Semana Santa

Fátima, el enfado de un barrio de Córdoba por tratar a la Virgen de la O «como a un mueble»

Los vecinos se muestran molestos con la prohibición del Ayuntamiento para que la hermandad emplee el centro cívico

Araceli en su tienda de ultramarinos con un cartel anunciando la procesión de la Virgen de la O Álvaro Carmona

Rafael Verdú

En el barrio de Fátima , los vecinos no terminan de entender la decisión del Ayuntamiento de no permitir la salida de la prohermandad de La O desde el centro cívico, ubicado en la antigua prisión. Ya el año pasado la procesión tuvo que partir desde una carpa provisional instalada justo al lado de la iglesia y enfrente del centro cívico, la misma solución que se adoptará este año.

Muy cerca allí, Mercedes López regenta la floristería Jardín de Fátima , que aunque no trabaja para la hermandad - «ellos van por separado», explica-, sí que lo hace para la Parroquia de Nuestra Señora de la Aurora , desde donde debería salir La O si no fuera porque sus estrechas puertas no permiten la procesión de un paso de palio. Desde el mostrador, Mercedes asegura que «todo esto ha sentado muy mal en el barrio . Yo veo bien que el centro cívico sea público, pero que se use para todo lo que se haga en el barrio». Es decir, un edificio de puertas abiertas en el que tengan cabida todo tipo de actividades.

Mercedes en la floristería Jardín de Fátima Álvaro Carmona

Araceli , propietaria de la tienda de ultramarinos San Francisco -un despacho de los de toda la vida a pocos metros del templo-, repite que «no pos parece bien» la prohibición de abrir el centro cívico a la hermandad, principalmente por una cuestión crematística: «Esto [la procesión] nos viene bien a todos porque mueve a mucha gente, y se supone que es positivo para la ciudad». No sólo se benefician los comercios y bares de la zona, sino también la prohermandad de La O, que podría ahorrarse un dinerillo» que buena falta le hace. «Tendríamos que ser más humanitarios y ayudarnos unos a otros», manifiesta la tendera. Porque, además, en toda esta polémica Araceli considera que « han tratado a la Virgen como si fuera un mueble ».

En el bar Mass Class , la camarera comenta que durante el día de la procesión «aquí no cabe ni un alfiler» . Tampoco entiende la prohibición, sobre todo porque «no pasa nada por que esté ahí, ya que sólo son un día o dos».

Quienes más van a sufrir el «portazo» del centro cívico de Fátima serán, lógicamente, los miembros de La O . Ayer mismo el hermano mayor, Rafael González , se afanaba junto a otros cofrades en ultimar algunos detalles del paso, en un local de la parroquia. En tono amargo, el máximo responsable de la cofradía relata el apoyo que ha tenido La O en el barrio, incluida una recogida de firmas en la que «ni una sola persona me dijo que no. La gente aquí está enfadadísima » porque «los políticos no entienden que esto no hace daño a nadie». González, como los 400 hermanos de La O, ya dan la batalla por perdida y volverán a salir de una carpa adyacente a la iglesia.

Rafael González, ayer en la Parroquia de la Aurora Álvaro Carmona

El espacio provisional supone más gastos para una prohermandad pequeña como La O ( unos 2.000 euros , estima el hermano mayo), pero por encima de todo eso está la incomodidad y el enorme esfuerzo que tendrá que asumir la cofradía. Por ejemplo, desde que la imagen llegue a la carpa, el Miércoles de Pasión, hasta su salida el sábado siguiente, tendrán que organizar turnos de vigilancia las 24 horas del día . Y nada más terminar la procesión, la prohermandad de La O se organizará en cuadrillas - «80 o 90 personas trabajando a la vez», dice González- para dejarlo todo limpio. «El domingo a las 10 de la mañana aquí ya no queda nada», apostilla Francisco Roldán, prioste de la cofradía . Teniendo en cuenta que La O se encierra a las 22 horas del sábado, eso supone toda una madrugada de duro esfuerzo en la que tendrán que participar incluso los costaleros.

Plaza Mahatma Gandhi con varios carteles con prohibiciones del Ayuntamiento Álvaro Carmona

También hay voces en la calle que apoyan la decisión del gobierno local. En el puesto de caracoles del barrio, un solitario cliente asegura desconocer la polémica: «¿Un paso de Semana Santa saliendo de un centro cívico? Yo no sé a dónde vamos a llegar ».

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