El pulso del planeta

La contaminación daña el cerebro de los niños

Un estudio de Unicef alerta de que la polución lastra el desarrollo cognitivo de 17 millones de niños en los países emergentes de Asia

Una mujer y su hijo se protegen del «smog» CHINAFOTOPRESS
Pablo M. Díez

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Es el alto precio del progreso . En forma de enfermedades respiratorias e incluso de cáncer de pulmón, los perniciosos efectos de la contaminación son cada vez más trágicamente visibles en las sociedades avanzadas. A dichos males, conocidos y estudiados ya desde hace años, se suman ahora nuevas dolencias provocadas por la polución sobre los más débiles e indefensos: los niños.

A tenor de un reciente informe de Unicef, el aire contaminado puede dañar gravemente el tejido cerebral de los bebés y afectar a su desarrollo cognitivo. Así se aprecia en los países emergentes de Asia, donde su frenético crecimiento económico de las últimas décadas ha disparado la polución y está afectando ya seriamente a los más jóvenes.

En el sur de Asia, sobre todo en la India y Bangladés, se calcula que más de 12 millones de niños con menos de un año viven en zonas con unos niveles de polución que superan seis veces los niveles considerados seguros por la Organización Mundial de la Salud (OMS). A ellos hay que añadir otros cuatro millones más en Asia Oriental, sobre todo en China, y en las naciones en vías de desarrollo del Pacífico.

«Mientras más y más países del mundo se urbanizan sin la protección adecuada y sin las medidas para reducir la contaminación, más niños estarán en riesgo en los próximos años», advierte Unicef. Su estudio ha detectado la conexión entre ambientes con elevados índices de polución y una deficiente «memoria y coeficiente intelectual verbal y no verbal , notas más bajas en los exámenes y otros problemas de comportamiento neurológico». Así, el rendimiento escolar de los niños se puede ver directamente afectado por factores ambientales como la contaminación.

Las conclusiones de este informe son especialmente preocupantes porque coincide con la última alerta sanitaria que ha sacudido a la capital de la India, Nueva Delhi, durante este otoño. Con unos índices que han superado los 700 microgramos de partículas PM 2,5, tan finas que se cuelan en los pulmones y provocan gravísimas enfermedades respiratorias, esta megalópolis se ha visto oculta durante semanas por una espesa niebla tóxica causada por la polución («smog»). Una muestra más del desarrollo insostenible que sufren los países emergentes debido a la proliferación de coches e industrias pesadas muy contaminantes que funcionan sin los preceptivos informes de impacto medioambiental.

Lo mismo ocurre en China, el otro gigante emergente de Asia, donde la llegada del invierno suele disparar la polución por las estufas de la calefacción que funcionan con carbón, sobre todo en Pekín. En el norte de China, la contaminación es tan fuerte que se calcula que puede restar hasta tres años de vida a sus habitantes, en comparación con el sur. Al ambiente apocalíptico de Pekín en invierno, cubierto por una oscura nebulosa que parece sacada de la película «Blade Runner», se suman las devastadoras consecuencias de la polución sobre el cerebro de los niños.

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