Polémica en Portugal por un libro para «domesticar» a los criados: «Baje los ojos y aparente ser invisible»

Su autora dice que lo ha escrito con una vocación conciliadora, «para que cada uno tenga claro su papel»

Paula Bobone
Francisco Chacón

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Paula Bobone es una excéntrica celebridad local portuguesa, casada con el pintor acuarelista Vasco Bobone, que acostumbra a dejarse ver en las veladas más chic de Cascais y lleva años codeándose con las familias reales europeas. Pero ahora salta a la palestra con un libro titulado «Domesticália», un insólito compendio sobre cómo aleccionar a los «criados» en pleno siglo XXI.

En realidad, su objetivo se centra en «domesticar a los empleados», de ahí el nombre de este manual que ya está causando polémica en el país vecino. Claro que ella dice que lo ha escrito con una vocación conciliadora , «para que cada uno tenga claro su papel y no se crucen ciertos umbrales ni se produzcan faltas de respeto».

Y es que, según esta mujer siempre colorista (y extravagante), «el asunto de los criados se ha convertido en un grave problema en nuestra sociedad». De manera que aquí está su recetario de normas y consejos para que el personal de servicio sepa cómo manejarse:

—Los criados deben t ratar a los «patrones» por el apellido y a las «patronas» por el nombre. ¿Machismo? La autora dice que no, que es por pura educación. Y pone el ejemplo con el que predica en su casa: «Señor Bobone», para su marido; «Señora doña Paula», para ella misma. Más aún: argumenta que «la costumbre de tratar a los hombres por el nombre y no por el apellido ha de ser erradicada porque revela ignorancia del buen comportamiento».

—En una casa que se precie, un empleado debe tener «la agilidad y la resistencia de un animal»… pero debe mostrarse «contenido y más bien frío» (¿tal vez como Anthony Hopkins en la magistral película ‘Lo que queda del día’, de James Ivory?).

—« No mire a las personas a la cara . Baje los ojos y aparente ser invisible».

—« Nunca toque con las manos a la persona a quien se dirige».

—«Cuando los dueños de la casa le den indicaciones de cualquier tipo, no se le ocurra estar distraído y preste necesariamente atención».

Pero aún hay mucho más porque Paula Bobone se ha tomado el asunto a conciencia y se ha propuesto no dejar ningún resquicio para que puedan colarse detalles que puedan considerarse «groseros», al menos de acuerdo con el peculiar criterio de una persona que se encaprichó de un Bentley de los años 50 que había pertenecido al mismísimo Rey Juan Carlos para desplazarse a la boda de su hija Sofía.

Con el fin de que los empleados de hogar no pierdan los papeles ni la compostura, les recuerda que «cuando se crucen con los patrones por los pasillos, deben echarse hacia atrás y retirarse para que ellos puedan pasar, mirando para otro lado y siempre con discreción».

La batería de recomendaciones y consejos (por no decir órdenes) continúa sin contemplaciones, aunque tampoco se le olvida proclamar a los cuatro vientos que “no podríamos vivir sin ellos”:

—«No haga ruido con los zapatos al caminar».

—« Si sonríe, que sea ligeramente porque eso crea buen ambiente en el trabajo. Pero nunca mostrando los dientes».

—«En presencia de los patrones [su palabra favorita a lo largo del libro], debe mantenerse en silencio, siempre que sea posible».

—«Cuando se le haga una observación, su respuesta debe ser en todo momento: ‘Sí, señor’. Y, si se trata de una crítica, también».

A la señora Bobone no se le ha ocurrido otra cosa que colocar un subtítulo al volumen de este calibre: «Por los empleados conocerás a los patrones» , que ha despertado acusaciones en las redes sociales tipo: «Xenofobia social», «Clasismo anacrónico», «Soberbia exacerbada» o «Despotismo inusitado».

Sin embargo, ella permanece inmutable, que por algo tenía en la recámara más frases de «obligado cumplimiento»:

—«Debe evitar la utilización de palabras nuevas cuyo significado desconozca».

—«Cuando rompa algún objeto, ha de pedir disculpas y prepararse para que el coste le sea descontado de su sueldo, aunque finalmente eso no suceda».

—«Por supuesto, nunca se debe cantar ni silbar ».

—« Olvídese de bostezar , cortarse las uñas, meterse los dedos en la nariz, rascarse, sorber lo que se bebe o chasquear los dedos. Tales gestos puede realizarlos en su ámbito privado, pero han de aparcarse durante el tiempo de servicio».

En caso de que semejante sobredosis de pautas no sea suficiente, todavía puede rastrearse un extra:

—«No dé informaciones que nadie le haya pedido con anterioridad».

—«Absténgase de pasear por el jardín de casa».

—«Si carga cosas pesadas por detrás de los patrones, mantenga una prudente distancia».

¿Y quién ha osado escribir el prólogo de ‘Domesticália’? Pues una dama rusa llamada Anastasia Shevchenko, quien asegura desde Mónaco: «Este libro puede ser muy útil para los dos lados», en una eufemística referencia al universo de los ricos y al de los pobres.

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