Perdonen las molestias

Llamad a Supernanny

Los chavales creen que pueden sembrar de basura el Balcón del Guadalquivir de forma impune

Botellón en la Feria Rafael Carmona
Aristóteles Moreno

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Las niñas (y los niños) del botellón saben que los 50.000 kilos de basura que cada año depositan cuidadosamente sobre la escalinata del Balcón del Guadalquivir van a ser recogidos por papá Ayuntamiento por la mañana temprano. Podrían haber tirado las miles de botellas y bolsas de plástico en los contenedores que Sadeco coloca oportunamente en el epicentro del despiporre, pero sale más cómodo (y más guay) abandonarlos en el suelo.

Las niñas (y los niños) tienen la certeza de que su comportamiento no tendrá consecuencias. Que la diferencia entre introducir la litrona de rebujito en la papelera y dejarla en el piso para que un funcionario público se la recoja es cero . No por ello van a dejar de jugar compulsivamente a la play. Ni van a privarse de su helado de nata con nueces preferido. Ni papá les va a escamotear el iPhone XS Max de última generación, que ya tienen en el bolsillo todos los colegas de la pandilla.

Los chavales saben que pueden sembrar el Balcón del Guadalquivir de mierda inorgánica sin que altere lo más mínimo su plan de vacaciones estivales. Van a ver la final de Roland Garros con los pies sobre la mesa del salón. Van a calzar las Nike de ciento cincuenta pavos. Van a pegarse un fiestón de la hostia en el Primavera Sound. Y van a disfrutar a coste pagado de todos los servicios municipales que el Ayuntamiento pone a sus pies para que ellos contribuyan cada año a degradarlos.

Nuestros jovencitos saben que van a ganar el pulso con la gorra . Que la autoridad competente tiene la batalla perdida de antemano. Que sí, que vale, que no está bonito ir tirando bazofia por la calle, pero no nos calentéis la cabeza con la monserga pedagógica de cada temporada. Para eso está el personal de Sadeco. Para agacharse a limpiar las caquitas que vamos dejando por todo el morrazo. Porque lo valemos.

Los chicos (y las chicas) del botellón han roto el hilo que ligaba los actos con sus consecuencias . Este es el principio básico de la psicología conductista. O de la psicología elemental, si me apuran. Si no lavo el plato, no lo encontraré limpio cuando quiera comer. El problema llega cuando el plato está limpio en cualquier circunstancia. Es entonces cuando las consecuencias se desvinculan de los actos y el cerebro se revela ya incompetente para establecer algunas secuencias lógicas de la vida.

Supernanny tiene una enciclopedia escrita al respecto. Un compendio de psicología humana que explica mecanismos simples de estímulo y respuesta y nos previene de los efectos perniciosos que se derivan de alimentar el carácter asilvestrado de los niños (y las niñas). Justamente como en el caso que hemos traído a esta página. El espectáculo dantesco del Balcón del Guadalquivir . Les ponemos la mesa, les servimos el almuerzo, les damos a elegir plato, les cedemos el mando de la tele y les permitimos que se levanten de la silla sin que hayan movido un músculo del cuerpo.

La estampa descorazonadora de cada año en el Balcón del Guadalquivir es el perfecto retrato de lo que vendrá después. Ciudadanos desconectados del bien común y subyugados al objetivo supremo del egoísmo. El planeta sometido a mis putos bemoles. Así será más complicado defender los servicios públicos, la educación de todos, los bosques purificadores y los océanos libres de plásticos. Porque lo que no haya arreglado Supernanny a su tiempo, difícilmente lo va a reparar el Hermano Mayor.

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