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José María Gil (izq.), Juan José Omella, Adolfo González Montes y Ginés García Beltrán durante la presentación del plan pastoral - ABC

Los obispos admiten su responsabilidad en la escasa «influencia moral» de la Iglesia en la sociedad

Presentan su plan pastoral para «reavivar la vida cristiana» y acercar la fe a los no creyentes

MADRID Actualizado: Guardar
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«Sabemos que todos los tiempos han sido difíciles para la evangelización y para la Iglesia». Con esta frase presentó este miércoles el arzobispo electo de Barcelona, monseñor Juan José Omella, el nuevo plan pastoral de la Conferencia Episcopal Española, que guiará las actividades de este órgano de la Iglesia durante los próximos cuatro años. El documento -titulado «Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo»- propone una serie de iniciativas para «reavivar la vida cristiana de los ya creyentes y ofrecer de manera atractiva el don de la fe a los no creyentes».

Para ello, los obispos parten de un duro y realista diagnóstico sobre la situación de la Iglesia en España y las consecuencias sociales «de un laicismo beligerantemente religioso».

«Tendríamos que estar ciegos para no verlo», aseguró monseñor Adolfo González Montes, obispo de Almería, durante la rueda de prensa, en la que también estuvieron presentes el obispo de Guadix, Ginés García Beltrán, y el secretario general de la CEE, José María Gil.

«La propia Iglesia ha sido responsable de la disolución de la moral cristiana en la sociedad»
Monseñor González Montes

En la primera parte del plan, los prelados admiten su responsabilidad en la debilitada «influencia moral» que la Iglesia tiene en la sociedad. «Nosotros los cristianos, y más todavía los pastores de la Iglesia, tenemos que situarnos humildemente ante el Señor y pedirnos cuentas de nuestras responsabilidades en estos males que ahora lamentamos», señala el texto.

Entre esos males, los prelados destacan la idea difundida «en la cultura dominante de Occidente» de que la religión «no tiene fundamento racional ni científico» por lo que «las creencias son vistas como opciones subjetivas que no pueden ser universalizables ni deben influir en el ordenamiento de la vida pública». «La doctrina católica -aseveran- no es tenida en cuenta como un referente social ni para las leyes ni para las costumbres».

«Cultura del todo vale»

En este proceso de descristianización o secularización, los obispos lamentan que los problemas que implican graves cuestiones morales como la natalidad, el aborto, la educación o el paro «se discutan y se encaucen sin tener en cuenta la moral natural ni la Doctrina Social de la Iglesia».

En esta «cultura del todo vale», la «norma suprema de comportamiento» -añaden- llega a ser «el consenso social», que lleva al ciudadano a interpretar que «lo legal siempre está moralmente permitido». «Para el común basta que algo esté reglamentado por la ley para que se entienda como realmente bueno. Esa disolución de lo moral en lo legal no es asimilable a la conciencia cristiana», añadió monseñor González Montes, quien reconoció que «la propia Iglesia ha sido responsable de la disolución de la moral cristiana en la sociedad». En esta misma línea, el arzobispo electo de Barcelona añadió que «los obispos también tenemos que pasar por el hospital de campaña, hacer una revisión y corregirnos».

«Los obispos también tenemos que pasar por el hospital de campaña, hacer una revisión y corregirnos»
Monseñor Omella

Conscientes de que un buen diagnóstico es parte de la solución, el plan pastoral aprobado en la Asamblea Plenaria del pasado mes de noviembre, propone sobre todo «una revisión de todas las actividades pastorales que ya no prestan hoy el mismo servicio que antes en orden a la transmisión del Evangelio». También invitan a atender la pastoral juvenil en todas sus dimensiones y otorgar «una atención preferente» a los agentes que están al servicio de la transmisión de la fe, como sacerdotes, profesores, catequistas y padres de familia.

El documento, cuyo objetivo «no es imponer la religión católica a la sociedad sino compartir el gozo del Evangelio», también señala la necesidad de hacer un análisis sobre la situación del clero en España y propiciar encuentros «con personas alejadas de la vida de la Iglesia, con los indiferentes a la fe y con los no creyentes», entre otras numerosas acciones.

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