La Perla, una de las grandes urbanizaciones de lujo en Doha
La Perla, una de las grandes urbanizaciones de lujo en Doha

Españoles en Qatar: los que quieren quedarse y los que se irían ya

Aquí viven cerca de 6.000 españoles. Algunos, felices; otros, no tanto... ¿Cuáles son sus razones? Así es Doha... en español

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Carmen Fernández lleva en Doha siete años, más uno en Dubái, y desea quedarse mucho tiempo más: «Me encanta». Sandra aterrizó en octubre de 2013. «Llevo un año y tres meses», cuenta como si tachara cada día con un palito. Está deseando salir.

Son dos realidades de la misma irrealidad que es Doha, una ciudad que reconstruye hasta su historia porque se va generando al revés: primero las alturas, después las aceras y ya, cuando llegue el momento, los habitantes. Por ahora, hay cerca de 6.000 españoles -censados unos 3.000-, muchos con visado de trabajo porque el país se construye desde fuera: se importa tanto la mano de obra como el talento.

Carmen llegó a través de la empresa Iberdrola para dirigir la tesorería del colegio SEK internacional; Sandra salió de España porque a su marido le dieron un buen contrato como ingeniero de caminos después de dos años de paro en España.

«La gente nos dice que qué buena aventura, y no, esto es muy duro. Cuando no te haces a la idea de cuánto tiempo vas a estar aquí nunca ves el billete de vuelta. Yo estaba muy desubicada al principio, las costumbres son muy distintas, sabes que eres occidental y te tratan con cierta condescendencia, pero entre ellos, con las clases sociales, son muy estrictos. Para nosotras si sigues unas normas no hay demasiados problemas». Pero le sigue poniendo nerviosa ver a las mujeres completamente tapadas, paso y medio por detrás del marido, ocupándose de los niños y levantándose el velo en cada cucharada.

Todos los que Sandra conoce están deseando que España mejore para volver. «Tenemos un foro de españoles en Qatar donde nos vamos resolviendo las dudas unos a otros. Ahí haces contactos y quedas para ir a cenar o a salir por ahí los jueves que es el día previo al fin de semana... Pero tengo un amigo que es piloto de Qatar Airways y también está muy cansado del calor, la humedad... Todos visualizamos el billete de vuelta, pero están tan mal las cosas en España. Ahora me planteo una rutina: salir a hacer deporte tres días a la semana, hago un voluntariado en un colegio inglés y salir a pasear los fines de semana. Ya está. Por lo menos, que me lleve algo de aquí, aunque sea el inglés».

Pero para Carmen la vida es tranquila, segura, cómoda. «No tienes miedo de pasear por ninguna zona, ni hay delincuencia ni robos. Es perfecto para las familias. Te encuentras gente de muchísimos países. Me encanta». Y eso que en el fin de semana la oferta de ocio es reducida: pasear por el parque, ir hacia el desierto, al interior, donde las familias pasan su «día en el campo» en las jaimas particulares de los grandes jeques, o algo de playa, aunque estas se reducen a las privadas de los hoteles por las que tienes que pagar o alguna más libre en la que no esté prohibido bañarse o ponerse el bikini «europeo». «También hay conciertos gratuitos en el Museo Islámico y sobre todo, deporte», zanja Carmen. «Fuimos a ver a Raúl cuando jugaba, a Nadal, ahora el balonmano», relata Sandra.

Son expatriados, por lo que el contrato les llega de una empresa a la que tienen que pedir permiso si quieren salir del país, por vacaciones, por una urgencia o por un mismo viaje de trabajo. «Te lo conceden de forma automática, pero tiene que pasar unos controles. Digamos que estamos controlados de forma visible, aunque en España también se den otro tipo de controles más invisibles», cuenta Dani, que trabaja en Aspire, un centro de Alto Rendimiento ingente, como todo lo que hay en Doha.

A ese centro va a practicar deporte Carmen cuando no está en el colegio. Y en bicicleta, porque hay rutas alrededor del aeropuerto. «Hay dos zonas muy bien divididas: para las mujeres y para los hombres. En el deporte no se pueden mezclar». Incluso dentro de los propios vestuarios está prohibido quedarse sin ropa, aunque sea julio, agosto o septiembre y en cuanto sales a la calle la humedad te haga entrar otra vez en casa o en los enormes centros comerciales tan refrigerados que pueden albergar una pista de hielo.

No hay alcohol ni carne de cerdo en los supermercados, pero sí se puede adquirir bajo un control estricto en la única tienda destinado para ello. Es necesario poseer una autorización y una tarjeta especial, pues solo se permite gastar un porcentaje específico del sueldo en adquirir estos artículos.

Son expatriados, por lo que no pueden comprar una casa, salvo en la zona llamada La Perla, como indica un lector, para quien pueda permitírselo. Todo tiene que venir de la empresa que les contrata, incluso gastos como la luz, el gas o el teléfono. Algunas de estas organizaciones también conceden un número determinado de vuelos a España para sus trabajadores. «Los alquileres son altos, depende de la zona, como en West Bay o en La Perla -una macrourbanización de lujo ganada al mar que imita los canales de Venecia- de 2.000 a 3.000 euros al mes, o más», explica Sandra.

No obstante, también los sueldos son elevados, aunque nadia haya querido comentar las cantidades. «Hay que negociar la casa, pero también la plaza del colegio, porque hay más demanda que oferta. Hay muchos trabajadores que no han podido venir a trabajar aquí por eso», cuenta Damián Fernández, gerente del SEK. Es el tercer colegio internacional que aceptó la invitación de Qatar: «Se la envían a todos los colegios de élite del mundo. Aquí hay niños de treinta nacionalidades y la lengua curricular es el inglés, aunque los españoles aprenden árabe y los qataríes, español».

Es un país de contrastes tan grandes como los rascacielos que construyen de un día para otro. Mientras en La Perla hay aparcamientos llenos de Ferraris, para los nepalíes, filipinos o indios el sueldo llega a unos 200 euros al mes para turnos de doce horas, de día o de noche. Es una población de mano de obra barata que llega al millón. Casi 30.000 construyeron el pabellón de Lusail en menos de seis meses. «Les dan la casa, pero son barracones en lugares muy deteriorados de la ciudad. Y les han obligado a quedarse una parte del sueldo porque veían que lo mandaban todo a sus familias y ellos se quedaban sin comer». La alarma suscitada por los medios internacionales a raíz de los accidentes laborales con víctimas mortales obligaron a los empresarios de la construcción a mejorar sus viviendas.

¿Y cómo ven a España? «Les gusta mucho España y Europa. Ahora nos ven imprescindibles para que su país crezca, después...», señala Sandra quien matiza: «Visualizo el billete de vuelta cada día». Por contra, Carmen asegura: «Yo estoy muy bien aquí, no se me pasa por la cabeza volver». Qatar, país de contrastes.

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