Centro de desintoxicación en Esados Unidos
Centro de desintoxicación en Esados Unidos - AFP

La epidemia de heroína y opiáceos deja 125 muertos cada día en EE.UU.

Barack Obama propone afrontar la adicción a los analgésicos opiácesos no como un problema criminal, sino de salud pública

Lanza un plan dotado con 1.100 millones de dólares para frenar esta lacra

Corresponsal en Nueva York Actualizado: Guardar
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«La guerra a la droga ha sido un completo fracaso». Son palabras de Barack Obama en enero de 2004, cuando todavía era un senador en Illinois y convertirse en presidente de EE.UU. ni siquiera estaba en su hoja de ruta. Ahora, doce años (siete de ellos en la Casa Blanca) después y con poco margen de reacción, Obama muestra por fin una intención clara de dar un volantazo a cómo EE.UU. enfrente el problema de los estupefacientes, en particular, la epidemia de uso de heroína y medicamentos opiáceos que sacude al país.

La «guerra a la droga», así denominada por primera vez por el presidente Richard Nixon, y continuada por todos sus sucesores se ha gastado miles de millones de dólares en la criminalización y persecución de la producción, tráfico y consumo de sustancias prohibidas. La realidad ha demostrado que ha sido una estrategia fallida, que solo ha conseguido llenar las cárceles de personas -sobre todo negras- relacionadas con la droga y que no ha evitado que el consumo se dispare.

En heroína y opiáceos, EE.UU. vive una verdadera epidemia, por la que en 2014 morían 125 estadounidenses cada día.

«La adicción a las drogas ha sido tratada durante demasiado tiempo desde el prisma de la justicia criminal», afirmó Obama este martes en Atlanta durante la Cumbre Nacional sobre Abuso de Medicamentos y Heroína. «Lo más importante es reducir la demanda. Y la única manera de hacerlo es a través de tratamiento, considerarlo un problema de salud pública, no un problema criminal».

La sobredosis por opiáceos -tanto heroína como medicamentos habituales como oxicodona o hidrocodona- es la primera causa de muerte accidental en EE.UU. y su prevalencia no deja de crecer. En 2014, el último año con datos completos de los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades (CDC, en sus siglas en inglés), se batió el récord de este tipo de fallecimientos, que crecieron un 14% con respecto a 2013.

«Vemos cómo más gente muere por sobredosis de opiáceos que por accidentes de tráfico», lamentó Obama en Atlanta, donde tuvo la oportunidad de conocer de primera mano casos como el de Crystal Oerte, una madre de dos hijos de Ohio, de 35 años, que pasó de consumir el analgésico Vicodin por diversión a engancharse a la oxicodona y finalmente, a la heroína. También el de Justin Riley, que empezó a tontear con medicamentos para el sueño desde los ocho años.

En su primer libro, «Dreams From My Father», publicado en 1995, Obama reconoció haber consumido marihuana y cocaína en sus años de adolescencia y que no probó la heroína porque no le gustaba el camello que la vendía. «Cuando era un chaval, era, ¿cómo decirlo?, no tan responsable como lo soy hoy», dijo desde Atlanta. «Tuve suerte porque, por la razón que fuera, la adicción no me atrapó, con la excepción de los cigarrillos».

El mandatario aprovechó su comparecencia para exigir apoyo a su plan, presentado el mes pasado, de emplear 1.100 millones de dólares en la lucha contra la epidemia de opiáceos. La mañana antes de su intervención, la Casa Blanca había presentado una serie de medidas alejadas de la criminalización de consumidores y traficantes: ampliar el acceso a tratamiento para adictos, mejorar los programas de metadona y de provisión de jeringuillas, dotar de más medicamentos contra la sobredosis, invertir en tratamiento de salud mental o aumentar el número de doctores y los límites en la prescripción de medicamentos contra la adicción.

Prevención de la sobredosis

En una teleconferencia con periodistas, el director de la Oficina Nacional para Políticas de Control de Drogas, Michael Botticelli, defendió que «los estudios muestran con claridad que esta estratega, combinada con terapias de comportamiento, es más efectiva en la rehabilitación de adictos y en la prevención de sobredosis».

«El único pero que se le puedo poner es que han tardado mucho en hacerlo», aseguró a «The New York Times» Carl Sullivan, director del servicio de adicciones de la Facultad de Medicina de la Universidad de West Virginia, uno de los estados donde más se ha cebado la epidemia de opiáceos.

Grant Smith, vice director de la Drug Policy Alliance, también criticó que Obama haya tardado casi dos mandatos enteros para conseguir cambiar la estrategia de su administración sobre drogas, pero sobre todo lamentó que no haya reconocido «que debemos cambiar el papel de las fuerzas de seguridad y acabar con las penas criminales si de verdad queremos enfrentarnos a esta crisis como un asunto de salud».

Otros ven un problema más de fondo. La epidemia de heroína ha sido una realidad en los barrios marginales de todo EE.UU. desde los años 80, sobre todo en la minoría negra. El aumento disparado de la última década tiene que ver con una cultura de prescripción de opiáceos indiscriminada para tratar el dolor y con factores sociales como el empobrecimiento de las clases medias. Cuando el médico ya no da más recetas, la heroína -más barata incluso que los medicamentos- espera en la calle.

«Tenemos que ser honestos sobre esto», reconoció Obama el martes. «La dificultad de hacer hincapié en el tratamiento frente al encarcelamiento se debe en parte al hecho de que la población afectada en el pasado era vista o identificada como pobre, como minoría».

El demócrata de la Cámara de Representantes Elijah Cummings utilizó la semana pasada el mismo argumento, pero con más vigor. «En Baltimore [una ciudad de Maryland, el estado al que representa], donde muchas de las víctimas era pobres y negras, nuestro país trató este asunto como una guerra, no como una emergencia de salud pública. Hemos encarcelado a una generación en lugar de darle el tratamiento que necesitaba».

Cummings explicó que, entre 2006 y 2013, el número de personas que probaban por primera vez la heroína se duplicó, y el 90% eran blancos. Hoy son enfermos con desórdenes por consumo de opiáceos. Antes solo eran yonquis.

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