste una imagen gráfica para señalar el abismo que los separa y no sólo en su situación procesal (a Chaves le piden inhabilitación, a Griñán, seis años de cárcel). Al terminar el acto, Manuel Chaves se quedó en la puerta principal saludando a todos los presentes, tranquilo, relajado. Griñán, por su parte, se situaba en un lateral del hotel, apartado del mundanal ruido. La consejera Rosa Aguilar, a quien Griñán rescató para la Junta en 2009, charlaba con él también en un discreto segundo plano.

Susana Díaz compartió con ellos mesa y mantel a pesar de las discrepancia tan duras que mantienen. Y quiso mostrarse conciliadora, dar muestra de sus dotes de estadista. Por eso se levantó para compartir con José Antonio Griñán las fotos de su hijo José María que lleva en el móvil. Sonriente, cariñosa y públicamente correcta estuvo con ambos presidentes, por más que su presencia ha sido negada en todos los actos del partido.

El banco de los expresidentes de la Junta lo completaba José Rodríguez de la Borbolla, pero no hubo foto histórica de todos los presidentes andaluces de la Democracia por la ausencia de Rafael Escuredo. Dicen que hay viejas batallas que nunca se olvidan y otras nuevas que enemistan a viejos amigos. Porque había reconocidos felipistas pero faltaron algunos que sí estaban en la foto de la tortilla. Cumplimentando a González estaban Pablo Juliá, Isabel Pozuelo, Amparo Rubiales, Miguel Ángel Pino, Rosamar Prieto-Castro.

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