Música

La liturgia flamenca de Córdoba con lo mejor del siglo XXI

La sede del Rincón del Cante vive una segunda juventud gracias a la alianza entre la histórica peña y El Almíbar

Esperanza Fernández y Miguel Ángel Cortés durante su actuación en la peña Rafael Carmona

Féliz Ruiz Cardador

El Rincón del Cante , en el evocador callejón del Niño Perdido, es un lugar de leyenda, un espacio con mucho sabor en la geografía flamenca cordobesa . Se trata de un sótano de unos doscientos metros cuadrados situado junto a la calle Concepción, a cinco minutos de Las Tendillas, y por el que han desfilado en los últimos lustros las principales figuras del flamenco. Detrás de esa labor estuvo la peña del mismo nombre, formada en los 60 y nutrida en su origen por aficionados como Francisco Ruiz, padre del músico y productor Manuel Ruiz «Queco». Ahora, la generación que echó a andar el Rincón iba ya cargando con el peso inevitable del paso del tiempo, como ocurre en tantos otros casos similares, así que la decisión que buscaron hace tres años es la de aliarse con uno de los colectivos emergentes del flamenco cordobés , la Peña El Almíbar, formada hace una década por un grupo de jóvenes aficionados de la muy flamenca barriada del Alcázar Viejo. El resultado de esta alianza ha permitido que la sede del Rincón del Cante (rotulada en esta nueva etapa ) viva una segunda juventud con llenazos constantes y gracias a una programación cuidada, atrevida y repleta de nombres muy conocidos.

La noche del sábado echó a andar la temporada 2019-2020 y lo hizo como era previsible: con un nuevo lleno. Protagonizó la velada el guitarrista Miguel Ángel Cortés , figura destacada del flamenco granadino. Junto a él, y como artista invitada, compareció la cantaora sevillana Esperanza Fernández. El sabor flamenco del Sacromonte y de Triana, barrios señeros en la trayectoria de cada uno de ellos, se unieron así en la Córdoba flamenca, ante la mirada de más de un centenar de personas muy diversas y en una especie de confluencia generacional en la que lo mismo se podía ver a matrimonios de edad avanzada disfrutando de una clásica copa de fino y de un plato de queso o de ibéricos que a tipos vestidos con camisetas alusivas a la banda Judas Priest o a la película de Tarantino «Reservoir Dogs», que poco tienen que ver en principio con las liturgias peñísticas y flamencas. Lo mejor de dos mundos.

Todo eso se desdibujó sin embargo cuando se apagaron las luces, se cerró el servicio de barra que ofrece la Peña y compareció Cortés, algo irreconocible sin la melena canosa ni la barba que gastaba no hace mucho pero con las mismas manos prodigiosas de siempre. Hecha la penumbra, encendida la luz del flamenco y el misterio de este músico granadino que tantas veces tocase con Chano Lobato o José Mercé, no había allí edades ni estilos, sino una unidad de amantes del flamenco dispuestos a disfrutar de una noche especial. El mismo Cortés, que desde bastante antes del inicio del concierto ya estaba ensayando muy concentrado en una sala cercana al escenario, reconocía «la responsabilidad» de tocar allí y agradecía la labor de las peñas en la promoción del flamenco, algo que también hizo durante su intervención Esperanza Fernández, muy emocionada y que fue recibida con una ovación atronadora y jaleada con piropos de ayer y de siempre.

La barar de la nueva peña Rafael Carmona

Los preámbulos a este noche especial, marcada por el reencuentro de muchos aficionados y peñistas tras el largo verano, había empezado sin embargo mucho antes, a primera hora de la tarde. Así fue porque, en alianza con la Escuela de Guitarra de Paco Navarro, se había programado desde las 18:00 una «master class» de Cortés con los alumnos de este centro, un momento valioso de intercambio entre un artista que cuenta con un Giraldillo de la Bienal de Sevilla con esas nuevas promesas que sueñan con emular al propio Cortés, a Vicente Amigo o al gigante Paco de Lucía, cuya imagen adorna varios muros del Rincón del Cante en compañía de grandes como Antonio Mairena. También andaba por allí atareado y feliz el que quizá sea hoy el principal impulsor de estas noches flamencas, Luis Carrillo, presidente de la Peña El Almíbar y aficionado arrebatado y optimista, pasional, ejemplo de que el flamenco no es cosa antigua porque es arte sin edad.

Explicaba Carrillo el nacimiento de la Peña El Almíbar en el Alcázar Viejo, en San Basilio, y el carácter itinerante que han tenido en su década de existencia debido a que « nunca es fácil encontrar un local adecuado», en el que se puede ofrecer la liturgia flamenca con rigor y sin molestar tampoco al vecindario. «Con la gente del Rincón teníamos ya amistad porque nosotros veníamos a sus actividades y ellos iban a las nuestras, así que surgió la idea de unirnos», explica. A partir de eso momento, la gente de El Almíbar se hizo cargo de la parte más trabajosa de mantener cuidada la sede e impulsar las actividades, mientras que los socios del Rincón, que a su edad tenían ya dificultades para hacerse cargo de esos asuntos, pueden ahora seguir acudiendo a su peña para disfrutar como siempre de ese milagro que es el flamenco en directo y en esos espacio tan íntimo y sugerente, explica el presidente de El Almíbar.

El local, con motivo de la nueva temporada, inauguraba el sábado nuevos focos para el escenario y nueva pintura, que apuesta ahora por los contrastes entre negros y blancos. Luis Carrillo explicaba que su idea es « cuidar mucho todos esos detalles ». El flamenco para él y para la gente de El Almíbar es una cuestión de transmisión y por eso mismo entienden que para que se dé esa circunstancia entre los artistas y el público deben tenerse en cuenta varios aspectos. «Nos hemos preocupado siempre de que el sonido sea el mejor posible y también exigimos silencio y respeto al público, porque si no es imposible», explica el presidente de la peña. A ello se une la escenografía que logran al apagar todas las luces, la climatización correcta y el hecho de que todo el mundo entienda sin que haga falta ni decirlo -pues al final se ha creado un grupo de habituales conocedores de la liturgia- que la barra queda cerrada en el momento que empieza la actuación, aunque se programe en el ecuador de la misma un descanso generoso.

Precisamente de la barra y de los donativos que dan los asistentes por asistir a los conciertos, más las cuotas de las peñas, llega la financiación para estas actuaciones, en las que no cuentan con ningún tipo de ayuda pública . Según explica Carrillo, optar a subvenciones les limitaría en otros aspectos y les obligaría «a ir adelantando fondos sin obtener ingresos», por lo que prefieren mantener este sistema autónomo que les permite funcionar sin ataduras. De ahí quizá venga también su libertad a la hora de programar y en la que está hoy claro esa filosofía joven de El Almíbar, que consiste en saber disfrutar tanto del flamenco más puro, de los ortodoxos, como de la fusión de este género con otros, lo que ha permitido que pasen por el Rincón en este mismo 2019 cantantes como Lya y Lin Cortés o la bailarina Olga Pericet.

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