Cuerpo incorrupto del Beato Aloysius Stepinac, en la Catedral de Zagreb.
Cuerpo incorrupto del Beato Aloysius Stepinac, en la Catedral de Zagreb.
OPINIÓN-ANÁLISIS

La canonización del obispo croata Aloysius Stepinac: un sorpresivo frente de tensiones para el Papa Francisco

Una decisión del Vaticano revitaliza una antigua polémica con la Iglesia ortodoxa

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La figura del obispo croata Aloysius Stepinac puede abrir un frente de conflicto imprevisto para el Vaticano. La revisión de su biografía a manos de una comisión formada por expertos croatas y serbios ordenada por el Papa Francisco, podría conducir a un debate que no estaba en la siempre compleja agenda política de los Balcanes.

Aloysius Stepinac todavía es una de las figuras más discutidas del pasado reciente de la Iglesia católica. Una parte de la bibliografía lo acusa de ser un colaborador del gobierno pronazi croata que dirigió el líder ustasha Ante Pavelic entre 1941 y 1945. El resto de los documentos afirma que gracias a su intervención, miles de serbios, judíos y disidentes croatas se salvaron del cadalso en los centros de exterminio y durante las masacres llevadas adelante por los ustashas, los fanáticos seguidores del caudillo croata Ante Pavelic.

Aloysius Viktir Stepinac nació el 8 de mayo de 1898 en el seno de una familia de campesinos de Krašić, una localidad cercana a la capital croata. Luego de combatir en la primera Guerra Mundial como soldado del ejército austrohúngaro, inició sus estudios para convertirse en sacerdote. Fue ordenado el 26 de octubre de 1930 y en los años siguientes se dedicó a profundizar sus estudios en filosofía y teología. En 1932 fue nombrado obispo coadjutor de Zagreb, convirtiéndose en el arzobispo más joven de la historia de la Iglesia católica.

En abril de 1941, una fuerza conjunta de alemanes e italianos invadió Yugoslavia y en cuestión de días ocupó todo su territorio. Allí comenzó el periodo más polémico de la biografía de Stepinac.

Sus detractores, explican que el obispo se apresuró a apoyar al régimen pronazi de Ante Pavelic que gobernó en Croacia y parte de Bosnia Herzegovina. Sostienen que desde su cargo como jefe de la iglesia local, respaldó al dictador croata a través del bloque clerical que integró el parlamento ustasha, en un tiempo en el que se aprobaron leyes como la conversión forzada de ortodoxos a la fe católica y la expropiación de las propiedades de la iglesia ortodoxa serbia.

Algunos, van más allá en sus acusaciones y exhiben las fotografías del obispo con Hitler durante su visita a la capital alemana como prueba de su posición a favor del Eje, o le atribuyen el haber avalado la participación de sacerdotes en las partidas de ustashas que cometieron numerosas masacres de al menos 600.000 serbios, judíos y gitanoshasta el fin del régimen de Pavelic en abril de 1945. En las crónicas de la época, existen registros de las misas de la iglesia croata cada 10 de abril para celebrar el comienzo del gobierno ustasha.

Cientos de judíos, salvados

Sin embargo, los que apoyan la canonización relatan la vida de Stepinac en esos años de un modo radicalmente diferente. A partir de testimonios y documentos, explican que el obispo protestó enérgicamente ante Pavelic y sus subalternos por el asesinato de sacerdotes y la quema de iglesias a manos de los ustashas.

Incluso, sostienen que por mediación de Stepinac, cientos de judíos fueron salvados por la iglesia católica cuando eran perseguidos para ser enviados al complejo de campos de concentración de Jaseonvac.

Parte de la prueba a favor, es el discurso en el que condena en extermino en curso pronunciado el 12 de mayo de 1942 en el púlpito de la catedral de Zagreb.

Stepinac, a diferencia de los jerarcas del régimen de Pavelic, no huyó con el fin de la guerra y continuó su ministerio mientras el régimen de Tito se asentaba en la Yugoslavia reunificada tras derrotar a nazis y ustashas con la asistencia del Ejército Rojo. El líder socialista le ofreció al obispo de Zagreb que creara una iglesia nacional separada de Roma y que la pusiera bajo la dirección del nuevo estado socialista que estaba construyendo. La negativa de Stepinac, según afirman quienes lo reivindican, selló su suerte y lo condujo a su detención el 17 de mayo de 1945. Liberado por decisión de Tito y presión del Vaticano, el 18 de septiembre de 1946 fue arrestado nuevamente y sometido a un juicio en el que se lo acusó de crímenes de guerra.

Los que protestan por la rehabilitación de la figura del obispo de Zagreb, consideran que durante el proceso en su contra se presentaron pruebas contundentes sobre su complicidad con los crímenes cometidos por Pavelic y sus partidarios. Del lado opuesto, consideran que se trató de un juicio de carácter político en el que se manipularon las pruebas para dictar una sentencia que estaba decidida de antemano, en el que los abogados defensores impuestos por el gobierno tuvieron apenas seis días para leer las acusaciones y preparar su réplica. Además, que se usaron leyes especialmente creadas para facilitar su condena a partir del encono personal que sentía Tito por la figura del religioso.

Pio XII: un proceso judicial viciado de nulidades

El 1 de octubre de 1946, Stepinac fue condenado por el delito de «alta traición» y sentenciado a 16 años de trabajo forzado. Estuvo detenido por cinco años en la cárcel de Lepoglova. Pio XII excomulgó a los funcionarios que participaron en el juicio como forma de protesta por lo que consideró un proceso judicial viciado de nulidades. La falta de respuesta de Tito ante los pedidos del Sumo Pontífice para que el cardenal fuera amnistiado y la decisión de la Santa Sede de nombrar cardenal al arzobispo prisionero en 1951, condujo a una serie de protestas mutuas y a la ruptura de las relaciones entre Yugoslavia y el Vaticano en diciembre de 1957.

Tras un lustro en Lepoglova, la pena de Stepinac fue conmutada por un arresto en el monasterio de Krašić, su ciudad natal. El 10 de mayo de 1960, el ex obispo de Zageb murió de una trombosis.

El 9 de octubre de 1981 se abrió el proceso de beatificación a instancias de Juan Pablo II. Los analistas de la época, consideraron que aquella decisión tuvo que ver con la estrategia de enfrentamiento con el comunismo y en particular con el deseo de confrontar con el régimen socialista más cercano a la Santa Sede. Esa especulación se hizo más fuerte cuando el mismo Pontífice lo declaró «mártir de la iglesia católica» en noviembre de 1998. En su momento, la decisión provocó un fuerte rechazo de entidades judías y de la iglesia ortodoxa serbia, que consideraron aquella decisión como una provocación innecesaria.

Pese a las críticas, Juan Pablo II beatificó a Stepinac el 3 de octubre de 1998 durante una ceremonia organizada en la Basílica croata de Marija Bistrica.

En los siguientes trece años, la cuestión Stepinac estuvo aletargada y el proceso para canonizarlo no tuvo prácticamente ninguna novedad trascendente. Pero el 8 de julio de 2011, el Papa Benedicto XIV acudió a la tumba del cardenal en la catedral de Zagreb y oró de rodillas ante su sepulcro. Aquella imagen despertó tanto la furia de quiénes condenan la figura del obispo, como el regocijo de quienes lo consideran un hombre santo.

«¡Por fin!»

El arribo de Francisco al sillón de San Pedro pareció dar por cerrada la «cuestión Stepinac». La decisión estratégica del nuevo Pontífice de llevar adelante una política de acercamiento con otras religiones, incluyó gestos muy fuertes hacia los sectores ortodoxos en donde se encolumna la iglesia serbia. El encuentro entre el Santo Padre y el patriarca de la Iglesia rusa Kiril en la Habana el 12 de febrero de 2016, fue un evento histórico que vino a cerrar el cisma que había separado a ambas iglesias desde el año 1054. En un contexto de mutuos elogios, Francisco pronunció ese día un esperanzado «¡Por fin!» para expresar su satisfacción por el acercamiento con la mayor iglesia de Oriente.

Sin embargo, mientras católicos y ortodoxos intercambiaban gestos mutuos, en el Vaticano se aprobaba discretamente la creación de una comisión para revisar la biografía del cardenal croata Aloysius Stepinac. Ese cuerpo, aprobado por Francisco, se integró con expertos de la iglesia ortodoxa serbia, la curia croata y representantes del Vaticano. Se les dio un plazo de 12 meses para terminar de hacer su tarea y emitir un informe documentado que abarque la trayectoria del cardenal de Zagreb, más allá de sus acciones durante el gobierno de Pavelic.

La comisión tuvo un primer encuentro el 12 de julio pasado en el Vaticano y volvió a reunirse en Zagreb el 17 y 18 de octubre. Cuando se conoció la existencia de esa comisión, surgieron las primeras protestas de parte de grupos serbios que se oponen a cualquier intento de recuperar a la figura de Stepinac y de parte de los familiares de víctimas de Pavelic. Los sectores más críticos se unieron para rechazar todo trámite que pudiera favorecer a una de las figuras que consideran símbolo de la masacre ocurrida en Croacia entre 1941 y 1945.

La respuesta del Vaticano fue inmediata; aclararon que el trabajo de la comisión no tiene relación alguna con el proceso de canonización, que en rigor debe ser llevado adelante por otro organismo clerical, la Congregación para la Causa de los Santos. Los voceros explicaron que para convertir a Stepinac en santo católico, primero se debe probar que el obispo croata tuvo una vida dedicada a los valores católicos y la existencia de por lo menos un milagro que sostenga la pretensión de santificarlo. Y para reforzar su postura, aclararon que la participación de expertos de la iglesia ortodoxa serbia garantizaba la objetividad de la tarea que se había encarado.

Pese a estas aclaraciones, los detractores de Stepinac creen que la creación de esa comisión no tiene otro sentido que revitalizar el proceso para canonizarlo, mientras los croatas católicos que reclaman reivindicar al obispo, celebran lo que consideran un acto de reparación histórico a favor de una de las figuras icónicas de su iglesia.

Recordemos que incluso luego del fin de la guerra de los Balcanes que destrozó al este de la ex Yugoslavia entre 1991 y 1999, las comunidades católicas y ortodoxas siguen conviviendo en muchos sectores de Croacia y Bosnia Herzegovina, en donde la cuestión Stepinac sigue generando controversias. De allí que la decisión del Vaticano de revitalizar el tema suponga remover un pasado que aún sigue despertando debates apasionados y recuerdos que no son tan lejanos para las actuales generaciones de croatas y serbios.

En un plano más amplio, Francisco deberá moverse con cautela para no herir susceptibilidades entre los católicos ortodoxos liderados por la iglesia rusa, la hermana mayor de la curia serbia, que no es ajena a los planes de expansión de la influencia de Moscú en el escenario global.

Por momentos, las jugadas de Francisco sorprenden por los riesgos que asume para obtener sus metas globales. En su mediación para el acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos, por ejemplo, cumplió un rol crucial para destrabar una situación que permanecía inalterada desde la década de 1950.

Sin lugar a dudas, la jugada en torno a la cuestión de la vida de Stepinac es igual de arriesgada, ya que puede contribuir al cierre de una grieta histórica entre católicos y ortodoxos de diferentes nacionalidades o conducir a tensiones con otras expresiones del cristianismo e incluso con la fe judía, que en su mayoría insiste en presentar la figura de Stepinac como paradigma del Shoá en los Balcanes.

Habrá que esperar quizás a que la comisión que trabaja sobre la biografía del arzobispo croata finalice su tarea. Es entonces que se sabrá si existen motivos para continuar con un debate que ya lleva seis décadas y con ello conocer las probabilidades de saldar la cuestión en torno a la vida y obra del que fuera obispo de Zagreb en uno de los tiempos más tremendos de la historia de las Balcanes.

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