El Papa Francisco (i) recibe en audiencia al arzobispo de Canterbury, Justin Welby (d), en el Vaticano
El Papa Francisco (i) recibe en audiencia al arzobispo de Canterbury, Justin Welby (d), en el Vaticano - Efe

El Papa celebra con Justin Welby y los primados anglicanos 50 años de hermandad

Francisco se puso la cruz pectoral de clavos del arzobispo de Canterbury

Corresponsal en el Vaticano Actualizado: Guardar
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En un encuentro con el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y los primados de las provincias anglicanas, el Papa Francisco ha afirmado el jueves que «el Señor nos pide salir de nosotros mismos y de nuestro ambiente para llevar su amor misericordioso a un mundo sediento de paz». Reiteraba así la línea de trabajar juntos en todo lo que sea posible.

La segunda reunión con los máximos responsables de la Iglesia Anglicada en dos días consecutivos ha confirmado el clima de hermandad en la celebración del 50 aniversario del primer encuentro histórico de 1996 entre los jefes de las respectivas iglesias: Pablo VI y Michael Ramsey, quienes pusieron fin a cuatro siglos de hostilidad desde la ruptura del rey Enrique VIII con Roma.

De camino hacia la biblioteca privada del Papa, el arzobispo Justin Welby y los primados de las provincias anglicanas rezaron ante la tumba de San Pedro igual que el miércoles habían rezado en la iglesia romana de San Gregorio al Celio, acompañados por el Santo Padre.

En esa plegaria vespertina conjunta, Francisco celebró los cincuenta años de amistad y la vocación de «trabajar juntos, codo a codo, al servicio de la unidad de los cristianos y de toda la familia humana».

En ese contexto propuso que a partir de ahora,«sería bueno preguntarse siempre, antes de emprender cualquier actividad de servicio: ¿Por qué no hacemos esto conjuntamente con nuestros hermanos anglicanos? ¿Podemos dar testimonio de Jesús junto con nuestros hermanos católicos?»

La bellísima ceremonia incluyó el «envío apostólico» de obispos de dos en dos, como los primeros discípulos de Jesús, uno católico y otro anglicano. Eran obispos del mismo territorio en muchos países desde el Reino Unido o Irlanda hasta Pakistán o Papúa Nueva Guinea. Se comprometen a trabajar juntos en actividades de caridad y de evangelización.

Entre los dos obispos «enviados» a Nueva Zelanda, el católico es el cardenal John Dew, y resultaba ejemplar ver su sintonía con el obispo anglicano de Auckland, Ross Bay.

Intercambio de obsequios

La amistad entre las dos iglesias cristianas se notó en los regalos intercambiados durante la ceremonia. Francisco entregó a Justin Welby una reliquia muy valiosa: la parte superior del báculo de San Agustín de Canterbury, el monje enviado desde ese mismo templo por el papa San Gregorio Magno el año 596 a evangelizar a los anglosajones.

En el histórico encuentro de hace medio siglo, Pablo VI regaló al arzobispo Michael Ramsey su propio anillo episcopal, en un gesto de amistad y de reconocimiento de su jerarquía. El miércoles, el arzobispo Justin Welby se quitó su cruz pectoral y se la entregó como regalo a Francisco, quien se la puso al cuello inmediatamente.

Es una cruz muy original, hecha con clavos de los restos de la techumbre de la catedral de Coventry, destruida por los bombardeos alemanes durante la segunda guerra mundial, y convertida después en un símbolo de reconciliación ente los dos países beligerantes en los dos conflictos mundiales.

El Papa y Welby firmaron una declaración conjunta que celebra el «gran progreso» realizado en cincuenta años de camino ecuménico al tiempo que reconoce «los nuevos desacuerdos entre nosotros, particularmente sobre la ordenación de las mujeres y, más recientemente, cuestiones relativas a la sexualidad humana», una referencia al reconocimiento del matrimonio homosexual por algunas provincias anglicanas.

Son desacuerdos pero no suponen un drama, pues, según el documento: «Aunque no vemos soluciones a los obstáculos, no nos desanimamos. Ni siquiera nuestras divergencias deben obstaculizar nuestra plegaria común: no solo podemos rezar juntos, sino que debemos hacerlo».

En su homilía, leída en una tableta, el arzobispo Justin Welby desautorizó vigorosamente cualquier hostilidad pues «cuando nos peleamos no solo desobedecemos la plegaria y el mandamiento del Señor, sino que nos convertimos en pastores que devoran su rebaño. La Iglesia se convierte en un circo de gladiadores donde no hay misericordia para los derrotados».

Se trata de pasar a lo contrario. Dejar atrás las peleas entre hermanos y mostrar, juntos, la misericordia divina a los demás.

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