LA CERA QUE ARDE

Agosto

Quiero pedir perdon por haberme sentido tan perdido como un padre no debe

Dos niños juegan en la playa ARCHIVO

Rafael González

Son pequeñas tus manos y casi no pueden agarrar todas las piedras de la playa que has cogido. Eran días en que la diversión consistía en hacer dibujos en la arena, atesorar conchas y bañarte con papá y mamá . Me miras en la fotografía con tus inmensos ojos azules, tan claros y hermosos como los de tu hermano. Él estaba más entretenido en matar medusas desde la orilla con la imaginación que sólo un niño posee, con la que todo es posible, con la que se puede soñar despierto y creer en la magia.

Las fotografías, elegidas casi al azar, cuelgan ahora en la pared de un piso bastante vacío , que sólo se llena un poco cuando estáis en él, algunos fines de semana, algunas quincenas de verano, en algunos ratos sueltos que ya no se rigen por convenio , sino por vuestro criterio cada vez más maduro. Ha pasado el tiempo en un abrir y cerrar de ojos y esos momentos enmarcados, que a mí me parecen de ayer, no los recordáis porque quizá habéis tenido que olvidar muchas cosas después , de otros veranos, de otros años confusos, sin papá y sin mamá en aquella playa y en aquella semana que sería un final y un principio para la vida con toda su crudeza y sus retos.

Agosto es el mes que os vio nacer como yo te vi hacerlo en una noche calurosa, cuando trajiste unos rizos oscuros que nada ayudaban a adivinar el rubio ahora de tus cabellos . Tu hermano lo hizo con más pelo, en un puente agosteño en el que no quedan en las ciudades ni los pájaros, y un par de años antes. Agosto, pues, se convirtió en el mes de las promesas, de los compromisos, de los miedos primerizos y de la esperanza .

En estos días de agosto cumplís años y yo me siento un poco más mayor. Cumplo años con vosotros cada vez que os veo más grandes, más independientes, distintos quizá a lo que imaginé. Es una sensación extraña, p orque sois mis niños pero ya no cogéis mi mano ni compramos cromos de fútbol o cacharritos para una cocinita que hace tiempo quedó empolvada en alguna habitación.

Agosto me trae los años pasados, los errores cometidos, los que siguen estando presentes y las ausencias de quienes se fueron para siempre. No tengo mucha idea de qué regalaros salvo mis palabras y mi amor . No tengo más. No tengo el manual de instrucciones. No tengo más certezas y sí muchas incertidumbres.

Supongo que no he sido el mejor padre. Bueno, en realidad lo sé. Trato de convivir con mis defectos y mis escasas virtudes , de que eso no os afecte en demasía y de animaros a exprimir la vida con honestidad. Quiero pediros perdón porque a veces me he sentido tan perdido y triste como se supone un padre no debe parecer . Sigo un poco igual, pero ahora sois más mayores y quizá lo entendéis mejor porque os ha tocado madurar fotografía tras fotografía, verano tras verano. Algunas de esa fotos cuelgan en la pared.

Les da la luz de una Córdoba ausente, de vacaciones. De un mes de agosto en el que yo estoy muy mayor. Con el corazón lleno de arrugas y de amor infinito hacia vosotros.

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