El policía Juan Cadenas perdió el ojo por una agresión del clan de los Cachimbas
El policía Juan Cadenas perdió el ojo por una agresión del clan de los Cachimbas - Francis jiménez
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Juan Cadenas: «No dejo de pensar en aquello, debí haberle disparado»

El policía local de Puerto Serrano, víctima de los Cachimbas, lucha contra las pesadillas que le asaltan desde aquella noche en la que perdió un ojo

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Un delincuente de sobra conocido por su violencia y desprecio absoluto a todo lo que signifique ley y orden asalta la jefatura de la Policía Local de un pequeño pueblo en quiebra. No tuvo mucha dificultad para acceder a la fuerza a las dependencias policiales. Con solo romper el endeble cristal de la puerta, consiguió lo que quería. Agarró un trozo de vidrio y empuñándolo se dirigió amenazante hacia un joven policía que acababa de detener a su hermano, otra 'joya' de Puerto Serrano que se había dedicado esa noche a hacer el kamikaze al volante de un coche.

El agente sacó y montó su arma reglamentaria, pero no disparó. En cuestión de segundos se le echaron encima tres personas: Pedro de los Cachimbas, su hermano José y el hijo de este último, de solo 14 años.

El primero era quien llevaba el cristal, los otros dos se habían colado en la Jefatura para impedir el arresto de Jorge, el kamikaze, otro miembro del clan de largo historial delictivo.

Unos minutos de forcejeo y Pedro le clava el vidrio en el ojo derecho al policía local que aún tenía su pistola. El arma solo le serviría para quitarse de encima a los violentos delincuentes: «La primera vez saqué el arma como un policía, la segunda como un padre». Al encañonar a Pedro 'Cachimba' de esa manera, sin mucha decisión, logró zafarse de él y salir de la Jefatura con vida, pero ya estaba gravemente herido.

Al tocarse el uniforme y notar que estaba empapado en sangre supo que algo no iba bien. «Veía negro por el ojo que me habían dado pero creía que tendría una fuerte contusión». Pero no, era mucho más grave: «Por cuatro centímetros el cristal no alcanzó la yugular». Ya refugiado en el coche patrulla que arrancó el compañero, los gritos de los Cachimbas resonaban en su cabeza: «Remátalo, remátalo».

Las pesadillas

Esta experiencia terrorífica asalta todas las noches a Juan Cadenas, un joven de Puerto Serrano de 31 años que desde niño soñaba con ser Policía. En 2010 y después de examinarse sin éxito en varias localidades, consiguió plaza en su pueblo natal. La vida comenzaba a sonreírle.

Pocos años después, sufre pesadillas porque en la situación más difícil a la que se ha enfrentado como agente de la autoridad, no pudo repeler el ataque con su arma reglamentaria. «Todas las noches lo pienso, debía haberle disparado». Pero no lo hizo, le venció el miedo a las consecuencias. «Pensaba en mi niño, en mi mujer embarazada, en que si les hacía algo a esos delincuentes, me podían imputar, meter en la cárcel y tirar por la borda todo lo que había construido con Natalia (su chica)».

«La primera vez saqué el arma como un policía, la segunda como un padre»

Las malas prácticas de algunos agentes, garbanzos negros de cualquier profesión, han sido el caldo de cultivo perfecto para que una parte de la opinión pública, a la que le repelen conceptos como autoridad u orden, imponga la sospecha sobre cualquier actuación policial, aunque se traten de funcionarios que velan por la seguridad de los ciudadanos. La parte por el todo.

Por eso, muchos policías se sienten señalados por vestir un uniforme y desconfían de la Justicia.

Este policía local, como otros muchos compañeros, tiene grabado en su cabeza la palabra «proporcionalidad» hasta el punto, como ha quedado demostrado con lo ocurrido en Puerto Serrano el pasado mes de enero, de jugarse la vida por medir las consecuencias en una situación de peligro máximo.

Había antecedentes en el mismo Puerto Serrano que sirvieron a los Cachimbas para acuñar su grito de guerra ('Somos los putos amos') y que tiene que ver con esa sensación de impunidad e indefensión que siente un policía en sus propias carnes. «¿Sabes de dónde viene eso? De cuando hirieron a un agente de la Guardia Civil, que ha perdido el 80% de la visión en un ojo. Ese guardia lanzó un disparo al aire para intimidarlos y acabó imputado». Juan no quería que su familia pasara por ese trance.

Y sin cobrar

La terrible experiencia de Juan está, además, rodeada de una serie de circunstancias que la hacen aún más dolorosa. Este policía, cuyo futuro profesional es muy incierto, perdió un ojo cuando en su cuenta corriente le acababan de ingresar lo que le faltaba de la mensualidad de junio de 2014. El dramático asalto ocurrió el pasado enero. «Ése es el día a día de muchos policías locales, mientras algunos de los Cachimbas y otros delincuentes cobran su 'paguita'».

El rosario de deficiencias que soportaba a diario este agente recuerda a las que denuncian los sindicatos policiales en otros puntos de la provincia: «Uniformes prestados por los compañeros de Cádiz, ordenadores viejos…» Y una demanda por encima de todas: «La absoluta ausencia de medidas de seguridad en la Jefatura». Un elemento que resultó clave en la aciaga noche y que ahora el abogado de Juan ha denunciado en los juzgados.

Cuando fue herido, acumulaba seis nóminas impagadas

Ruego sin respuesta al alcalde

Con la economía doméstica muy tocada y un tercer niño de camino, Juan pidió el año pasado al alcalde de Puerto Serrano que le autorizara una comisión de servicio en Ubrique, donde vive con su pareja. Durante la entrevista enseña a esta periodista el mensaje que le envió a Francisco Javier Galvín (IU) y que nunca le contestó. Le suplicaba que diera el visto bueno a un traslado autorizado por el propio ayuntamiento ubriqueño. «Hubiera significado llevar dinero a mi casa y hacer un gasto menor al Ayuntamiento de Puerto Serrano, pero ni se dignó a responderme». Esa petición fue cursada a finales de diciembre, pocos días después se producía el asalto a la jefatura.

No es el único reproche que le hace al Consistorio polichero: «El alcalde me llamó solo una vez cuando me dieron el alta y nunca más supe de él. Todo lo contrario que el Ayuntamiento de Arcos y el de Ubrique, que se han volcado conmigo». También tiene palabras de agradecimiento para su jefe Miguel y sus compañeros José Manuel y Lozano. Y para la Guardia Civil, «porque se han preocupado por mi».

Pasado lo peor, recuperándose de las heridas, sobre todo las anímicas, este joven polichero que soñó con ser policía no olvida ni tampoco oculta que está lleno de ira: «Los autores materiales ya se saben quienes son y serán juzgados. Pero hay muchos más responsables de esta situación: jueces, fiscales, políticos…todos los que contribuyeron de una forma u otra a que los Cachimbas se sientan los amos del pueblo y no fueran enviados a prisión antes. Para todos aquellos que no hacen nada con los delincuentes reincidentes».

Juan y Natalia se casaban este viernes en una ceremonia civil sin celebraciones. «No hay dinero», tampoco ánimos para organizar una boda. Al finalizar la entrevista, su hijo Daniel sale de la guardería y la niebla se disipa en la mirada de un agente dispuesto a pelear. «Por ellos. Es lo que me queda».

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