La antesala de la Cuaresma

El viernes del Señor en Córdoba

El Rescatado, Remedio de Ánimas y el Prendimiento, en besapies

El Rescatado, en Cristo de Gracia Roldán Serrano

Joaquín de Velasco

El primer viernes de marzo es el día del Señor de Córdoba . Como marca la tradición, desde primera hora de la mañana los devotos y vecinos se encaminan a la iglesia de los trinitarios para besar la venerada imagen de Jesús Rescatado. A lo largo de la jornada se cuentan por cientos los cordobeses que han acudido para depositar su ofrenda en forma de beso a los pies del Nazareno. Las abuelas parecían especialmente contentas. Este viernes había puente en los colegios, por lo que muchas de ellas se hacían acompañar por sus nietos, perpetuando así de generación en generación la piadosa devoción. A las puertas del templo se aprecia cierto festivo revuelo. Los conocidos se saludan con la frase «un año más», mientras la vendedora de flores pregona su mercancía. ¡Margaritas! ¡Clavellinas para el Señor! En contraste, en el interior, reina un respetuoso silencio apenas roto por la música ambiental y los bisbiseos de las plegarias: Salud para el abuelo. Trabajo para los hijos. Consuelo para afrontar la falta del ser querido… Cada persona que se acerca lleva una intención que encomienda al Rescatado, en la confianza de ser escuchada.

La cofradía que vela por la devoción al Rescatado preparó para este año un montaje presidido por la impresionante imagen barroca de Jesús maniatado, que vestía la túnica bordada que su cuadrilla de costaleros le donó por el tercer centenario de su ejecución. El escultor Fernando Díaz de Pacheco, supo captar la impronta hierática del madrileño Cristo de Medinaceli, origen de esta devoción, y a la vez dotar al cordobés de características propias, alejándose de la mera reproducción. Un dosel rojo ocultaba su camarín, y los evangelistas del paso flanqueaban la composición. Tras el Nazareno, la cera formaba pirámides que enmarcaban piñas de clavel rojo.

Remedio de Ánimas, en San Lorenzo Roldán Serrano

La mañana soleada invitaba al paseo por la calle María Auxiliadora . Allí el santuario salesiano abría sus puertas para que los fieles, en gran medida antiguos alumnos, besaran la mano del titular de la hermandad del Prendimiento. La cofradía había dispuesto en el presbiterio un elegante escenario donde el Divino Salvador vestía la magnífica túnica roja bordada por Francisco Pérez Artés. Dos servidores revestidos de librea escoltaban la imagen, iluminada por la cera dispuesta con maestría. Mientras, en su capilla, la Virgen de la Piedad, cotitular de la hermandad salesiana, lucía ya vestida de hebrea para la cuaresma por Manuel Jiménez. En la puerta, el cofrade ejemplar y pregonero de la semana santa Fermín Pérez comentaba con los jóvenes que antiguamente los dos titulares se situaban ese día en el soto coro, a la entrada del santuario, y la antigua imagen del Señor, del imaginero Antonio Castillo Ariza, daba a besar el pie en lugar de la mano.

El camino del devoto lleva hasta San Lorenzo , donde una nube de incienso rodea el impresionante crucificado del Remedio de Ánimas. Las marchas procesionales que ambientaban los cultos anteriores han sido sustituidas aquí por música gregoriana, creando un ambiente de recogimiento que sorprende al forastero que recorre la Ruta de las Iglesias Fernandinas.

Como acostumbra, la priostía de la hermandad ideó una impresionante catequesis en torno a la figura del Redentor . La embocadura de la capilla se había revestido de elementos arquitectónicos en negro y oro a modo de retablo, donde entre símbolos de la vanidad humana, como plumas, collares de perlas, coronas o espejos, solo los ángeles del paso portaban elementos sacros. Coronando este pórtico efímero se situaba una ráfaga con una leyenda en latín. Veritas. Esta palabra se traduce como «verdad», y Verdad es lo que encontraba quien traspasaba ese umbral, símbolo del final de la vida.

El Prendimiento, en Salesianos Roldán Serrano

A ambos lados dos pequeños arcos enmarcaban atributos de la pasión, mientras los faroles de viático trazaban un camino con su luz, que conducía hacia el soberbio Cristo, iluminado por los arbóreos de su paso, presidiendo el espacio sobre un calvario de iris y cardo, con la característica calavera a sus pies. El espacio de la capilla se había tapizado de negro, consiguiendo que sólo destacara su presencia. Lo efímero de la ostentación y la fugacidad de los placeres había quedado en el exterior. Dentro estaba sólo Él.

Es primer viernes de marzo. Y como cad a año, de Trinitarios a San Lorenzo Córdoba besa al Señor con devoción, en una tradición que no ha de perderse. Sin embargo, en un aspecto deberían intentar mejorar la inmensa mayoría de las cofradías cordobesas. Y es que en esta ciudad los montajes de besamanos y besapies no son accesibles a personas de movilidad reducida, mientras que en otras localidades se hace un especial esfuerzo para que todos, aun en silla de ruedas, puedan depositar su beso. No obstante, los hermanos siempre están dispuestos a auxiliar a quien lo necesita para llegar a la imagen.

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