Medio Ambiente

Mixomatosis, la guerra biológica contra el conejo

El ser humano difundió la enfermedad, que ahora ha saltado a las liebres, a mediados del siglo XX

El gurda de un coto muestra una liebre infectada de mixomatosis hallada esta semana en Córdoba Valerio Merino

Rafael Verdú

En 1859, un colono inglés aburrido liberó en Australia 24 conejos con el fin de entretenerse cazándolos como seguramente hiciera en su país de origen. Aquella inmensa isla, casi un continente -es 20 veces mayor que España-, tiene u na fauna singul ar , en la que casi cualquier alimaña pica, muerde o es venenosa, o las tres cosas a la vez. Pero ningún animal, por peligroso que fuera, había visto jamás un conejo, y por tanto no sabía cómo cazarlo . Los lepóridos hollaron un paraíso sin depredadores y, con su tasa de reproducción -una coneja puede dar a luz hasta cinco camadas de una docena de gazapos al año-, no tardaron en hacerse con el país. Thomas Austin, que así se llamaba aquel peregrino, no podía imaginarse que su capricho daría origen a uno de los mejores -o más bien peores- ejemplos históricos de las consecuencias de la estupidez humana .

Australia lleva un siglo y medio peleando contra los conejos , que llegaron a sumar cientos de millones de ejemplares. Estos roedores, simpáticos en una jaula, acabaron pronto con el pasto y la comida de la fauna nativa. No había manera de acabar con ellos . Cuando los australianos fueron conscientes del problema, probaron con casi todo para acabar con aquella peste. Primero, una valla de miles de kilómetros que los conejos sorteaban con facilidad; luego, introdujeron zorros , depredadores naturales que tampoco existían en el continente, que no tardaron en darse cuenta de que era más fácil atrapar marsupiales que los siempre veloces conejos. A punto estuvieron de darse con los koalas .

En los años 30 del siglo XX, la plaga de conejos ya era un problema serio en Australia, sobre todo en las zonas rurales. La situación se agravó durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) , cuando la escasez de mano de obra en las granjas agrícolas hizo que los conejos se adueñaran del país. No había nadie para cazarlos. Al término del conflicto, alguien propuso soluciones más creativas , que los australianos buscaron al otro lado del Pacífico, en América del Sur.

El virus que vino de Uruguay

Demos un salto hacia atrás en el tiempo de medio siglo. En 1898 se había aislado en Uruguay un virus que afectaba a las poblaciones de conejos silvestres, que no obstante resistían la infección con relativa facilidad. Más tarde, en 1927, el patógeno ya había sido identificado. Era el mixoma, un agente muy parecido a la viruela ; y la enfermedad que propagaba, la mixomatosis . Los australianos pensaron que quizás sus conejos no fueran resistentes al virus. Acertaron.

Australia introdujo la mixomatosis deliberadamente en su país en 1950 , y la población de conejos se redujo de 600 millones a tan sólo 100 en apenas dos años, según un estudio de la Organización Mundial de Salud Animal . Los franceses, que por entonces tenían un problema parecido con la población cunícola, no tardaron en copiarlos, y en 1952 un bacteriólogo liberó el virus en la Galia . Como resultado, el número de conejos se redujo entre un 90 y un 95 pro ciento en un par de años en el país vecino.

La mixomatosis se contagia por contacto directo, pero también a través de agentes externos , principalmente mosquitos y pulgas. Y esos bichos no entienden de fronteras, de modo que en 1953 , como establece el doctor en Veterinaria Juan Rossell en el portal Albéitar , la enfermedad ya había cruzado los Pirineos. Y desde entonces hasta ahora, la población de conejos llegó a descender tanto en España que puso en peligro la supervivencia de grandes depredadores en riesgo de extinción que dependen directamente del conejo para su alimentación, como el lince ibérico o el águila imperial . Ahora la enfermedad ha empezado a matar también las liebres, una especie que aunque era portadora del virus resistía la infección. El Ministerio de Agricultura asegura en un informe hecho público esta semana que muy probablemente ya ha habido muertes de liebres por mixomatosis antes , pero en casos muy aislados. Lo que sorprende ahora es el alto grado de mortandad entre la especie.

La muerte por mixomatosis es horrenda . Las animales infectados sufren inflamaciones en la cara y los genitales, y poco a poco dejan de comer. La expiración no llega hasta 10 o 12 días después de la infección , un tiempo en el que los conejos o las liebres siguen transmitiendo la enfermedad. Al final, los animales, vivarachos y escurridizos cuando están sanos, se dejan llevar y solo esperan mansos la muerte.

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