Alimentación

Cuidado con lo que come, puede ser tan adictivo como el tabaco

El periodista Michael Moss, ganador de un premio Pulitzer por su investigación sobre la industria alimentaria, habla con ABC sore el peligro de consumir ciertos productos

MADRID Actualizado: Guardar
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La «comida basura» engancha. Y mucho. Probablemente ya lo sabía y, por temporadas, intenta evitar a toda costa pizzas y hamburguesas. El problema es que no solo eso es «comida basura». Zumos envasados, algunos quesos, refrescos, platos preparados, incluso ciertas marcas de yogur. Puede que lleve años «enganchado» a estos alimentos y ni siquiera lo sepa. Es posible, incluso, que esté convencido de llevar una dieta saludable sin ser consciente de la cantidad de azúcar y sal que ingiere cuando come esos productos que el marketing le vende como sanos. Quien le hace esta advertencia es Michael Moss, cuyo análisis sobre la industria alimentaria en «Adictos a la comida basura» (Deusto) bien le ha valido un premio Pulitzer.

El reputado periodista de «The New York Times» ha investigado durante décadas a las grandes empresas de alimentación y su relato sobre la «manipulación» a la que, dice, está sometido el cliente es cuanto menos impactante. «Debido a los poderes notables de la grasa la industria de los alimentos procesados se apoya en ella como en ningún otro componente. La grasa convierte a patatas sosas en maravillas crujientes, a panes resecos en barras tiernas. Da más volumen y una textura más firme a las galletas». Se trata de una de las muchas conclusiones a las que llega en su libro Michael Moss, a quien este diario ha preguntado sobre el papel que la grasa, el azúcar y otras «sustandcias trampa» juegan en nuestro día a día.

¿Está diseñada la industria alimentaria de acuerdo a intereses económicos?

Totalmente. La industria alimentaria está formada por compañías que tan solo buscan ganar la mayor cantidad de dinero posible. Para ello, lógicamente, necesitan vender un grueso considerable de productos. Cierto es que esta es la lógica de cualquier empresa, pero cuando hablamos de alimentación el objetivo monetario acaba por repercutir en la salud del consumidor. Ha sido en los últimos tiempos cuando las grandes compañías han iniciado una paulatina reducción de sustancias que crean dependencia, como el azúcar y la sal. Y esto es debido, con total seguridad, a la conciencia que el cliente ha tomado de su propio cuerpo y de la necesidad de cuidarse.

Si la situación, como dice, está mejorando, entonces todavía hay esperanza para la industria alimentaria...

Claro que sí. Los consumidores y esta necesidad de mejorar su salud han generado una presión sin precedentes en las empresas, que han reaccionado creando mejores productos. Lo ideal sería que las compañías lograran poner en el mercado productos sin sustancias tan adictivas como el azúcar y que siguieran obteniendo beneficios.

¿Qué es lo que más le ha sorprendido durante su investigación a este tipo de empresas?

Lo más sorpendente, sin duda, ha sido comprobar cómo las empresas son totalmente dependientes de la sal y el azúcar. Y no es por el sabor o el resultado del producto. Su motivo no es otro que la necesidad constante de crear sustancias «low-cost» y apetecibles, productos que puedan , además, permanecer largas temporadas en la estantería de una tienda hasta que el consumidor agote las existencias.

¿Y los gobiernos? ¿No llevan a cabo las regulaciones necesarias para controlar esta tendencia?

Lo cierto es que, en muchos casos, las empresas de alimentación tienen más poder que muchos gobiernos.

Tras la publicación de este libro y la información a la que ha tenido acceso, ¿retiraría del mercado algún producto en concreto?

Personalmente preferiría que las calorías que ingiero no vinieran de una bebida que tomo para calmar mi sed. Prohibiría o reduciría drásticamente los refrescos y los zumos envasados repletos de azúcar.

«Hay empresas que tienen más poder que muchos gobiernos»

¿Considera exagerado comparar la «comida basura» con el tabaco en términos de adicción?

No lo es. No compararía la «comida basura» con otro tipo de drogas porque sería una afirmación arriesgada, pero los datos demuestran que sí que es comparable al tabaco. [Michael Moss revela en «Adictos a la comida basura» documentación que demuestra cómo representantes de la empresa tabaquera Philip Morris guiaban a compañías alimentarias en determinadas cuestiones a la hora de incrementar ventas].

— Cuando habla de alimentos que la industria vende como saludables pero en realidad no lo son tanto, ¿a qué tipo de productos se refiere?

Entre otros al yogur, un alimento saludable hace algunos años pero que la industria ha deteriorado. Las compañías de alimentación comenzaron un día a introducir tantos azúcares en este producto que hoy da igual tomar un yogur que comerse un helado. Es algo que también ocurre con el pan y con algunos quesos repletos de grasas saturadas. También con los zumos envasados, llenos de azúcar. Podría hacer una larga lista repelta de productos que el consumidor compra pensando que son saludables pero que, ciertamente, no están haciendo ningún favor a su organismo.

¿Cree que los consejeros delegados de ciertas empresas de alimentación consumen los productos a los que ellos mismos dan luz verde?

Para nada. De hecho esta es una de las grandes sorpresas que me he llevado durante la investigación. Los consumidores se sorpenderían al comprobar cómo muchos responsables de la industria alimentaria no consumen sus propios productos.

¿Cómo cree que las empresas de alimentación lograron generar ese sentimiento de adicción en el consumidor?

No ha sido complicado, ya que han creado la ecuación perfecta con los ingredientes idóneos: sal, azúcar y grasa. Esto, unido a un importante ejercicio de marketing, ha logrado dar con el sentimiento de adicción que se buscaba. La gente come y come sin parar, incluso sin tener hambre.

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