HISTORIA

La plaza de la Corredera, el legado a Córdoba de un político ambicioso

El arquitecto Rafael Cabello Montoro repasa los avatares del espacio que mandó construir el corregidor Ronquillo Briceño

La Corredera, con el mercado en el centro, en el año 1900 SEÑÁN GONZÁLEZ

Félix Ruiz Cardador

El poder y la arquitectura han estado unidos desde antiguo. Detrás de la plaza de la Corredera , como ocurre tras tantos otros monumentos, pueda existir una historia de ambición, la de un noble llamado Francisco Ronquillo Briceño . Al menos, tal es la tesis que sostiene el arquitecto Rafael Cabello Montoro en su libro «La huella de La Corredera». Editado por la Diputación Provincial , se realiza ahí un recorrido exhaustivo por la historia de este recinto.

El arquitecto explica en sus páginas que la primera construcción que hubo en esta zona fue el circo romano , con orientación Este-Oeste y que estuvo en uso hasta el siglo II . Tras su abandono, se convirtió en cantera habitual de los cordobeses de la época, de tal modo que fue un lugar vacío por varios siglos. «Durante la dominación árabe fue una zona de desahogo , y sería tras la entrada en la ciudad de los cristianos cuando comenzaron a construirse los primeros edificios en la zona», explica el autor.

Ronquillo Briceño tenía aspiraciones y tras Córdoba llegó a presidir el Consejo de Castilla

De lo que hoy se ve en ella, dos fueron los edificios que se construyeron en primer lugar: la Casa de Doña Jacinta y la Casa del Corregidor , actual sede del mercado Sánchez Peña y del Centro Cívico. Nacía en esa época, y tras una ordenanza de los Reyes Católicos , una nueva plaza para la ciudad, que aunque de aspecto vetusto comenzó a acoger corridas de toros mientras mantenía su función de mercado, que se le había consignado ya en tiempos de Sancho IV. La historia de la plaza que hoy conocemos nace sin embargo con la llegada a Córdoba de un nuevo corregidor: Francisco Ronquillo Briceño , noble nacido en la ciudad de Milán como hijo que era del virrey de Sicilia pero de familia castellana. El cargo de corregidor era similar al alcalde actual pero que se lograba por designación directa de la Corona .

La plaza de la Corredera en 1982 ABC

El noble apareció por Córdoba con 38 años, en 1682, y aquí estuvo haciendo méritos durante siete años. Porque su objetivo era brillar en la gestión para que eso le permitiese ascender y regresar a la Corte, algo que finalmente ocurriría. Ronquillo Briceño fue años más tarde corregidor de Madrid por dos veces, comandante de los ejércitos borbónicos durante la Guerra de Sucesión y presidente del Consejo de Castilla . Cabello Montoro sostiene por tanto que la construcción de la Corredera fue una oportunidad que encontró el corregidor para promover una obra de mérito y con ello ganar fama y prestigio como gestor. En ese momento se habían puesto de moda las plazas mayores con unidad estética -ya estaban construidas la de Valladolid y la de Madrid - y de ahí surgió la idea de hacer algo similar. Ronquillo se puso manos a la obra y, hombre enérgico, se busco la fórmula para que la plaza estuviese acabada en solo cuatro años , ya que eternizar las obras de poco le habría servido en sus aspiraciones políticas.

El historiador cree que el arquitecto optó desde el comienzo por el ladrillo visto, más barato y con muchos especialistas en Córdoba

Se buscó a un arquitecto salmantino, Antonio Ramos Valdés , y, según la teoría de Cabello, optó por el ladrillo visto como técnica constructiva pues en ese momento se usaba mucho en Córdoba, resultaba barato y además existían en la ciudad buenos albañiles especializados en esta técnica. Rafael Cabello reconoce que captar financiación para una obra así tuvo su mérito, pues la situación de España en el tránsito de los Austrias a los Borbones era de claro declive moral y económico.

A partir de ahí la Corredera se convirtió en la gran plaza central de Córdoba. Era un espacio con mucho movimiento tanto los días ordinarios como en los extraordinarios y así continuó hasta el XIX. En esa centuria ocurrieron sin embargo dos sucesos que acabaría quitándole protagonismo. Primero, que en torno a 1850 dejaron de celebrarse corridas de toros y «la plaza se quedó sin su gran fiesta », según Cabello. Segundo, que el sistema político municipal cambió y la Casa del Corregidor dejó de tener la función política que había tenido hasta la fecha, lo que hizo que este espacio fuese perdiendo su condición originaria de plaza mayor de la ciudad. El giro definitivo llegaría además cuando el industrial José Sánchez Peña , fabricante de sombreros, consiguió una cesión por medio siglo de ciertos espacios de la plaza, que pasó de tener usos públicos predominantes a tener usos privados . Sería luego su hijo el que optaría a finales del XIX por construir un mercado en el centro de la plaza, una enorme instalación que desnaturalizó a este espacio y que estuvo durante medio siglo. Cuenta Rafael Cabello que era un edificio realizado con estructura de hierro y muy de la época, de inspiración francesa , como los que aún quedan en muchas ciudades.

Aspecto actual de la plaza de la Corredera de Córdoba Valerio Merino

Bajo la Alcaldía de Antonio Cruz Conde fue cuando se decidió finalmente demoler la estructura metálica. Se procedió entonces a dejar el ladrillo visto como estética de la plaza y a recuperar el espacio libre en el centro con un mercado en el sótano, lo que dio lugar a que hubiese una plataforma elevada. La recuperación final de La Corredera, según explica en su libro Cabello Montoro, llegó finalmente con el Plan Especial que se impulsó en los tiempos de alcalde de Julio Anguita y cuyos trabajos no finalizaron hasta comienzos del siglo XXI. Esta remodelación consiguió que la plaza pasase de ser un lugar peligroso y poco transitado a ser una zona turística y de ocio con numerosos establecimientos hosteleros y veladores. Y con el enfoscado rojo en vez del ladrillo visto, lo que no acaba de poner de acuerdo a todos los arquitectos e historiadores. Reconoce Rafael Cabello sin embargo, y así lo explica en su libro, que Las Tendillas fue ganándole terreno a la Corredera como espacio central de la ciudad, de tal modo que quizá no es hoy una plaza mayor en el pleno sentido de la palabra.

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