«No han sido los primeros, ni serán los últimos en morir luchando contra la enfermedad»

José María Viadero, presidente de la Fundación Juan Ciudad de la Orden San Juan de Dios y amigo cercano de los religiosos fallecidos por el virus del ébola, Miguel Pajares y Manuel García Viejo, los recuerda al anunciarse el fin del peor brote de la historia

MADRID Actualizado: Guardar
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Para la organizaciones que dejaron todo por ayudar a los afectados por el ébola, hoy no es un día de celebración. No se puede negar la buena noticia de que Liberia sea declarada libre de ébola, siendo el último país que quedaba en la «lista negra» de los tres más afectados por el virus.

Sierra Leona fue declarada libre del virus el pasado 7 de noviembre, mientras que a Guinea le tocó el turno el 29 de diciembre. Hoy, Libera ha pasado ya los 42 días sin que se presenten nuevos casos. Se da por terminado el peor brote de ébola de la historia. ¿Pero qué sucede con los países más afectados?

Se viene lo que la Orden de San Juan de Dios

llama la situación «post-ébola»: «familias enteras destruidas, niños y niñas huérfanos, estigma hacia los supervivientes y el personal sanitario que estuvo en contacto con las personas enfermas o los crematorios, centros de salud cerrados que aún no han podido reabrirse, altas tasas de paro, campos de cultivo abandonados»...

Por eso, y tal como lo hicieron incluso en los peores momentos han luchado por mantener los hospitales que tienen en Monrovia (Liberia), el hospital San José, de donde fue repatriado el hermano misionero Miguel Pajares y el San Juan de Dios de Lunsar (Sierra Leona) donde trabajaba el otro hermano repatriado, Manuel García Viejo.

Estos dos centros fueron clausurados varios meses en 2014 tras el contagio de algunos de sus trabajadores, entre ellos Pajares y García Viejo. Durante el tiempo que los hospitales permanecieron cerrados, se trabajó para adaptarlos al nuevo escenario en donde el ébola iba a ser una constante.

«Nuestro objetivo era empezar a funcionar al cien por cien en enero de este año pero no lo conseguimos. Aún así, estamos funcionando dentro de la normalidad aunque hay que tener en cuenta que con el ébola todo cambió, hay que seguir protocolos de seguridad y eso complica un poco las cosas, además de que al haber cerrado y reabierto tuvimos que adaptarlo todo. Aún así, atendimos un total de 25.000 pacientes en los dos centros», cuenta orgulloso José María Viadero, director de Juan Ciudad, organización de cooperación de la Orden San Juan de Dios.

José María Viadero fue un cercano amigo de Miguel Pajares y Manuel García Viejo, los dos españoles repatriados y que murieron infectados por el virus del ébola en España el 12 de agosto y el 25 de septiembre de 2014, respectivamente.

Al cumplirse casi dos años del inicio el brote y al declararse hoy el fin de la enfermedad en Liberia, Videro hizo balance de lo sucedido. «he sufrido mucho hablando de esto, puede que no haya terminado el duelo, cuando hablo vienen muchos recuerdos, pero me hace bien hablar. Siempre intento verlo como algo positivo», cuenta.

«Escaras en el alma»

A su juicio, con los hermanos se hizo «una gesta, no debemos olvidar lo que pasó, así como tampoco el trabajo de los profesionales y de la gente de allí que ha sufrido mucho. Hay muchas personas que no lo tienen superado y además, los supervivientes están estigmatizados...», lamenta.

A su juicio, «la epidemia se supera, pero quedan escaras en la sociedad y en el alma, cosas que ninguna cirugía puede curar».

En el caso de los hermanos fallecidos considera que «debían estar ahí» pese al fatal destino. «Al saber de la epidemia, Miguel decidió irse pese a que se poría haber quedado. Manuel hizo lo mismo. Se quedaron allí para no dejar a los pacientes solos. Ahora, con el tiempo reflexiono y si lo miras desde el punto de vista de la vocación hospitalaria, lo entiendes. No han sido los primeros, ni serán los últimos en morir luchando contra la enfermedad. No quiero ser trágico. Ellos estuvieron allí porque tenían que estar y eso ha sido lo más importante».

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