poster Vídeo
El pulso del planeta

Con 98 años... y al volante

A punto de convertirse en centenario, el taxista gallego Manuel Rey Rodo podrá seguir en carretera un año más tras renovar su carné de conducir

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La pasión no tiene edad. Y buen ejemplo de ello es Manuel Rey Rodo, que, a sus 98 años recién cumplidos, ha visto cómo la vida le daba la oportunidad de seguir disfrutando de la conducción tras haber renovado su carné durante un año más. Temía que ese sueño de seguir al volante se desvaneciera al no poder superar el psicotécnico, pero este taxista gallego –que acudió al examen acompañado por su hijo Manuel– aprobó con garantías las pruebas. Todas, menos una: fue incapaz de leer un cartel después de sufrir un deslumbramiento. Eso le impedirá coger el coche por la noche, como tampoco podrá circular por autopista ni alejarse a más de 20 kilómetros de su casa.

El veterano conductor lleva toda una vida dedicándose profesionalmente a los coches.

Con tan solo 15 años, y todavía sin carné, conducía camiones por los alrededores de Coristanco, el municipio coruñés que le vio nacer. Pasó un tiempo en el Ejército –destinado en Ceuta y Melilla–, donde sus superiores valoraron sus aptitudes al volante y lo destinaron a chófer de uno de los generales.

Un destino diferente

Su padre quería que fuera músico, pero el destino le tenía reservado un futuro de aceleradores, embragues y frenos de mano. Tras salir del Ejército, se convirtió en conductor de autobuses en Carballo y, pocos años después, se hizo taxista, profesión a la que dedicó 38 años de su existencia y por la que se hizo popular y querido en todo el municipio. Todavía hoy le recuerdan con mucho cariño, tanto los lugareños como sus compañeros de trabajo. Ahora, ya retirado, continúa conduciendo con la misma ilusión con la que lo hacía cuando se sacó el carné por vez primera, en 1941.

Madruga cada mañana y a las ocho ya está montado en su Alfa Romeo rojo para ir a comprar el periódico, otra de sus aficiones. Después de comer, en vez de echarse la siesta acude al concesionario de sus cuatro hijos, que siguieron sus pasos y eligieron profesiones relacionadas con el mundo del motor. Allí pasa la tarde cada día y recuerda los tiempos en los que podía conducir sin limitaciones al volante de su Seat 1.500 de color azul, el coche al que tiene más afecto y que todavía conserva en el garaje familiar. Con él nunca tuvo un accidente, solo algún pequeño golpe del que no fue responsable y una única multa de tráfico. Diez mil de las antiguas pesetas le costó hacer señales con las luces a otro vehículo para avisarle de que venía la Policía.

Para Manuel «O largo» –como le conocen en su tierra por su estatura– es muy importante seguir manejando su automóvil y solo espera que en el mes de febrero del próximo año la vida le vuelva a sonreír y renueve el carné. Porque, como su hijo reconoce, «si le quitan el coche, se muere».

Ver los comentarios