Apuntes al margen

Las rayas pintadas

Las elecciones municipales están tan abiertas que a alguien se le ocurrió, como gran idea, cortar carriles para dejar las avenidas en perfecto estado de revista. Ese es el nivel de estrés

Los cadidatos de IU, PP, PSOE y Podemos, en el debate electoral de Córdoba Valerio Merino

Rafael Ruiz

Alguien tuvo una mala mañana en el Ayuntamiento de Córdoba cuando -para demostrar el modelo igualitario, progresista, disruptivo, contingente y necesario- decidió que había que pintar las calles de Córdoba unas horitas antes de las elecciones cortando carriles y generando pajarracas innecesarias en el tráfico. Habitualmente, como saben los sufridos vecinos, estas cosas se hacen en fin de semana o en los meses donde se reduce la actividad, como julio y agosto, para evitar molestias. Pero alguien entendió, cáspita, que unas calles con su línea continua blanca nívea, con sus señales para que paren las motos en los semáforos y la raya para aparcar recién repasada supone una ventaja competitiva . La candidata socialista y alcaldesa, Isabel Ambrosio , tuvo a bien rematar la faena por medio de su equipo, que colgó en las redes sociales un bello reportaje fotográfico al grito de «Córdoba se pone guapa». Y, como es normal, la gente se lo tomó con el cachondeo que toda autoridad municipal merece cuando mete la pata hasta el mismísimo corvejón.

Entiendan a las criaturitas. Están de los nervios . Las municipales de hoy se presentan lo suficientemente abiertas como para que pase cualquier cosa. Acostumbrados como estábamos a los lugares comunes, como que el PP ganaba pero lo tenía chungo para gobernar , en esta ocasión no se puede dar nada por supuesto. Existe la posibilidad de que los socialistas sean los más votados por primera vez en unas elecciones municipales en democracia. Existe la posibilidad también de que lo sean los populares. Existe la alternativa de que el PSOE tenga la opción de volver a sumar un tripartito con el concurso de IU y la presencia externa de Podemos (que en Andalucía sigue en el período preconciliar teorizado por Anguita) aunque también podría pasar que, sumados, no llegaran. Existe la opción de que se formalice el «pacto de las isabeles» dando un baño de realidad a la militancia socialista. Es una probabilidad que, sea José María Bellido el más votado o no, intente un pacto con Ciudadanos y Vox similar a la de la Junta. Existe también la alternativa de que Ciudadanos y/o Vox, por acción u omisión, frustren el acuerdo permitiendo el gobierno de la izquierda, lo que, me temo, tendrían que explicar muy despacito a su electorado.

Hasta las posibles derrotas cuentan con derivadas. Si Isabel Ambrosio no suma, abordaría la presidencia de la Diputación dando un golpe de mano sanchista al muy susanista Palacio de la Merced, operación que se lleva trabajando muchas semanas en el seno del partido. Si suma, daría un paso en la consolidación orgánica iniciada con la rebelión de las listas. Si Bellido moja , los desplazados por el bendodismo -que son unos pocos- se apuntarían una en una campaña a pecho en un ambiente de pesimismo bestial, de una desmovilización tal que ha obligado otra vez a candidatos de relleno en municipios de Córdoba. Si no lo hace, sálvese quien pueda. Hasta la hipótesis de Cs como bisagra -y de Vox como apuntalador- hay que demostrarla ante la evidencia de unas carencias de formación política básica, de esa cierta sensación de estar tratando con aficionados. Hasta Estrelli Peso tiene motivos para darle a la tecla de F5 en la sede de campaña de su salita de estar.

La noche electoral -y hasta aquí el «predictor» de este artículo- va a durar semanas si las cosas salen como está previsto. O el resultado se aleja mucho de los sondeos conocidos y no conocidos, o el tiempo para recobrar la cordura que supone toda campaña electoral donde se prometen pasarelas kilométricas por el espacio protegido de la Sierra sin que nadie recomiende pasar por terapia de forma urgente. Los políticos sufren en estas horas esa incomodidad que el común de los españoles afrontan en su vida diaria. Ese no saber qué va a ser de sus vidas, si van a tener un ordenanza que les abra la puerta, si tendrán que volver a su trabajo quien lo tenga o si se van a tener que pelear con la fotocopiadora ellos solos.

En todas estas condiciones, ¿quién no se pondría a pintar rayas en las calles para mitigar el estrés? Lo raro es que no se pongan a atracar farmacias en busca de cajas de Lexatín . Pónganse en su lugar. Pobres.

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