SOLIDARIDAD

Monseñor Aguirre: «2018 fue un año trágico en Bangassou, pero mantengo la esperanza»

El obispo recaba en Córdoba ayuda para sus proyectos en la República Centroafricana

Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, en el Círculo de la Amistad de Córdoba Rafael Carmona

Luis Miranda

Las palabras más terribles en su voz tienen una sensación de paz que amortigua su significado. No las anestesia ni las oculta, porque las pronuncia, pero en ellas existe una serena aceptación que hace pensar más en la forma de superarlo que en las consecuencias. Dice « shock postraumático » y «asesinato», habla de un cadáver quemado al que hubo que identificar por los objetos personales y de las mujeres que quedaron viudas después de la guerra, pero Juan José Aguirre , el obispo cordobés de la diócesis de Bangassou , en la República Centroafricana , no dice «abandono», ni «rendición», ni habla de desesperanza.

Para escapar durante unas semanas del horror de la guerra civil, monseñor Aguirre está en su ciudad, en Córdoba, donde está la Fundación Bangassou , «la retaguardia» que le ayuda y que consigue ayuda para sus proyectos. Juan José Aguirre lleva 38 años en Bagassou, 20 de ellos como obispo y cinco bajo una cruel guerra civil debido a la acción de grupos yihadistas «financiados por los petródolares». 2018 fue un año trágico, «donde muchas organizaciones se tuvieron que replegar debido a la tensión y a la violencia, incluso Manos Unidas, y hubo muchas víctimas». Él se quedó, «porque la Iglesia no desfallece y es la que apaga la luz».

Y no le han faltado motivos para el espanto, como el asesinato de dos sacerdotes. «Una de las guerrillas llegó a un campo de refugiados y mató a 80 personas . Uno de los sacerdotes tenía la cara desfigurada por los disparos. Al otro espero que lo quemaran cuando ya estaba muerto, porque el cadáver estaba irreconocible y sólo lo pudimos identificar por sus pertenencias», relata. Y monseñor Aguirre no desfallece. Recuerda a Antonio César Fernández, el salesiano de Pozoblanco asesinado en Togo hace pocos días por milicias de la misma inspiración que las que actúan en Bangassou. «Somos 14.000 misioneros españoles por la gracia de Dios y no seríamos nada sin él», resume sobre su trabajo.

«Cuando todos se marchan, la Iglesia se queda», afirma sobre la situación en su diócesis

Por eso recuerda que tiene que encontrarse de vez en cuando con las personas que les han hecho daño, «con los que han quemado una misión» o algún edificio que costó mucho esfuerzo levantar. Y tiene que perdonar , «porque eso es lo que dice el Evangelio que leímos el domingo pasado». Por eso aguanta escuchar a los yihadistas para quienes matar a un niño sólo significa «que hay que apuntar más abajo », y en su búsqueda de oro, diamantes, manganeso y cobalto para las baterías.

¿Cómo resiste, entonces? Con una sonrisa y recordando la advocación de una Virgen de Córdoba: Paz y Esperanza . «Y cuando no nos quede esperanza nos quedará la esperanza de volver a tener esperanza», remata. Ama África, el continente donde en el año 2050, según los cálculos, «habrá más personas jóvenes , más cristianos y más población», y para eso pide luchar contra los problemas: «el sida, la corrupción generalizada y el islam radical». Insiste en conservar «la esperanza de que mañana sea mejor».

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