MINISTRO DE INTERIOR

Zoido, un juez al mando de la Policía

En todos esos años, entre pleito y pleito, sólo repetía dos ideas que ha mantenido inalterables: su amor por la Justicia y su amor por Sevilla

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Cuando Juan Ignacio Zoido Álvarez, 59 años, llegó a Lanzarote con apenas 26 años para estrenar la toga con la que tanto había soñado mientras echaba una mano de niño en la pastelería de su padre o en la fábrica de hielo de sus tíos, nunca imaginó que sólo nueve años después sería nombrado decano de los jueces de Sevilla, la ciudad en la que estudió, en un piso con otros alumnos de Derecho, y de la que se enamoró. En todos esos años, entre pleito y pleito, sólo repetía dos ideas que ha mantenido inalterables a pesar de todos los avatares por los que ha pasado su vida: su amor por la Justicia y su amor por Sevilla. En el Decanato aunó ambas metas.

Y pudo presumir ante los suyos de haber logrado sacar provecho al esfuerzo de sus padres. Él, Florentino Zoido, de Fregenal de la Sierra (Badajoz), murió joven. Pero su humilde pastelería de pueblo sufragó los estudios de todos sus hijos. Ella, Catalina Álvarez, natural de Montellano (Sevilla), lo educó en una serie de valores que siguen intactos en su conciencia. Zoido nació, de hecho, en Montellano porque Catalina defendía que los hijos tienen que nacer en el pueblo de sus madres. Se crió en Fregenal y comenzó los estudios de Derecho en la Universidad de Almería, donde conoció siendo un chiquillo a su mujer, Beatriz Alcázar, con la que ha tenido cuatro hijos: tres niños y una niña. Uno de ellos, el segundo, José María, murió en un accidente de tráfico. Y el juez se auxilió de sus profundas creencias religiosas para salir a flote. En esa época ya había comenzado a labrar un destino que estaba muy por encima de sus sueños infantiles. Tras pasar por los juzgados de Utrera, Tenerife, uno de Familia y otro de lo Penal en Sevilla, Margarita Mariscal de Gante lo llamó para ser director general de Relaciones con la Administración de Justicia en 1996. Había ingresado en el PP sólo unos años antes, pero su trayectoria profesional le abrió muchas puertas en el partido. En el año 2000 fue nombrado delegado del Gobierno de José María Aznar en Castilla la Mancha, cargo que dejó en 2002 para volver como delegado del Gobierno a Andalucía.

Con Javier Arenas fue secretario general del Partido Popular en Andalucía hasta que a finales de 2006 la cúpula del partido acudió a su despacho en la sede regional para pedirle un favor: que aceptara ser candidato por Sevilla en un momento en el que había muchas convulsiones internas. Zoido ni siquiera había pensado en esa posibilidad, pero asumió el reto y ganó las elecciones en 2007, algo que no hacía el PP desde 1999, con Soledad Becerril. Pero un pacto entre PSOE e IU le arrebató la Alcaldía, que le llegó cuatro años después tras una larga e intensa labor de oposición. Denunció la grabación de Mercasevilla y el caso de los ERE, entre otros muchos escándalos socialistas que le acabarían sentando en el sillón principal de su ciudad adoptiva gracias a una mayoría absoluta histórica de 20 concejales sobre 33 posibles. En 2015, sin embargo, no pudo revalidar esos números y, aunque también ganó los comicios, perdió la vara de mando tras un pacto del PSOE con IU y Podemos. El liderazgo que ejerció en el PP andaluz durante dos de los años de su mandato, sustituyendo a Javier Arenas, es una de las razones que explicaron ese resultado, junto con una situación de crisis que le alejó de muchos ciudadanos a los que había prometido soluciones que luego no llegaron. Zoido abandonó el mando del partido de forma voluntaria y fue sustituido por Juanma Moreno Bonilla. Regresó en exclusiva al Ayuntamiento y luego se presentó como número uno del PP por Sevilla al Congreso de los Diputados con la intención de compatibilizar ambas responsabilidades. Pero el llamamiento de Mariano Rajoy para designarlo ministro de Interior le ha cambiado el rumbo. El estudiante de Derecho en Sevilla que llegó a ser decano de los jueces de su ciudad nunca se planteó la posibilidad de convertirse en su alcalde. Y lo logró. Tampoco soñó jamás con ministro del Interior. Y acaba de ser nombrado.

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