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El presidente polaco, Andrzej Duda (d), y el Papa Francisco durante la ceremonia de bienvenida en el Castillo de Wawel en Cracovia,

El Papa invita a Polonia a «acoger a los que huyen de las guerras y del hambre»

Pide «sinergia internacional para encontrar soluciones a los conflictos»

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Desde el castillo de Wawel, corazón de la historia de Polonia, y ante las máximas autoridades políticas, Francisco ha pedido a los polacos «disponibilidad para acoger a los que huyen de las guerras y del hambre». Durante el vuelo había dicho a los periodistas que «el mundo está en guerra, pero no es una guerra de religión sino de intereses, de dinero».

Francisco había comenzado su peregrinación espiritual ya en el Vaticano visitando la capilla donde reposa san Juan Pablo y saludando, antes de salir hacia el aeropuerto, a quince jóvenes refugiados de varias nacionalidades que han solicitado asilo.

El Papa sabe que el problema de Polonia no es de egoísmo sino de apertura cultural, y por eso el tono de su discurso era respetuoso.

Simplemente, les dijo que «gestionar el problema de la emigración» -en ambos sentidos, pues hay millones de polacos en el exterior- «requiere un suplemento de sabiduría y misericordia para superar los temores».

Francisco recordó en su primer discurso que Polonia «ha tenido entre sus hijos al inolvidable san Juan Pablo II, creador y promotor de las Jornadas Mundiales de la Juventud», el motivo que le trae a Cracovia para reunirse con más de un millón de jóvenes de todos los rincones del planeta desde hoy al domingo.

También elogió el amor del pueblo polaco por la historia, pero advirtiendo que «hay dos tipos de memoria: la buena y la mala, la positiva y la negativa».

«Memoria negativa»

Los países que recuerdan lo bueno son felices, mientras que si se obsesionan en mantener vivo lo malo, se vuelven amargados. El Papa afirmó que «la memoria negativa es la que fija obsesivamente la atención de la mente y el corazón en el mal, sobre todo en el cometido por otros».

Es el caso de quienes insisten en recordar las guerras civiles o las guerras con países limítrofes. En contraste, el Papa elogió al episcopado polaco por haber puesto en marcha la reconciliación con Alemania y con Rusia a pesar de que la mayoría de los ciudadanos detestaban tener una mano amiga hacia las potencias que invadieron su territorio y se lo repartieron en dos trozos en 1939.

En su primera jornada, limitada a la tarde del miércoles, Francisco mantuvo también un encuentro con los obispos polacos en la catedral del Wawel, fuertemente unida a la historia religiosa del país y al recuerdo del cardenal arzobispo Karol Wojtyla.

Prefirió hablarles en privado, en una conversación fraternal, para poder expresarse con más libertad. Algunos prelados demasiado rígidos o todavía apegados al viejo modelo de «obispo príncipe», mantienen una actitud distante, en contraste con la simpatía de los ciudadanos respecto a Francisco.

El Papa celebra el jueves una misa multitudinaria en el santuario de Czestochowa y, al atardecer, tendrá su primer gran encuentro con los jóvenes en Cracovia.

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