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La carta a Franco que salvó Doñana de ser un secarral

Por primera vez se expone la misiva íntegra escrita por el biólogo Bernis y enviada por los propietarios del Coto

MADRID Actualizado: Guardar
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Corría el mes de abril de 1953. Francisco Franco visita Doñana con el propósito de dedicar una jornada a la caza y allí se encuentra con Manuel González Gordon, dueño de las bodegas González Byass y copropietario de una de las dos propiedades que conformaban el Coto. En aquel entonces los trabajos de plantación de eucaliptos estaban en marcha, como en otros tantos lugares de España, y el general pregunta a González-Gordon y su hijo Mauricio si esas repoblaciones podrían dañar en algo a la caza en ese paraje. Pero sus interlocutores no aciertan más que a contestar, tímidamente, que «todavía no la había perjudicado». [Acceda a la misiva completa].

Así se recoge en una carta que -se presume que arrepentidos de su timidez ante Franco y viendo los efectos que la plantación de eucaliptales estaba ya provocando en la zona-, los González-Gordon encargan a Francisco Bernis, biólogo y ornitólogo, impulsor de la Sociedad España de Ornitología (hoy SEO/BirdLife), quien un año antes (1952) había realizado la primera expedición a Doñana junto al insigne biólogo José Antonio Valverde.

Esa carta, a la que ha tenido acceso ABC, se expone por primera vez íntegra en nuestro país, en una muestra que desde mañana podrá verse en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, junto a artículos personales de Bernis, con motivo del centenario de su nacimiento.

Cristina Bernis, la mediana de sus tres hijos y única de ellos que ha seguido en parte los pasos de su padre, pues es bióloga aunque dedicada a la antropología biológica, cree que los González-Gordon «encargan esa carta a mi padre porque él les había enviado un resumen de las conclusiones de su expedición al Coto un año antes, pues eran los propietarios, y pienso que le dijeron que por qué no lo redactaba de una forma que se lo pudieran enviar a Franco para que conociera los efectos de las plantaciones de eucalipto, que ya habían empezado no solo allí, sino en muchos sitios de España para producir y producir…».

Los González Byass -prosigue la hija de Bernis- «no se habían atrevido a decir que no, pues habían recibido una comunicación diciendo que o se ponían a plantar los eucaliptos o les expropiaban sus tierras. Entonces le pidieron a mi padre que la escribiera, aunque la remiten ellos».

Y relatando ese encuentro en el Coto comienza Bernis la misiva que salvó a las marismas de ser desecadas para tierras de cultivo y eucaliptales, argumentando que «la pregunta de Su Excelencia bien merece una respuesta mucho más explícita y extensa».

Y lo fue. Son 11 hojas mecanografiadas, y fechadas en Jerez de la Frontera el 3 de noviembre de 1953, eso es, siete meses después de la visita de Franco, donde se expone con suma claridad su posición ante la repoblación: «Si el plan de repoblación previsto continúa adelante, entonces Doñana quedaría condenado a desaparecer como gran paraíso cinegético y zoológico».

Como cuenta su hija, esa carta nunca obtuvo respuesta, pero las tareas de repoblación en las tierras de Doñana cesaron poco tiempo después sin previo aviso ni explicación.

Argumentos de peso

Parece que a Franco le convencieron los argumentos que uno a uno fue exponiendo Bernis en esa carta. Muy hábilmente, recuerda su hija, destaca continuamente la vertiente cinegética del paraje, pues de sobra era conocida la afición de Franco a la caza, y esto lo va trufando con los valores naturales que atesora Doñana.

Así, por un lado explica que «se precia de ser el más castizo monte de caza mayor y menor que hay en España»; se refiere a las «afamadas» cacerías de aves, aunque bajo control e «impecable deportividad»; y a jabalíes, ciervos y gamos pero sin olvidar al lince y al águila imperial, «uno de los timbres de orgullo del Coto», para más adelante exponer que la fauna que alberga el Coto carece de parangón: «El Coto de Doñana es, ante todo, una preciosa reliquia de naturaleza virgen, en cuyo seno se alberga quizás la más formidable y famosa comunidad zoológica que pervive en Europa».

Aunque la carta no la firma Bernis por tratarse de un encargo de sus amigos -cuenta su hija Cristina- «yo reconozco en ella a mi padre». Por ejemplo, «la misma palabra formidable, era muy típica de él». Pero también sus ideas. «Eran los años 50 y él tenía ya una visión clarísima y global de lo que tenía que ser la conservación de la naturaleza», apunta.

Y es que algunos párrafos que escribe Bernis son el germen de corrientes actuales en la conservación. «Era muy avanzado, y siempre estuvo en contacto con esos científicos y ornitólogos de renombre internacional que cita en su carta, a todos ellos los traté en nuestra casa». Es más, cuenta que ella y sus hermanos hacían intercambios de idiomas en verano con los hijos de los ornitólogos, en Inglaterra o Alemania, y recuerda con especial afecto su estancia en la casa del ornitólogo James Macdonald. «Tenían un coche estupendo de esos que se levantaba el techo para poder ver aves y en él recorrían Europa», rememora.

Bernis relata todo lo que se está haciendo en Estados Unidos con la declaración de reservas zoológicas y cita nombres de «naturalistas de toda Europa que acuden a Doñana como moscas a la miel», al tiempo que enumera las entidades de conservación internacionales que les han remitido cartas interesándose por la suerte que pueda correr el Coto.

Después de pedirle a «Su Excelencia, quien estando dotado -como es público y notorio- de esa amplitud de miras (…) que proteja al Coto contra su inminente industrialización», sus propietarios, que se definen como «amantes de la naturaleza», se comprometen a conservarlo «como una reserva digna de España, ya que consideramos que merece esta finca única los privilegios de que gozan las Reservas y Parques Nacionales».

No se equivocaron. La paralización de las repoblaciones con eucalipto mantuvieron vivo el humedal y lleno de vida el Coto, hasta que después de algunas vicisitudes, cambios de manos y años de negociaciones, la organización WWF compró 6.794 hectáreas de Doñana para contribuir a su protección, una acción que sería decisiva para la declaración del parque nacional en 1969. Pero sin aquella carta que Francisco Bernis, pionero de la conservación en nuestro país, redacta tras su trabajo de campo con el que siempre fue su amigo, José Antonio Valverde, Doñana puede que fuera hoy un secarral.

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