El Papa se dirige a los periodistas durante el vuelo que lo traslada desde Bangui hasta Roma
El Papa se dirige a los periodistas durante el vuelo que lo traslada desde Bangui hasta Roma - EFE

El Papa reconoce «la perplejidad de la Iglesia» ante el uso del preservativo

A bordo del avión de regreso a Roma, confía en que «esta vez harán algo» en la Cumbre del Clima de París

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El Papa Francisco se ha contagiado el «mal de África» ya en su primer viaje. Durante el encuentro con los periodistas en el vuelo de regreso desde Bangui a Roma confesó que «para mi África ha sido una sorpresa. Me han impresionado las multitudes y su capacidad de celebrar. Y su gran sentido de la acogida. Estaban felices por sentirse visitados».

El Santo Padre rebosaba satisfacción, sobre todo porque «hoy (por este lunes) he rezado con el imán de la mezquita central, que después se ha subido al ‘papamóvil’ para acompañarme» en la visita a los refugiados y a la escuela del barrio musulmán de Bangui, donde viven una situación de asedio.

El Papa reafirmó que la tragedia de la República Centroafricana no ha sido una guerra de religión, sino por motivos políticos y por acaparar los recursos naturales. Quienes la desencadenaron, jugaron la baza del fanatismo islámico para movilizar combatientes musulmanes en la milicia Seleka en 2012.

Sembrado el viento del mal, la tempestad recogida ha sido la creación de grupos de autodefensa, la milicia anti-Balaka, formada por animistas y cristianos, que es todavía más violenta.

Aparte de abrir la puerta santa de la catedral de Bangui e inaugurar el Jubileo de la Misericordia y el perdón, que tanto necesita la República Centroafricana, el Santo Padre tenía como gran objetivo de su viaje ir al barrio musulmán a disipar, con hechos, los malentendidos sobre la guerra que ha provocado millares de muertos y un millón de refugiados, la quinta parte de la población del país.

El Papa afirmó que «estos gestos son necesarios porque hay un grupo que se dice de cristianos que es muy violento». Se trata de la milicia anti-Balaka, formada por animistas, evangélicos y católicos, en la que ha terminado lo peor de cada casa.

Francisco regresaba a Roma impresionado por «el deseo de reconciliación» de los centroafricanos, que quieren volver a la situación anterior pues «hasta hace cuatro años, católicos, protestantes e islámicos vivían como hermanos».

Fueron los intereses económicos de Chad, el revanchismo de los centroafricanos del norte y la estrategia de saqueo de grandes compañías que se lucran con «diamantes de sangre» y «madera de sangre» –como han denunciado informes detallados de Amnistía Internacional y Global Witness– quienes pusieron en marcha un mecanismo de muerte cada vez más difícil de frenar.

«El fundamentalismo no es religioso, pues le falta Dios. Es idólatra. Es una tragedia»

Pero el fundamentalismo violento es un problema más amplio, que el Papa abordó ya el año pasado en su encuentro con los líderes espirituales musulmanes de Turquía a quienes dijo que, para lograr la paz, cada religión tiene que frenar a los fanáticos de las propias filas.

Durante el vuelo de regreso a Roma, el Papa reiteró que «el fundamentalismo es una enfermedad en todas las religiones. El fundamentalismo no es religioso, pues le falta Dios. Es idólatra. Es una tragedia». Al mismo tiempo, reconoció que se da en todas las religiones y que, a lo largo de la historia, «también los cristianos tenemos motivos para pedir perdón».

Vallejo Balda: «No me quita el sueño»

El segundo gran tema abordado fue la conferencia del cambio climático que acaba de comenzar en París. A la pregunta de si está seguro de que resulte un éxito respondió: «No estoy seguro, pero puedo decir: ¡ahora o nunca! Desde la primera conferencia, en Kioto, se ha hecho poco, y ahora los problemas son más graves».

En todo caso, aseguró que la mayoría de los gobiernos participantes están concienciado del problemas, «y tengo confianza de que esta vez harán algo. Estoy seguro de la voluntad de hacer algo, y rezo por eso».

De camino a Roma, resultaba obligado comentar sus palabras en Kenia –«también hay corrupción en el Vaticano»–, y el proceso judicial al sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda y la publicista italiana Francesca Chaouqui por haber robado y entregado a dos periodistas italianos los informes de las consultoras internacionales traídas por Francisco para hacer limpieza económica en el Vaticano.

El Papa recordó que «la primera denuncia» de «suciedad en la Iglesia» la hizo el entonces cardenal Joseph Ratzinger en el Vía Crucis del año 2005. En cuanto a la publicación de los informes que muestran lo que iba mal, aseguró que «no me quita el sueño, pues permiten ver el trabajo que hemos comenzado». En esa línea de desdramatizar, añadió que «doy gracias al cielo de que no haya en esto ninguna Lucrecia Borgia».

Comentó, además, que «yo no he leído las acusaciones del fiscal», y que «me habría gustado que el proceso terminase antes del 8 de diciembre, el día de apertura del Jubileo de la Misericordia. Pero creo que no sea posible, porque es necesario que los abogados tengan el tiempo para preparar la defensa».

Preservativos

Ante una pregunta sobre el VIH en África y la doctrina de la Iglesia sobre los preservativos, el Papa comentó que efectivamente, en algunos casos se plantea una perplejidad entre el quinto y sexto mandamiento, pero añadió que «prefiero no descender a la casuística» ya que todos los casos son personales.

Estaba claro que el Papa deseaba hablar de África y de los grandes problemas como el del fundamentalismo y el cambio climático, evitando que cualquier pequeño error debido al cansancio –han sido seis días agotadores– cree una tempestad en un vaso de agua.

De hecho, al despedirse, recordó de nuevo a los periodistas que podía haberse equivocado en datos o fechas, o cometer cualquier error. También podían cometerlo quienes le escuchaban, al cabo de seis días de dormir muy poco y correr de un lado a otro por tres países al ritmo demoledor que marca una persona de casi 79 años, sin parte de un pulmón y con problemas de articulaciones y columna.

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