José Antonio Lorente Acosta

Muertos pero vivos

En la práctica médica, los errores que se puedan cometer diagnosticando a una persona aún viva como muerta son mínimos, pero las excepciones existen

Ilustración de dos caballeros observando un cadáver para la novela «Maximilien Heller» de Henry Cauvain

José Antonio Lorente Acosta

La muerte conlleva necesariamente el cese de las tres funciones vitales básicas , que son (según ya describió Françoise Bichat en el siglo XVIII) la función cardio-circulatoria, la respiratoria y la nerviosa.

El diagnóstico de lo que en medicina legal llamamos muerte cierta sólo puede hacerse tras haber comprobado que falla de modo irreversible, irrecuperable, al menos una de esas funciones vitales básicas.

Si hay dudas, podemos estar ante lo que se llama muerte aparente , y por ello hay que efectuar las maniobras de reanimación pertinentes. Si no hay respuesta, si persisten las dudas, antes de declarar oficialmente el fallecimiento, el modo de estar seguros de la muerte es observar la aparición de los llamados fenómenos cadavéricos , siendo los principales el enfriamiento, la rigidez y las livideces, que además son signos que se determinan directamente (y en todo caso con la ayuda de un termómetro) y que en un plazo de unos 45-60 minutos pueden ser muy evidentes.

En la práctica médica habitual los errores que se puedan cometer diagnosticando a una persona aún viva como muerta son mínimos, anecdóticos, pero las excepciones existen, sobre todo cuando una persona aparece como muerta sin haber estado bajo control médico . Los profesores de medicina legal y forense enseñamos a nuestros alumnos que hay una serie de circunstancias donde una persona con vida puede aparentar estar muerta.

Situaciones como la catalepsia , que no es en sí una enfermedad sino un cuadro asociado a algunas enfermedades de la esfera neurológica y psiquiátrica, pueden suponer un verdadero reto porque se da una falta de respuesta a los estímulos nerviosos (ejemplo, ante el dolor tras un pellizco fuerte), por la rigidez y porque puede que los latidos cardiacos y la respiración sean apenas perceptibles.

Hay otras causas de muerte aparente, como el tomar ciertos fármacos (especialmente los que son depresores del sistema nervioso central), los fuertes golpes en la cabeza, alteraciones metabólicas graves o el exceso de frío .

Hechos como el de el domingo en Asturias deben hacernos reflexionar sobre la necesidad de ser prudentes y precavidos, de ser diligentes y celosos en todas las actuaciones médicas, incluidas aquellas más cercanas al momento de la muerte.

José Antonio Lorente Acosta es Catedrático de Medicina Legal y Forense por la Universidad de Granada

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