RUTA POR LA COSTA

Lugares de mar, plata y sangre

La tradición milenaria del atún de almadraba, en una serie de lugares imprescindibles

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Ni era plata, ni era quieta la mar con la que algunas mañanas tenía que lidiar José Carmona. Cada día, durante décadas, el capitán hacía gala de la etimología árabe andalusí de ‘almadraba’ como «lugar donde se golpea o lucha» y batallaba duro para traer la prosperidad a su casa. Seis hijos eran la motivación de su lucha contra la mar, el sol y los atunes.

La Virgen del Carmen era su bálsamo a esa guerra, curtida en duros esfuerzos que cuartearon su cara en arrugas de experiencia, tesón y liderazgo como capitán de almadraba. Pero hace años que José no está. La Virgen que tanto veneraba le acogió, entre marrón y escapulario, y el almadrabero se convirtió en historia.

Esa que atesora más de 3.000 años de una provincia que cada primavera renueva su ancestral tradición con los atunes, compuesta de pequeñas historias y la contribución de miles de vidas anónimas.

El legado de José fue su experiencia atesorada y transmitida a los tres hijos que siguieron sus pasos en la mar. Ahora, ellos tres mantienen su tradición de duro trabajo en la almadraba, quizás sin ser conscientes de que, gracias a ellos,  sigue vivo un patrimonio cultural de difícil parangón en la provincia.

Es el valor de un saber que queda plasmado en vidas de familias enteras de Conil, Barbate, Zahara y Tarifa. Pero también es el ADN de Cádiz que se puede encontrar en cada piedra. Porque, aunque el duro oficio de la pesca del atún se libre a millas de la costa, aquí en tierra, tiene su huella en restos arqueológicos, edificios, documentos, puertos y paisajes que hablan de pasadoy presente.

Tanta marca indeleble como para desarrollar una serie de lugares que pretende ser un esbozo para el curioso gaditano o viajero que quiera descubrir cuánto tiene que agradecerle esta provincia a ese oro rojo venido del Atlántico.

Museo de Cádiz: pasado fenicio

La primera parada de esta ruta entre la evocación del pasado y la realidad del presente, no puede marcarse en otro punto que en el propio origen fenicio de la provincia. «La pesca y la comercialización del atún constituyó una base económica importantísima en la Antigüedad», según reconoce Lola López de la Orden, bloguera gastronómica y conservadora de museos.

Tanto como para que fuera una importante fuente de riqueza en la actividad comercial de los fenicios, fundadores de la propia capital y de otros asentamientos en la provincia. El peso de la almadraba y los atunes en los fenicios era tal que incluso llevó a que los túnidos fuesen representados en monedas fenicias. Hoy, parte de este rico legado fenicio puede contemplarse en el Museo de Cádiz. Allí, restos arqueológicos y ajuares funerarios permiten recrear hasta qué punto el comercio y la almadraba contribuyeron al desarrollo de esta sociedad.

Baelo Claudia: pasado romano

¿Y qué hacían en la Antigüedad con los atunes? Nada mejor para comprenderlo que descubrir la ciudad que alcanzó su cota máxima de prosperidad gracias a la pesca de atún: Baelo Claudia. La ciudad romana, hoy convertida en uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de España, se exhibe orgullosa en la playa de Bolonia, en Tarifa, localidad aún hoy vinculada a la almadraba.

El pleno esplendor de esta urbe se produjo entre los siglos siglo I a. C. y siglo II d. C., años de máxima prosperidad gracias a la pesca de atunes, la industria de la salazón y la producción del garum (salsa hecha a base de las vísceras de los pescados). Hoy en día, sus ruinas hablan de este esplendor con restos de los edificios de fábricas de salazones o de las viviendas que ocupaban temporalmente los marineros durante los tiempos de almadraba. 

Zahara: Palacio de la almadraba

En todo este devenir histórico de fenicios y romanos ya tenía algo que decir Zahara, como almadraba destacada. Sin embargo, el origen como población no se produciría hasta la concesión a Guzmán el Bueno de pescar atunes en el estrecho. Como símbolo de este pasado y presente (aún tiene su almadraba activa), se erige el Palacio Real de la Almadraba, también conocido como Castillo o Fortaleza de Zahara de los Atunes y Palacio de Pilas. Tiene su origen en 1294 y es uno de los exponentes más destacados de las instalaciones auxiliares que se crearon al calor de la explotación almadrabera de los Guzmanes. No solo servía para almacén de pertrechos, preparado del atún y fábrica de salazones, sino que también tenía un fin defensivo y residencial para evitar los ataques de la piratería. 

La casa de Medina Sidonia

Y la concesión de la gracia del Rey convirtió a Guzmán el Bueno y sus herederos, la Casa de Medina Sidonia, en los señores de las almadrabas de la provincia desde el siglo XII hasta el siglo XVIII. Tantos años de actividad dejaron una honda huella en los archivos que posee la actual fundación en el Palacio de los Medina Sidonia, en Sanlúcar. Allí, se conserva amplia documentación sobre las almadrabas de Zahara o Conil. Y para muestra, un botón en forma de cita de uno de los documentos conservados: «Para los hijos de los duques, la almadraba era una fiesta y al mismo tiempo una escuela. En la playa aprendían a tirar de cuerda con los ventureros y a tratarlos, a remar en los boliches. Recogidas redes y lanchas, los Guzmanes regresaban a Sanlúcar, sabiendo que cuando tocase heredar al sucesor, sabría lo que tenía que saber, en torno a las costumbres y la pesca de atunes, sin ser conscientes de haberlo aprendido».

La Chanca de Conil

Además del Palacio de Pilas, Barbate o Conil también poseen sus propias chancas, destinadas al pertrecho y gestión de las almadrabas. Sin embargo, de ellas, destaca la de Conil, recientemente rehabilitada para usos múltiples y culturales. El edificio tiene su origen en el siglo XVI, cuando los Medina Sidonia la crearon para el control de la actividad. En total,son 8.000 metros cuadrados compuestos por naves de pertrechos y salazones, patios e, incluso, el antiguo cementerio de la localidad. Sus muros de mampuesto y piedra ostionera hablan de tiempos pasados, de ajetreo de marineros y de desgracias como el maremoto de 1755 que destrozó el edificio. Hoy está recuperado y abierto a las visitas y a la espera de un futuro Museo de la Almadraba. 

El Consorcio y Sancti Petri

Fueron las Cortes de Cádiz las primeras que se atrevieron a abolir sociedades estamentales como las que tenían los Medina Sidonia con las almadrabas. Sin embargo, tuvo que llegar el final del XIX para que el fin del monopolio llegara, víctima del desorden, los sabotajes y la crisis del sector. Surgieron empresas herederas de la actividad hasta que en 1928 se crea el Consorcio Nacional Almadrabero. A su calor, almadrabas como las de Chiclana vivirían grandes momentos de esplendor. Un apogeo del que daba fe un poblado construido exprofeso en los años 50 para los marineros. Viviendas, colegio, capilla, naves de almacén o un cine eran algunas de las construcciones existentes en Sancti Petri. Hoy en día, el envidiable enclave está en ruinas y a la espera de nuevos usos, mientras luce un atractivo aire decadente. 

El presente: Barbate

Barbate, clave en la almadraba, tuvo chanca y poblado almadrabero. Restos que hoy se conservan en una localidad que ha conseguido mantener la tradición de la pesca del atún. Además en la actualidad, un centro de interpretación privado se encarga de mostrar al visitante, tanto la historia como el proceso que experimenta el atún de la almadraba y su conservación. Todo ello, incluyendo el famoso ronqueo en el que el atún es despiezado una vez capturado y conocido así por el sonido que realiza el cuchillo al rozar con las espinas en el corte.

Puerto de Conil y torres vigía

Tanto pasado de idas y venidas, sobresaltos e historias traídas por la mar también tuvieron su impacto en el paisaje. Tan solo hay que acercarse a las inmediaciones del Puerto de Conil para contemplar un camino jalonado de las anclas que se usan para calar las redes de la almadraba. Su presencia en ese punto marca, precisamente, la inactividad de la almadraba ya que cuando están en uso están bajo el mar.

Siguiendo esa línea de costa, se conservan las torres de la Loma del Puerco, la torre de Roche (hoy faro), la torre Atalaya (hoy desaparecida), la de Guzmán (en el interior del recinto amurallado de Conil) y la de Castilnovo. Aunque tenían un origen y uso defensivo, su presencia servía de orientación a la almadraba. Tanto es así, que los almadraberos usaban sus referencias para calar las redes. Además, la misma torre de Guzmán era usada por los Medina Sidonia para vigilar sus instalaciones en el mar e impedir sabotajes y ataques.

Hoy, se mantienen con más o menos fortuna como una joya más de una realidad ligada al mar. Porque los edificios, los documentos o los museos hablan de una tradición que hunde sus raíces en la noche de los tiempos. Un patrimonio vivo, tan inmaterial como tangible, tan cultural como human,  que bien se merece estar blindado y valorado con las más altas cotas de protección. Todo sea porque las vidas de José y los miles de ancestros que le antecedieron en estos lugares de mar, plata y sangre no sean en vano.

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