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FIN AL BROTE DEL ÉBOLA

Hablan los supervivientes en Liberia al ébola: «La situación era desesperada»

Cerca de 5.000 personas perdieron la vida por el virus en Liberia. Las historias personales mejor que los números.

Corresponsal en Accra Actualizado: Guardar
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Más de 28.000 casos después, comienza un esperanzador amanecer. Liberia declarará este jueves sus fronteras libres del virus del ébola después de haber superado los 42 días (el doble del periodo de incubación, 21 días) sin que se hayan registrado nuevos contagios. Con ello, se pone fin al brote iniciado en diciembre de 2013 al oeste de África, con Sierra Leona y Guinea Conakry también libres de la enfermedad.

Según las últimas cifras de Naciones Unidas, Liberia ha sufrido 10.675 casos de ébola, con 4.809 muertes. Mientras, la crisis dejó en Sierra Leona 14.122 contagios y 3.955 fallecidos; y en Guinea 3.804 casos, con 2.536 muertes. Sin embargo, para entender de forma más adecuada qué ha supuesto esta crisis en Liberia, sirvan las historias personales mejor que los números.

La pesadilla de Zangota

Marzo de 2014. En una diminuta habitación apenas ventilada, Krubo Mamaie se desgañita en atenciones sobre su marido enfermo. Días antes, esta pareja residente en Zangota, una ciudad en el condado liberiano de Lofa, ha regresado de la vecina Guinea, donde ambos asistieron a una ceremonia fúnebre.

A pesar de los cuidados, las largas jornadas de fiebre y vómitos acabarán cobrándose la vida de Mamaie. Tras su muerte, el cuerpo es conducido a la localidad cercana de Letisu para llevar a cabo el entierro. Éste se realiza de forma tradicional, donde el cadáver es lavado y revestido de besos por parte de los familiares.

Entonces, en la localidad de Zangota, nadie podía pensar que el mal al que entregaban sus labios se llamaba ébola. Solos días después, todo aquel que había asistido al cortejo funerario acabaría perdiendo la vida reducido por la enfermedad. Es cierto que, en la vecina Guinea, un brote del virus ya era una realidad (éste se había iniciado en diciembre de 2013). No obstante, en Liberia las informaciones llegan con cuentagotas. En las semanas posteriores, al menos 70 personas de la pequeña comunidad de Zangota perderán la vida. Comenzaba la pesadilla en Liberia.

El cautiverio de Ponpon

Agosto de 2014. El brote es visible en la capital del país, Monrovia. Allí, Archie Ponpon es un ser cautivo, un prisionero en su propio hogar. ¿Su delito? Ser hijo de la bosta, de la mierda sin eufemismo.

Ese mes, la presidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf (premio Nobel de la Paz en 2011), ordena la puesta en cuarentena del asentamiento donde reside este activista pro derechos humanos y cerca de otras 75.000 personas más: West Point, situado en Monrovia, y uno de los más populosos de la ciudad. «Nadie podía salir ni entrar del lugar. La gente ni siquiera acudía a trabajar y estábamos sin suministros. La situación era desesperada», recuerda a ABC.

La decisión tenía lugar después de que al menos 17 enfermos de una clínica de aislamiento de ébola, situada en el barrio chabolista, escaparan en la madrugada.

La fuga masiva, motivo del infortunio de Ponpon, se produjo cuando varios asaltantes irrumpieron en el centro al grito de «no (hay) ébola, Ellen está arruinada (en referencia a la mandataria liberiana). Quiere más dinero. Está mintiendo sobre el ébola».

Posteriormente, el Gobierno de Liberia decretaría la situación de cuarentena en el asentamiento. Las protestas desembocarían en enfrentamientos entre las fuerzas armadas y la población civil.

La lucha de las batas blancas

Primera mitad de 2015. La mejora de los números de ébola en Liberia demuestra la importancia de potenciar el sistema sanitario local. Según el Atlas de la Sanidad Mundial, publicado por la Organización de la Salud, en Liberia, el número de médicos por cada 10.000 habitantes es de 0.1 (en España, de 37). Y eso, teniendo en cuenta que estas cifras son un promedio entre 2006 y 2013. Por ejemplo, antes de que se desatara la epidemia, el número de galenos liberianos apenas era de 250, para una población cercana a los cuatro millones.

Los últimos casos

3 de diciembre de 2015. Con lentitud, Nathan Gbotoe y su hijo, Abraham, abandonan el centro de tratamiento Paynesville para el ébola. Han superado la enfermedad. A pesar de ello, el primogénito de la familia, de nombre igual a su padre, no ha tenido tanta suerte. Con 15 años, su vida es pasto del mal. Fue un cúmulo de desdichas. De forma extraña, el contagio se anunció dos meses después de que la OMS hubiera declarado por primera vez a Liberia libre del virus. Las autoridades todavía dan vueltas a la cabeza cómo se produjo la transferencia.

Los Gbotoe se convierten así en los últimos casos conocidos del brote. Los supervivientes de una epidemia que ha dejado por el camino 11.300 muertes. Comienza un esperanzador amanecer en Liberia. Y, sobre todo, en el Oeste de África.

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