CULTURA

Úbeda exporta el mejor arte mudéjar a Hollywood

Artistas con óscar adornan sus mansiones con obras del jiennense Francisco Luis Martos

Francisco Luis Martos, en su taller de Úbeda Alberto Román

Javier López

Ni desayunar en el café Gijón te faculta para escribir La Colmena ni vivir en Úbeda garantiza que desemboques en artista, pero el entorno ayuda: si eres pariente de Sergio Ramos seguro que sabes sacar los codos. Por lo mismo, Francisco Luis Martos Sánchez , alude a una atmósfera cultural que envuelve la ciudad renacentista jiennense para explicar en parte el talento que le ha convertido en el referente internacional de artesonado mudéjar.

El catálogo de este artesano impresiona a nativos y foráneos. Un español de fama le ha contratado para techar un carmen en Granada. Y en Los Ángeles, actrices con óscar adornan sus mansiones con artesonados de su taller. Francisco Luis prefiere omitir sus nombres, escarmentado, aclara, porque una vez que desveló la identidad de su clientela recibió constantes llamadas de programas del corazón para que sacara a la luz sus interioridades.

«A mí no me importa la celebridad del cliente, pongo el mismo oficio en cualquier artesonado que me piden», dice Martos, quien trabaja, sin embargo, en un proyecto para España de tal enjundia que le brillan los ojos cuando alude a él. Lo hace crípticamente, sin concretar, porque un contrato de confidencialidad le impide aportar detalles. Anuncia, empero, que cuando lo concluya estará ante la obra más importante que se ha realizado en su taller.

Y eso que este artesano no ha cesado de gestar grandes trabajos desde que hace 2 décadas decidió emplear su capacidad en la restauración y fabricación de artesonados artísticos mudéjares, un estilo de esencia española que llegó a Estados Unidos cuando en los años 20 del pasado siglo la alta burguesía lo introdujo en sociedad. Hoy son personajes vinculados al cine los que, al optar por este estilo, promocionan la obra de Francisco Luis Martos.

A pesar del rango de sus compradores, este artesano permanece en calma, sustentada en su falta de vanidad y en la seguridad que le aporta saberse sucesor de artistas que hace un milenio comenzaron a trabajar la madera en edificios cristianos, judíos y árabes. Trabajos que se desarrollaron en un lugar concreto, la Península Ibérica, pero con rasgos diversos. “El mudéjar que se hacía en Granada es muy distinto al que se hacía en Úbeda”, resalta mientras, para sustentar su afirmación, señala dos piezas diferentes expuestas en su fábrica.

Martos, debajo de uno de los fabulosos artesanos que crea ALBERTO ROMÁN

A su taller se llega a través de un itinerario jalonado de plazas y callejuelas. Plazas renacentistas y callejuelas alfombradas de guijarros, sobre los que planean centenares de vencejos. La ciudad, declarada patrimonio de la humanidad, propicia que el paseo derive en lección de historia. Así, Francisco recala en un arco que ofició de puerta de la muralla durante la Reconquista. Ante ella se libró hace casi ocho siglos una batalla enmarcada en una guerra decisiva .

Aquella lid la ganó la cristiandad, que con el tiempo convertiría a Úbeda en un enclave floreciente. Lo hizo de la mano de Francisco de los Cobos , secretario de Carlos I y caballero de la Orden de Santiago . La huella de su legado es perceptible en la arquitectura, como lo es el pasado mudéjar en el taller de Martos, situado en la calle Valencia, en cuyos flancos se asentaron los alfareros siglos antes de que el plástico mirara a la loza por encima del hombro.

La calle Valencia era el camino natural a Villanueva del Arzobispo, el lugar donde Francisco nació hace 50 años. Formado en la facultad de Bellas Artes Alonso Cano , de Granada, este artista es artífice de grandes restauraciones de techos mudéjares, entre las que destaca la del artesonado de la Iglesia de Santa María en Vélez-Málaga y la de la antigua estación de Córdoba en Sevilla. Además, ha fabricado techumbres para el Alcázar de Toledo.

El mercado nacional funciona, pero más de la mitad de sus trabajos los adquiere Estados Unidos, en una de cuyas ciudades emblema, Los Ángeles , abrió un taller en los noventa. La querencia del cliente norteamericano por el arte mudéjar explica el éxito de la empresa, cuya plantilla, breve, pero extraordinariamente formada, utiliza para la fabricación prácticamente las mismas herramientas que los maestros de hace un milenio.

Para desbastar la madera de pino que emplea en sus artesonados Francisco utiliza la zuela. Pregunta qué es en Sálvame . Hay nombres de instrumentos que parece pervivir sólo en su taller, donde formón parece un neologismo al lado de gramil, con el que traza líneas en las trancas, o de guillame, utilizado para rebajar la madera. En su fábrica las palabras tienen un poso antiguo que las emparenta con la fabricación de techos envejecidos con pátina.

La pátina es optativa. Hay clientes que prefieren que los techos reluzcan. Y tiene sentido, dice, porque una de las características principales del artesonado mudéjar es su potencia plástica, sus colores vivos. También es lógica, puntualiza, la elección de la pátina. E incluso la presencia de elementos góticos en su obra. Y esto porque el mudéjar fue un arte cambiante que se prolongó durante 7 siglos. Su raíz pictórica, empero, se sustenta siempre en el temple, que, para determinados trabajos, Francisco elabora con yema de huevo, pan de oro y azulete.

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