El papa Francisco saluda a los fieles a su llegada a la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro del Vaticano
El papa Francisco saluda a los fieles a su llegada a la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro del Vaticano - EFE

El Papa invita a rezar: «¡Ven Espíritu Santo! Líbrame de la cerrazón mental»

El Sumo Pontífice ha recordado en una bella homilía que Jesús prometió a sus discípulos que no les dejaría «huérfanos»

Corresponsal en el Vaticano Actualizado: Guardar
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Poco antes de comenzar la misa de Pentecostés, que conmemora la efusión del Espíritu Santo sobre María y los primeros discípulos, el Papa Francisco ha enviado un tuit al mundo entero proponiendo una oración muy directa: «¡Ven, Espíritu Santo! Líbrame de la cerrazón mental e infunde en mí la alegría de anunciar el Evangelio».

«Liberarse de la cerrazón mental, que impide respetar, entender y colaborar con los demás es una necesidad urgente de muchas personas y muchas sociedades, paralizadas por la división. A su vez, la alegría es una necesidad vital para muchos cristianos demasiado severos o tristones, que Francisco compara a veces, bromeando, a los «pepinillos en vinagre», añadió.

En su brevísima homilía, el Papa ha recordado que Jesús prometió a sus discípulos que, cuando él faltase, «no os dejaré huérfanos».

Esa promesa se cumplió a los cincuenta días («pentecostés») con la efusión arrolladora del Espíritu Santo en el Cenáculo.

Francisco ha ilustrado una consecuencia central leyendo un párrafo de la carta del apóstol Pablo a los cristianos de Roma: «Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba, Padre!».

Los cristianos que no descubren la cercanía al Espíritu Santo no viven esa felicidad y libertad de los hijos sino una especie de orfandad que se manifiesta a veces en la «soledad interior, incluso en medio de la muchedumbre», la «tristeza existencial», el «analfabetismo espiritual» o la «dificultad para reconocer al otro como un hermano por ser hijo del mismo Padre».

En cambio, según Francisco, «el Espíritu nos hace entrar en una nueva dinámica de fraternidad. Por medio del Hermano universal, Jesús, podemos relacionarnos con los demás de un modo nuevo, no como huérfanos, sino como hijos del mismo Padre bueno y misericordioso. Y esto hace que todo cambie».

Esa perspectiva ayuda a desactivar los recelos y los conflictos, pues «podemos mirarnos como hermanos, y nuestras diferencias harán que se multiplique la alegría y la admiración de pertenecer a esta única paternidad y fraternidad».

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