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«Airbnb» suma 4.000 anfitriones en su primer año en Cuba

Dos tercios de sus arrendatarios se concentran en La Habana y obtienen un beneficio medio de 250 dólares por reserva, en un país con tradición en este tipo de alojamientos

Madrid Actualizado: Guardar
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Cuando en diciembre de 2014 comenzó el deshielo entre Estados Unidos y Cuba, distintas compañías turísticas tramitaron su aterrizaje en la Isla. Airbnb, creada en San Francisco en 2008 por los diseñadores Joe Gebbia y Brian Chesky, se adelantó a todas ellas y desembarcó en Cuba en la primavera de 2015, siendo una de las primeras compañías en ofrecer servicios a ciudadanos norteamericanos desde el país caribeño. Una plataforma dedicada al alquiler de viviendas particulares, nacida en internet hace menos de diez años, fue más rápida que multinacionales con siglos de experiencia.

Casi un año después, aprovechando la visita de Barack Obama a Raúl Castro,Airbnb ha anunciado que su servicio se ampliará a turistas de todo el mundo.

Mientras las cadenas hoteleras piden licencias y cumplen trámites, la plataforma digital cuenta por miles sus clientes en el nuevo mercado.

Desde la plataforma justifican su desembarco en Cuba por la «inmensa» oferta de «casas particulares» gestionadas por pequeños emprendedores locales, que pasa por ser una de las modalidades de alojamiento más populares para los turistas que se acercan a Cuba. En concreto, «Airbnb» ya cuenta con 4.000 anfitriones aproximadamente. «Cuba es el mercado que más rápido ha crecido en la historia de Airbnb», aseguran fuentes de este portal con sede en San Francisco (Estados Unidos) quienes estiman en los 250 dólares el beneficio medio por reserva. La Habana es la ciudad que más oferta acumula, hasta dos tercios del total. También hay anfitriones en otras localidades cubanas como Santiago de Cuba o Cienfuegos.

El ejemplo de Cuba no es único. En los últimos años, Airbnb ha logrado anticiparse a sus competidores y convertirse en la mayor cadena hotelera del mundo. Y todo ello sin tener poseer un solo establecimiento. Son los propios consumidores los que ofrecen su vivienda en la web de la plataforma y pactan un precio por noche con turistas procedentes de todo el mundo. Airbnb les pone en contacto, permite que los usuarios comenten su experiencia y cobra una comisión por la operación.

Así de simple. Las nuevas tecnologías han transformado el papel de los consumidores, que han cobrado más protagonismo y ahora cuentan con los medios para poner su propio patrimonio a disposición de otros clientes. Es lo que se conoce como economía colaborativa, un concepto que engloba a empresas como BlaBlaCar, Uber o la propia Airbnb.

«Es una nueva forma de consumir, los usuarios ahora buscan un servicio personalizado y experiencias que compartir a través de las redes sociales. Los hábitos han cambiado», afirma Lucía Hernández, de Ouishare España, una comunidad para las empresas dedicadas a la economía colaborativa.

1,1 millones de usuarios en España

El número de usuarios de «Airbnb» en España crece ininterrumpidamente desde 2012 hasta situarse en la actualidad en un 1.100.000 y ,según estimaciones de la propia plataforma, cuenta ya con dos millones de anfitriones que dieron la bienvenida a más de dos millones y medio de huéspedes. Lo que nos convirtió en el tercer destino más visitado de Europa. Según el informe de Exceltur «Alojamiento turístico en viviendas de alquiler: Impactos y retos asociados», Airbnb representa el 27% de la oferta en España, unos 100.000 anuncios y más de 75.000 propiedades. Todo ello por delante de otras web similares como «Homeaway» (24% de la oferta, casi 250.000 plazas).

A nivel mundial, los viajeros que usan esta web ya superan los 70 millones de personas repartidos por más de 34.000 ciudades y 191 países (incluida Cuba). El Viejo Continente representó el año pasado la mitad de la actividad de la compañía y la mayor oferta a nivel mundial, con Francia como mascarón de proa.

En un primer momento, este tipo de servicios iban dirigidos a un público joven, familiarizado con las nuevas tecnologías. Sin embargo, en los últimos años el rango se ha ampliado y ha alcanzado clientes más experimentados. De hecho, la edad media de los usuarios de Airbnb en España alcanza los 38 años.

¿Economía colaborativa o negocio?

España tiene deberes pendientes en esta materia desde que la Ley 4/2013 de Fomento del Alquiler de viviendas, modificó el artículo 5 de la Ley de Arrendamientos Urbanos, dejando en manos de las comunidades autónomas la regulación de las viviendas para uso turístico: sólo seis comunidades autónomas cuentan con alguna normativa específica aprobada a través de un decreto: Cataluña, Madrid, Cantabria, Aragón, Baleares y Canarias. Según el citado informe de Exceltur estas legislaciones sólo coinciden en prohibir el arrendamiento de estancias o en la obligación de la inscripción en un registro turístico (mediante una declaración responsable). Por ejemplo, Cataluña tiene desde hace meses en periodo de consultas un proyecto de Reglamento de Turismo que, entre otras cosas, establece un régimen sancionador y varios requisitos como la declaración responsable con los datos del piso o la obligación de informar a la Policía.

Fuera de España, en ciudades europeas como París, Ámsterdam o Florencia así como en estadounidenses como Washington D.C o San Francisco, Airbnb recauda la tasa turística en nombre de los anfitriones. Además, en países vecinos como Francia, la «Loi Alur» permite que cualquier residente pueda alquilar su casa sin tener que solicitar una licencia a las autoridades, siempre que sea de primera residencia y, por estancias cortas, las de segunda.

Al no contar con una legislación que las regule, este tipo de plataformas todavía suscitan determinadas dudas sobre su legalidad. Uber, por ejemplo, no está permitida en España por ser acusada de competencia desleal al taxi. En el caso de Airbnb, varias asociaciones hoteleras han pedido su suspensión cautelar, al entender que este tipo de alojamientos no cuentan con las condiciones de seguridad necesarias y se “saltan” varios requisitos legales que los hoteles tradicionales están obligados a cumplir. Este tipo de herramientas han sido acusadas incluso de promover la evasión fiscal, ya que no obligan a los propietarios a declarar sus ganancias.

Todo lo anterior enfrenta al sector hotelero con este tipo de plataformas y sus miles de anfitriones, a quienes acusan de competencia desleal. Un agrio debate en el que ha intervenido hace unas semanas la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) se pronunciaba a favor de dar más libertad a las viviendas de uso turístico eliminando cualquier moratoria o suprimiendo algunos requisitos como la obligación de inscribirse en un registro.

«Es lógico que este tipo de empresas creen malestar entre distintos sectores, ya que ofrecen un servicio similar pero no cuentan con las mismas condiciones. Sin embargo, dado el volumen de usuarios que han adquirido, la solución es encontrar una regulación flexible que las incluya en el reglamento», afirma Lucía Hernández.

Muchas firmas ya han desarrollado su propio servicio colaborativo ante la imposibilidad de competir contra este tipo de herramientas. «Las cadenas hoteleras deben percibir este tipo de empresas como unos aliados, no como potenciales rivales». Quizás la próxima vez que se abra un nuevo mercado Airbnb llegará bajo la firma de una gran multinacional. Por el momento, ni siquiera lo necesita.

Disponibilidad y buen precio

Usuarios de «Airbnb» como Paola, Belén y Susana, tres jóvenes veinteañeras de Zaragoza que llevan 4 años utilizando la plataforma para alojarse durante sus vacaciones, valoran especialmente el buen precio que se puede obtener: «Por ejemplo, en Tarifa los hoteles de media cobraban por una doble 90 euros la noche y ,en esta web, encontramos un alojamiento por a 45 euros» destacan estas aragonesas quienes también valoran la rapidez en la contestación o que «las descripciones se correspondan con las fotos colgadas». En este sentido, añaden que suelen confiar en los comentarios o valoraciones de otros anfitriones y huéspedes.

«A veces nos cobraban una cuota de limpieza», apunta una de ellas que a la pregunta de si se convertirían en anfitrionas responde que sólo lo haría con una segunda residencia. En una línea similar, Álvaro Sánchez, extremeño de 25 años, se muestra satisfecho con «Airbnb» por sus costes y la facilidad de acceso. Hace un mes, usó este portal por primera vez, para viajar a Lisboa con su pareja; y frente a los 25 euros/noche en la habitación compartida de un albergue halló una habitación en esta web, «por menos de 60 euros con cama doble, acceso a cocina y baño». Sánchez explica que la reserva resultó rápida y el pago no se hizo efectivo hasta que llegaron allí: «El lugar estaba bien comunicada, a media hora caminando de la céntrica Plaza del Comercio», concluye este residente en Madrid quien basó su decisión en los comentarios de otros usuarios.

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