La crisis del ébola cumple dos años

Los actuales números permiten ser optimistas sobre el fin de la epidemia: Liberia daba de alta esta semana a sus dos últimos pacientes, mientras que en Guinea el caso más reciente se remonta a la primeros de noviembre

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Con 28.637 casos y 11.315 muertes, nadie celebrará la efeméride . El 6 de diciembre de 2013, Emile Ouamouno, un niño de apenas dos años residente en Meliandou, en la región de Guéckédou, al sur de Guinea, perdía la vida. Su muerte se producía casi de forma paralela al fallecimiento de su hermana Philomene, de tres años; su madre, Sia, entonces embarazada; y su abuela, Koumba. El pequeño Ouamouno había registrado un cuadro de diarrea y vómitos cuatro días antes, el 2 de diciembre.

«Desconocíamos qué era y cómo contenerlo», reconocía entonces a ABC en conversación telefónica Maddy Savane, residente en la región. En los días sucesivos, al menos otras siete personas serían contagiadas de esta terrible y extraña enfermedad.

«A mi hijo simplemente le gustaba escuchar la radio», aseguraba el padre del «caso cero», Etienne, en una reciente entrevista.

Dos meses después, a mediados de febrero, el director del hospital regional de la vecina Macenta visitaba a un paciente que sufría de una terrible fiebre, acompañada de vómitos severos y diarrea con sangre. En unas semanas, todo el personal que componía el equipo médico comenzó a desarrollar los mismos síntomas. Una veintena de personas fueron contagiadas.

No obstante, la respuesta oficial de lo que estaba ocurriendo al sur de Guinea tardaría aún un mes en llegar: A finales de marzo, el Gobierno de Conakry confirmaba el brote de ébola en sus fronteras. Entonces, al menos 59 personas habían perdido la vida, con 86 posibles contagios.

La hipótesis más probable es que la epidemia originada en Guinée Forestière (la selva húmeda guineana) se hubiera producido debido al contacto del pequeño Ouamouno con algún murciélago infectado con el virus. Después, los continuos desplazamientos de población habrían hecho el resto.

Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. El pasado 4 de abril, la máxima autoridad médica de Liberia, Bernice Dahn, reconocía a este diario sus temores de que la epidemia de ébola que se había iniciado en Guinea hubiera logrado cruzar la frontera hacia su país. «Uno de los primeros casos, sino el primero, es el de un hombre que había acudido al bosque para poner 500 trampas para murciélagos. Posteriormente, a su regreso, comenzó a enfermar», destacaba la jefa médica.

Entonces, el número global total de muertes era de 84, con 134 casos confirmados. La práctica totalidad, al sur de Guinea. Ocho meses después de sus palabras, solo en Liberia se habían producido 7.244 contagios, con 4.181 muertes y el brote se había ampliado a Sierra Leona. Más concluyente aún resulta que la propia Bernice, máxima autoridad local frente a la crisis de ébola, iniciara a comienzos de octubre de 2014 una cuarentena, después de que su asistente contrajera el virus. No obstante, la jefa médica liberiana recobraría finalmente la salud.

A comienzos del pasado noviembre, Sierra Leona declaraba sus fronteras libres del virus después de haber superado los 42 días (el doble del periodo de incubación, 21 días) sin que se hubieran registrado nuevos contagios. Tras 14.089 casos, con 3.955 muertes, comenzaba un nuevo amanecer en el país africano.

Mientras, el brote continúa activo en Guinea Conakry (3.804 contagios y 2.536 fallecidos) y Liberia (10.666 infectados y 4.806 muertes).

Sin embargo, hay más que motivos para ser optimistas. El pasado jueves, Liberia daba de alta a sus dos últimos pacientes, iniciando (por tercera vez) la cuenta atrás para declararse libre del virus.

De igual modo, en Guinea el caso más reciente se remonta a la semana del 1 al 8 de noviembre. ¿La esperanza? Que 2016 sea el año del fin de la crisis.

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