Religión

Juan José Omella: «No soy político, ni voy a hacer política a Cataluña»

En una entrevista a ABC, el recién nombrado arzobispo de Barcelona, reconoce que asume el cargo «con un poco de miedo, pero no escénico, porque en Cataluña la gente es muy acogedora. Su historia es la de un pueblo que ha acogido a mucha gente migrante»

Castelserás (Teruel) Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Juan José Omella habla desde Logroño pero retiene el acento maño con profundidad. Su pueblo natal se sitúa a menos de diez kilómetros de la provincia de Tarragona, así que -además de francés e italiano- domina el «chapurriao», mezcla de catalán y castellano, que se habla en Cretas (Teruel). De hecho, el nombrado ayer arzobispo de Barcelona ironiza con que «entenderá» perfectamente al interlocutor en su nuevo destino, gracias a ese dialecto algo enrevesado propio de la Franja de Aragón. «Hablo un catalán malo, pero el catalán me entiende», dice entre chascarrillos, aunque este factor ha sido clave. Como también lo ha sido su relación más que estrecha con el Papa Francisco. Aunque él se muestra discreto en esta conversación con ABC, su círculo eclesiástico confirma: «Va y viene a Roma cada quince días.

Su trato es directo con el Pontífice».

En su parroquia de Alcañiz, donde ejerció más de cinco años su labor pastoral, describen al nuevo arzobispo como «cizañero, le encanta la broma», «discutidor, si uno decía frío, él decía caliente hasta que se llegaba al acuerdo». Y tenía una pasión: el teatro, así que impulsó en más de una parroquia, como en el pueblo de Luis Buñuel, el grupo de teatro local. En el municipio de Castelserás, recuperó hasta las procesiones de Semana Santa en un momento de desacuerdo municipal. «Cuando se fue, recuerdo cómo medio pueblo le siguió hasta su siguiente destino para oírle dar misa», dice José Antonio Foz, a quien casó en una ermita cercana el hoy obispo.

Que Omella haya sido elegido como el nuevo jefe de la Iglesia catalana hay que entenderlo como es: junto a Carlos Osoro en Madrid, el hasta ayer obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño es el hombre del Papa Francisco en España. Jorge Mario Bergoglio lo designó hace pocos meses miembro de la Congregación de Obispos y con su nombramiento marca su deseo de no caminar hacia posiciones partidistas desde las cabezas visibles de la Iglesia. «Si tiene un talento y un don es que Juan José sabe escuchar», dice el párroco De las Heras, y así atiende a este periódico, rememorando anécdotas juveniles en el Bajo Aragón turolense, que dice fue una época para él «muy placentera y que revive con nostalgia» y con una respuesta homogénea: tender la mano, humilde, y escuchar.

-¿Qué significa para usted su nombramiento?

-Es un servicio más a la Iglesia. Nada más. Unas veces te mandan de cura a un pueblo, otras de obispo, y ahora a Barcelona.

-El lector puede pensar que usted ya era obispo. ¿Cuál es la diferencia o la importancia del ascenso que el Papa ha confirmado para usted?

-En realidad, el arzobispo es una especie de coordinador de la labor de las diócesis de toda la zona y es la forma de que todas vayan con la misma labor, y no cada una por su lado.

-Dicen que usted siempre se define como cura. ¿Qué añora usted de su paso por las parroquias del Bajo Aragón y de su labor como sacerdote?

-Fueron años muy bonitos. Estuve muy a gusto; siento nostalgia de ese conocer a la gente, de dar misa, compartir el teatro, caminar en procesión y merendar con los más jóvenes. En suma, el trabajo directo de la parroquia, donde conoces a todo el mundo, porque en los pueblos si el perro está enfermo lo sabes, y si se le ha perdido la gallina al vecino, y te ayudas entre todos. La gente de la tierra es majísima, y quizá en la ciudad trabajas con mayor anonimato, aunque en Logroño, que tiene 150.000 habitantes, también conoces al final a mucha gente. Echo de menos el trabajo directo, que conectas con tu mensaje de una forma más directa.

-¿Le asusta el nuevo destino?

-Entra un poco de miedo, pero no escénico, reparo, porque sabes que es una gran ciudad y que esa labor directa es algo más complicada. Pero yo no he buscado ser obispo ni lo he pedido. Sé que Dios me acompañará, por eso voy confiado en el Señor y sabiendo también que los catalanes, que los conozco bien porque mi pueblo está al lado y media familia mía está en Cataluña, son gente muy acogedora. Su historia es la de un pueblo que ha acogido a mucha gente migrante, como la de Aragón, que hablan catalán, tienen una historia y una cultura que hay que conocer. Lo importante es olvidarse de uno mismo. No se puede decir de entrada «no me gusta Cataluña como destino», o decir «no me gusta lo que defienden», sino que hay que entender a las personas, y tendrán una razón para defenderlo. Lo que hay que hacer es escuchar.

-¿Qué postura va a adoptar la Iglesia catalana ante el devenir del proceso rupturista con España?

-No soy político, ni voy a hacer política. No voy al Parlament. Voy a pastorear, a abrir la mano, a escuchar a la gente, con el corazón abierto y sobre todo a caminar juntos, por eso tiendo la mano a unos y a otros. Detrás de una ideología, solo hay hombres, un ser humano, y yo voy a caminar con él, juntos en fraternidad.

-Entonces, ¿cómo se ha tomado las críticas de aquellos sectores que querían un obispo catalán y se han encontrado con un aragonés?

-Pues a los que querían un obispo catalán, yo les diría que los entiendo perfectamente (risas). Y si me dijese que critican que para Aragón vaya un obispo catalán, también le diría que los entiendo. Una vez vino un soriano como obispo cuando yo estaba en Zaragoza de auxiliar y en diez minutos vimos lo positivo que tenía. Lo importante es que camines juntos y te quieran y les quieras. Eso empieza en mí.

-Pero las últimas elecciones catalanas han hecho más difícil el papel de la Iglesia en Cataluña. Un compañero suyo de sacerdocio me decñia «fácil no se lo van a poner siendo usted no independentista»…

-El cura camina con todas las ovejas y entre las ovejas hay pensamientos de toda clase, es el momento de entenderlos, voy a huir del enfrentamiento, lo mío es el acercamiento. Voy con la actitud del pastor que va a pastorear la Iglesia. Ante las dificultades tienes que sacer lo mejor de ti mismo, como ocurrió con la crisis económica. Un ejemplo es Cáritas. Hay que lamer las heridas y sacar lo mejor de nosotros mismos y la labor de la Iglesia.

-¿Qué le une a Francisco? Hábleme de su relación

-Mucha gente dice que hasta nos parecemos, pero yo reniego. Soy muy distinto. Lo veo muy santo, muy culto, es un hombre de Dios y muy inteligente. Quizás nos vean parecido porque movemos la mano igual [ríe].

Ver los comentarios