Mario Flores - El dedo en el ojo

Por el buen camino

Córdoba y Lucena deben trabajar por la sede de la Red de Juderías

Mario Flores
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Esta España nuestra que se desangra por las heridas de la hipertrofia de las autonomías y por las llagas de los nacionalismos, mira al futuro con inquietud.

El paso de los años y la consolidación de las vindicaciones antiguas de los nacionalismos románticos (gracias a nuestro laxo e ingenuo sistema) dan como resultado la disgregación del país. Y esa descomposición se produce no solo en las grandes cuestiones, sino también en la más pequeñas.

Resulta sintomático de lo antedicho que la Red de Juderías de España, en la que se encuentran integradas Córdoba y Lucena, se haya visto reducida en número al abandonar la misma las ciudades de Castellón de Ampurias, Besalú, Tortosa y Gerona. Habrán notado que las cuatro ciudades pertenecen a Cataluña e imagino que ya habrán colegido las razones por las que dichas poblaciones han abandonado la Red de Juderías «de España».

La tontuna en nuestro país encuentra su hábitat natural.

Ahora que Gerona ha dejado de ser la sede de esta red, la ciudad de Córdoba, junto a Lucena, se postulan como relevo para ostentar la sede administrativa de esta organización. O eso al menos es lo que la portavoz de turismo del PP andaluz, Rosario Alarcón, ha propuesto. Para ello presentará esta semana una proposición no de ley en la Comisión de Turismo y Deporte del Parlamento andaluz al objeto de aunar voluntades por parte de los diferentes organismos competentes. Espero y deseo que, superando las diferencias políticas, se alcance el acuerdo necesario para que Córdoba y Lucena ostenten, por derecho, el estatus de sede de la Red de Juderías Españolas.

Aún existe en esta historia un elemento añadido que genera ilusión: poder empezar a construir un nuevo estilo de relación entre la capital y sus pueblos. Durante muchos años los pueblos han mirado a la capital con envidia, muchas veces insana, al mismo tiempo que la capital ha podido vivir un tanto ensoberbecida mirando su propio ombligo de espaldas a sus pueblos. Esta realidad (que ha podido ir cambiando últimamente) debe ir dando paso a aquella otra que permita la relación fluida, el establecimiento de sinergias y el reconocimiento mutuo. Porque Córdoba debe mirarse en sus pueblos y reconocerse, como los pueblos deben mirarse en Córdoba y evocar la propia identidad. Y, aunque sé que es difícil, Córdoba debiera poder mirarse en Sevilla y también reconocerse, como también debiera ocurrir a la inversa; y luego mirar al resto de España y sentir lo mismo. Sólo así se supera el aldeanismo y la cortedad de miras que solo nos hace más pequeños.

Volviendo a la propuesta de la portavoz de Turismo (propuesta que aplaudo con las orejas), creo de justicia intentarlo y encuentro sobradas razones para ello. A poco que indaguemos en nuestra historia encontramos que, en fecha tan temprana como el año 1033, los judíos cordobeses buscan refugio en Lucena huyendo de las convulsiones que agitaban la ciudad como consecuencia de las luchas intestinas de poder entre musulmanes eslavos y bereberes. Esta «diáspora» aporta a Lucena un buen número de pensadores que conforman el esplendor de Eliossana que comenzó a irradiar con fuerza al mundo judío. Posteriormente (año 1148) los judíos cordobeses-lucentinos huyeron a Toledo ante la acometida almohade y tuvieron mucho que ver con la fundación de la Escuela de Traductores de Toledo.

Esas sinergias, que tan bien funcionaron entonces, debieran verse actualizadas para alcanzar altos propósitos. Por eso pienso que esta iniciativa debería erigirse en una acto que viniera a inaugurar un nuevo estilo de hacer las cosas: Córdoba con su provincia y ésta con aquélla. Ese debe ser el camino.

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