Fachada del restaurante Maxim’s situado en el n.º 3 de la rue Royale de París
Fachada del restaurante Maxim’s situado en el n.º 3 de la rue Royale de París

El ocaso del restaurante Maxim’s de París

El lujoso y célebre local ha alquilado su legendaria sede en la capital de Francia a una cadena de hipermercados durante una temporada

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Entre el hundimiento del Titanic y la destrucción de Pompeya, el alquiler de Maxim’s a la cadena de hipermercados Monoprix marca el fin definitivo de una época, un siglo, del lujo, la alta gastronomía, el glamur, la vida nocturna y los mitos de una ciudad difunta. Maxim’s fue durante poco menos de un siglo, entre 1893, el año de su fundación, y 1977, el año de la pérdida de sus tres estrellas en la Guía Michelin, un símbolo histórico de la gastronomía, un monumento nacional con un local entre la Torre Eiffel, la basílica del Sagrado Corazón de Montmartre y el resto de los legendarios restaurantes.

Maxim’s era sinónimo del lujo aristocrático y la más refinada gastronomía, con la más glamurosa clientela cosmopolita.

La Bella Otero, Marcel Proust, Chaplin, Cocteau, Orson Welles, los Windsor, Onassis, Maria Callas, Grace Kelly, Rita Hayworth y un interminable etcétera dieron a Maxim’s días y noches de gloria universal. Los platos preferidos de esa estela de celebridades tenían nombres que forman parte de la historia poética de la gastronomía.

Cuando Pierre Cardin, el patriarca de la alta costura de los años 60 del siglo pasado, compró Maxim’s, en 1981, comenzó por convocar a varios de los más influyentes cocineros de la época; Alain Ducasse, Joël Robouchon, Bernard Loiseau, con el fin de estudiar, juntos, la carta y el proyecto gastronómico del viejo navío almirante del lujo francés. No hubo acuerdo. No hubo entendimiento. Tras la pérdida de sus estrellas Michelin, la cota gastronómica del restaurante continuó degradándose, hasta caer muy bajo.

Cardin se desinteresó de un restaurante que perdía mucho dinero. Y comenzó a utilizar la marca Maxim’s para vender productos muy diversos: paraguas, vajillas, champán, chocolate, café. El nuevo negocio permitió abrir sucursales de Maxim’s por medio mundo, para mejor hundir el esplendor difunto del antiguo monumento histórico.

Hipermercados, Monoprix

El proceso continuó degradándose, hasta hoy. Maxim’s ha alquilado su legendaria sede, durante una temporada a una cadena de hipermercados, Monoprix, que ha convertido las salas, pista de baile, restaurante y bar en espacio comercial donde vende sus productos más o menos navideños: cajitas de maquillaje para chicas jóvenes (de 10 a 50 euros), lotes de calcetines (19,99 euros), camisas de seda (de 20 a 80 euros), perfumes (a muchos precios), cajas de champán de muy diversa procedencia (desde 20 hasta 80 euros), entre un largo y heteróclito etcétera.

De las fiestas aristocráticas frecuentadas por Marcel Proust o Maria Callas a la venta de productos de belleza y moda para el «gran público», hay un abismo en el que Maxim’s ha caído sin que sonara la orquesta del hundimiento del Titanic.

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