PASIÓN EN CÓRDOBA

«Un éxtasis de incienso flota al compás de la música»: así vio Pablo García Baena el Corpus de Córdoba

El poeta plasmó en versos la descripción de la procesión eucarística

La custodia sale de la Catedral de Córdoba con la torre al fondo Rafael Carmona
Luis Miranda

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¿Cómo era la procesión del Corpus Christi en Córdoba justo en la mitad del siglo XX? Han sobrevivido algunas fotografías, pero también una descripción privilegiada: la que hizo el poeta Pablo García Baena (1921-2018) en un poema titulado «Corpus» , en que abunda en una lujosa descripción del rito y la estética, pero también del sentido teológico de la fiesta.

Comienza describiendo los cuatro jardines de la primavera: marzo, abril, mayo y junio, «y su nombre, Corpus, / es fresco como la palabra fuente oída entre sueños en una noche de calentura». Recuerda entonces las hierbas aromáticas y el altar, «con las velas ardiendo al sol, donde los Santos Mártires destiñen la sangre lívida de su cuello bajo la espada cálida de la tarde».

«Perfumes del Oriente»

Sigue así la descripción de la procesión, con muchos detalles: «Los niños con cestillos de mimbre derramando las flores sobre el y la arena», pero también las vírgenes que pisan las clavellinas que «levantan su olor como una tentación». Pablo ve cómo «un éxtasis de incienso flota al compás de la música», y además las navetas doradas que «guardan los sofocantes perfumes del Oriente». La mezcla entre sensualidad y misticismo era una constante en la obra de Pablo García Baena, al que era normal ver todos los años en la procesión, como en muchas otras muy tradicionales de Córdoba.

«Desde la campiña que Junio hace vibrar con vihuelas de insectos / llega el rumor de una campana , anhelante como un seno desnudo después de haber corrido», dice el escritor, que relata cómo «trémulas campanillas anuncian la Custodia / en suave temblor de cristal y de trigo». El final abunda en la descripción, que muestra la visión del creyente que siempre fue Pablo García Baena: «La cera goteando marchita los bordados / y la piedad vuelca sus bandejas de flores / ante la enhiesta espiga, que guarda entre sus oros, / como un pétalo blanco de virginal harina, el limpio c orazón del Sacramento ».

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