Francisco posa junto a un grupo de refugiados durante la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro del Vaticano
Francisco posa junto a un grupo de refugiados durante la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro del Vaticano - EFE

El Papa sienta a jóvenes refugiados a su lado en la audiencia general

Francisco afirma que «son nuestros hermanos» y que «el cristiano no excluye a nadie, hay sitio para todos»

Corresponsal en El Vaticano Actualizado: Guardar
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En un nuevo gesto dirigido a Europa, el Papa Francisco ha tenido a su lado durante la audiencia general del miércoles a una docena de jóvenes refugiados de África y Oriente Medio, recordando que «son nuestros hermanos» y que «el cristiano no excluye a nadie, hay sitio para todos». Varias decenas de miles de fieles le respondieron con un aplauso desde toda la plaza de San Pedro.

El Santo Padre acababa de reconocer que, para algunas personas, «sería mejor que estos muchachos se hubiesen quedado en su tierra, pero allí sufren mucho», por lo que ahora «son nuestros refugiados».

Al final de la audiencia, los jóvenes posaron para fotografías al lado del Papa con un cartel en que habían escrito «Refugiados por un futuro juntos», y la referencia a dos organizaciones de Florencia, Cáritas y la Universidad Europea.

El obispo de Roma dedicó su breve catequesis a comentar el pasaje del Evangelio en que Jesús cura instantáneamente a un leproso que, desobedeciendo la ley, entra en la ciudad, se acerca a una persona sana y le pide: «Señor, si quieres, puedes limpiarme».

En un todo confidencial, Francisco añadió que «cada noche, antes de irme a la cama, rezo esta oración, y también cinco padrenuestros: uno por cada llaga de Jesús. Podéis hacerlo también vosotros».

Viendo que los fieles habían aplaudido cuando les reveló su breve oración personal, les propuso repetirla tres veces juntos: «Señor, si quieres, puedes limpiarme».

Al despedirse, animó de nuevo a «pensar en nuestras miserias con sinceridad. ¡Cada uno tiene las suyas! Cuántas veces las cubrimos con la hipocresía de las buenas maneras… Precisamente entonces necesitamos ponernos de rodillas delante de Dios y rezar: Señor, si quieres puedes limpiarme».

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