Medio siglo de la «píldora anticonceptiva»

Ha pasado ya más de medio siglo (un mes de junio de hace 57 años) desde la comercialización de la pastilla; y hoy día continúa siendo el método anticonceptivo más utilizado en todo el mundo

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Ha pasado ya más de medio siglo (un mes de junio de hace 57 años) desde la comercialización de la denominada «píldora anticonceptiva»; y hoy día continúa siendo el método anticonceptivo más utilizado en todo el mundo.

La regulación farmacológica de la concepción revolucionó las relaciones sexuales y sociales hasta un punto difícil de asumir desde nuestra percepción actual. De entrada hizo factible desligar sexo y procreación, permitiendo a las mujeres programar sus embarazos y, como resultado, haciendo posible su plena incorporación al mercado laboral. Desde grupos sociales ultraconservadores se advirtió entonces que la «píldora anticonceptiva» socavaría la institución del matrimonio y aumentaría la promiscuidad. Por suerte, los hechos siempre relativizan los extremismos.

Pero, la comercialización de la «píldora anticonceptiva» no solo fue trascendente para la regulación de la procreación sino que modificó aspectos fundamentales de la farmacología.

La realización de extensos y exhaustivos ensayos clínicos (en número de personas involucradas y en duración temporal), así como el surgimiento de los prospectos, el texto escrito de los envases de medicamentos, tal como los conocemos en la actualidad, tiene mucho que ver con la «píldora anticonceptiva». [No obstante, el primer ensayo clínico se realizó para evaluar la eficacia antituberculosa del antibiótico estreptomicina en el año 1948]. La ficha técnica o prospecto no fue inicialmente bien vista por muchos médicos que lo consideraban una intromisión en su relación médico paciente. La información que el paciente recibía acerca de los medicamentos que se le prescribían era una decisión de cada médico.

Éste debía hacer entrega de la información técnica (prospecto) a cada paciente. Sin embargo, en algunos casos, los clínicos desdeñaban la información técnica de los fabricantes por considerarla promocional y, consiguientemente, sesgada. Y, en otros casos, filtraban según su criterio la información que finalmente llegaba a los pacientes. A fin de solventar esta situación anómala el Organismo Regulador de Alimentos y Fármacos norteamericano (FDA, acrónimo de Food and Drug Administration) decidió que esta información se entregase directamente a los pacientes en las farmacias junto con los medicamentos dispensados. Mientras los primeros prospectos estaban redactados en un lenguaje técnico, dado que iban dirigidos a los prescriptores (médicos), la información técnica se ha estandarizado, siendo cada vez más exhaustiva, a la vez que redactada en un lenguaje comprensible, lejos del academicismo de antaño.

Todas estas prácticas (estudios clínicos previos a la comercialización, estudios de seguridad post-comercialización, información escrita contenida en los envases), si bien se inició con la «píldora anticonceptiva», se afianzaron tras la tragedia de la talidomida, coincidente en el tiempo, que será objeto de otro artículo.

La primera «píldora anticonceptiva» que se comercializó fue Enovid®, que asociaba estrógenos y progestágenos en su composición. Su empleo como anticonceptivo fue accidental, como tantas veces sucede en el ámbito de la farmacología. En un principio el preparado se prescribía para tratar «problemas menstruales». La observación de su actividad anticonceptiva eximía a su fabricante (laboratorios Searle) de realizar estudios de seguridad para el feto (estudios de teratogenicidad).

A tal fin, la «píldora anticonceptiva» se evaluó en el más extenso estudio clínico realizado hasta entonces, en el que participaron 897 mujeres, la mayoría de Puerto Rico y Haití. Durante este estudio solo se valoró su eficacia anticonceptiva, pero no se tuvieron en cuenta otros aspectos, tales como el riesgo de cáncer o problemas cardiovasculares. Por esta razón las autoridades sanitarias limitaron a dos años su tiempo de utilización continuado. Su éxito fue abrumador; y esta limitación temporal se soslayaba con facilidad. La comercialización de preparados farmacéuticos similares que asociaban estrógeno y progestágeno, permitía a las mujeres, con la aquiescencia de sus médicos, cambiar a otra marca comercial. Además, muchos médicos hacían caso omiso de la limitación de uso de dos años consecutivos.

Enseguida surgieron los primeros problemas. En noviembre de 1961 (apenas 15 meses después de la comercialización de la primera «píldora anticonceptiva»), un médico británico publicó una reseña en la revista «The Lancet» (referenciada poco después en una prestigiosa revista médica norteamericana, JAMA – acrónimo de Journal of the American Medical Association -), la muerte de una mujer joven por problemas de coagulación vinculados con el empleo regular de la «píldora anticonceptiva». En los meses siguientes se comunicaron otras dos muertes. Y, ya en 1962, la Agencia de Fármacos y Alimentos norteamericana (FDA) tenía registrados 26 casos de problemas de coagulación relacionados con la «píldora anticonceptiva».

Hacia el año 1964 más de cuatro millones de mujeres habían usado la «píldora anticonceptiva» fabricada por el laboratorio Searle. Numerosas marcas registradas inundaron el mercado, haciendo imposible establecer una relación causal entre la «píldora anticonceptiva» y los problemas de coagulación. Ante esta situación se establecieron dos protocolos de actuación que con el tiempo se han convertido en metodologías de rutina en el ámbito de la farmacología. De un lado la creación de «comités de expertos» que revisan la eficacia de los medicamentos comercializados a la luz de las evidencias científicas que van surgiendo; y, de otra parte, la realización de estudios epidemiológicos prospectivos que permitan detectar cualquier efecto adverso de muy baja incidencia que haya podido pasar desapercibido durante los ensayos previos a la comercialización del medicamento.

De hecho, el primer panel de expertos se creó en el año 1965 para evaluar la seguridad de la píldora anticonceptiva. Se denominó Obstetrics and Ginecological Advisory Committee. La vigilancia post-comercialización de todos los medicamentos pasó a considerarse desde entonces una responsabilidad ineludible.

El desarrollo de la «píldora anticonceptiva» fue uno de los mayores negocios en el ámbito de la farmacología. Paradigmático fue el caso de Carl Djerassi, un judío austríaco que llegó a Estados Unidos junto a su madre, siendo niño. Aun cuando en muchas publicaciones se le menciona como el «padre de la píldora anticonceptiva», no es estrictamente verdad.

Carl Djerassi, junto a George Rosenkrantz y el entonces estudiante mexicano Luis Ernesto Miramontes, trabajando en un modesto laboratorio en México DF (laboratorios Syntex) sintetizaron un progestágeno (sosia de la hormona progesterona) denominado Noretisterona (a veces también denominada Noretindrona). Este fue un principio activo fundamental en la formulación posterior de la «píldora anticonceptiva».

En un principio, la investigación se dirigía a tratar los «desarreglos de la fertilidad femenina». Sin embargo, pronto se observó que dosis elevadas de progestágenos y estrógenos inhibían la ovulación. Resultaba, pues, evidente el potencial de estas asociaciones (progestágeno y estrógeno) como mecanismo químico para bloquear la concepción. Muchos laboratorios se mostraron reluctantes en un principio a comercializar la «píldora anticonceptiva» por temor al boicot de los poderosos grupos de presión político-religiosos contrarios al control de la natalidad. Para entender estas controversias hay que situarse en la época, hace más de medio siglo.

Finalmente, durante los primeros años de la década de 1960 se comercializaron distintos preparados anticonceptivos que operaban mediante la asociación de un progestágeno (análogo de la progesterona) y un estrógeno (análogo del estradiol u hormona sexual femenina).

La primera píldora anticonceptiva

Carl Djerassi dio una conferencia para promocionar el uso del preparado farmacéutico anticonceptivo confrontando controversias que si bien al principio eran estrictamente moralistas, pronto se redirigieron al ámbito farmacológico, haciendo hincapié en el riesgo de coagulpatías, cáncer y metrorragias. Estos riesgos, nunca evaluados con objetividad, fueron determinantes para que los preparados anticonceptivos redujesen las dosis de progestágeno y estrógeno que contenían las primeras preparaciones comerciales.

Carl Djerassi se convirtió en un hombre multimillonario. Sus actividades no se limitaron a la investigación química. Fue coleccionista de arte, sobre todo de obras del pintor expresionista germano-suizo Paul Klee; pero también autor de novelas, obras teatrales relacionadas con las políticas de contracepción, ampliamente representadas en teatros de América y Europa, ensayos; fundando en su rancho californiano próximo a Palo Alto, una comunidad de artistas. En el año 1968 Carl Djerassi creó una empresa (Zoecon) para el desarrollo de sistemas para el control de plagas.

Tras el suicidio de su hija, fue dejando de lado la actividad científica para centrarse en las comunidades de artistas, a la que su hija extinta se hallaba vinculada. No hay acuerdo acerca de la edad precisa de la primera «píldora anticonceptiva». Mientras algunos consideran la fecha de su aniversario el 23 de junio de 1960, cuando el Organismo Regulador norteamericano (FDA) autorizó al laboratorio (Searle) su comercialización, otros gustan fecharlo el día 9 de mayo (del mismo año, 1960), Día de la Madre en Estados Unidos cuando la FDA comunicó su intención de autorizarla.

La legalización en España hubo de esperar hasta octubre de 1978, si bien desde 1964 se utilizaba con este fin un preparado comercializado como Anovial-21®, que solía prescribirse con el eufemismo de «regulador del ciclo menstrual».

En los últimos años, la regulación farmacológica de la concepción se ha complicado con la comercialización de la denominada «píldora abortiva» (Mifepristona o RU486 en su designación preclínica) y la «píldora post-coital».

La semántica es importante. Hay que diferenciar entre anticonceptivos o anovulatorios (fármacos que previenen los embarazos impidiendo la ovulación), contraceptivos (impiden la implantación en el útero del óvulo fecundado), y abortivos (que interrumpen una gestación en curso).

La denominada «contracepción plan B», más conocida como «píldora del día siguiente» (a una relación sexual) es una sustancia hormonal, Levonorgestrol, derivado de la progesterona. En España la «píldora post-coital» se comercializó en 2001, siendo necesaria la toma de dos comprimidos idénticos espaciados varias horas. En el mes de abril de 2006 el fabricante concentró la dosis total en un único comprimido. La libre dispensación (primero en Servicios de Urgencia Hospitalarios), actualmente en farmacias, a menores de edad creó una importante controversia en casi todos los países donde se comercializó. Sin embargo, la liberación de su dispensación se ha producido incluso en países donde el aborto continúa siendo una práctica ilegal, como México y Venezuela.

No están exentos de razón quienes ven imprudente la libre dispensación de este medicamento (como de cualquier otro) a menores de edad; ni quienes consideran que existe un riesgo no desdeñable de mayor incidencia de enfermedades de transmisión sexual, incluida alguna hoy día incurable como el SIDA. Pero, al mismo tiempo hay que considerar que con la libre dispensación de la «píldora post-coital» se puede reducir el número de abortos, con el sufrimiento psicológico y físico que conlleva. Los legisladores han de ser muy cautos para no agrandar la fractura entre las leyes y la sociedad a la que han de proteger y representar simultáneamente. No es menor la función de los educadores para ayudar y orientar a los adolescentes en la asunción de los retos y riesgos de una sociedad con tambaleantes principios éticos.

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*José Manuel López Tricas es farmáceutico especialista en Farmacia Hospital de Zaragoza; y Ángela Álvarez de Toledo Bayarte es farmáceutica comunitaria de Sevilla.

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