Andrés, Ingrid y sus tres hijas conocerán las escuelas sudamericanas
Andrés, Ingrid y sus tres hijas conocerán las escuelas sudamericanas - E.V.P
«El vuelo de Apis»

La vuelta a Sudamérica en 365 días de una familia sevillana

Ingrid, Andrés y sus tres hijas recorrerán más de 30.000 kilómetros con su proyecto educativo

Sevilla Actualizado: Guardar
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Cuando Nora, Cloe y Elsa (8, 6 y 4 años respectivamente) crezcan podrán dar las gracias a sus padres por una aventura que, a buen seguro, cambiará su perspectiva de ver el mundo. Andrés, Ingrid y sus tres hijas comienzan en pocas semanas el proyecto «El vuelo de Apis», una travesía por Sudamérica que durará un año.

«Lo denominamos así por el nombre científico de la abeja europea, queremos empaparnos del néctar esencial de nuestro viaje y al mismo tiempo dejar nuestro granito de polen en cada una de las flores del camino» explican. Y es que no se trata solo de un viaje, sino que es un proyecto educativo para conocer el trabajo que realizan en las escuelas de los distintos países que recorreran. «Intercambiaremos experiencias y valores», explica Ingrid, la «Abeja Reina» de la colmena.

En total, serán 30.000 kilómetros los que recorrerán en su 4x4 a lo largo y ancho de toda Sudamérica, visitando Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil. «Aunque tenemos el viaje planificado, sí que seremos flexibles:si hay un sitio en el que aprendamos más, nos quedaremos más tiempo, iremos adaptando el trayecto», aseguraba Ingrid. Tanto ella como Andrés son maestros del colegio Huerta Santa Ana, de Gines, y se definen como «una familia normal». «Nos gusta el deporte, viajar y pasar tiempo en familia», afirma,y reconoce que los preparativos del viaje, que comenzaron en mayo del año pasado, han supuesto «un segundo trabajo» durante este tiempo.

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Este gran proyecto también es una oportunidad de pasar más tiempo juntos y hacer disfrutar y vivir nuevas experiencias a sus pequeñas «zánganas». «Aunque aún son muy pequeñas para darse cuenta de algunas cosas y no conciben muy bien cuánto tiempo es un año fuera de casa, sí que están ilusionadas, así que intentamos que formen parte de los preparativos».

Organización económica

En cuanto a la organización y al soporte económico, explican que cuentan con un presupuesto total de 30.000 euros, donde irán incluidos el transporte del vehículo desde España, los vuelos de avión, el gasoil en ruta, las comidas y demás gastos. «En estos últimos meses hemos rascado dinero de todos los sitios, y hemos conseguido eliminar gastos prescindibles sin renunciar a la calidad de vida ni a las actividades sociales», aseguran.

Para conseguir financiación se han inscrito en plataformas de intercambio de casas, han vendido objetos y que no utilizaban y han creado una estructura de «viaje colaborativo», donde los voluntarios que lo deseen pueden implicarse en el proyecto.

Además, uno de los mayores gastos que supone un viaje, el alojamiento, no existirá para esta familia aventurera. «No tenemos dinero para alojarnos en hoteles u hostales así que conviviremos en casas de familias que se ofrezcan», dice Ingrid. Por ahora, son más de 70 hogares los que se han mostrado dispuestos a acogerlos en Sudamérica, aunque esperen que la cifra aumente una vez allí. «Aunque tuviésemos dinero para ir a un hotel, tampoco lo haríamos. «Queremos que nuestras hijas convivan con otras personas y conozcan sus costumbres y sus vidas. No es un viaje turístico, es una experiencia, cumplir un sueño».

Intercambio de casas

Sudamérica no es el primer destino de esta familia de viajeros. Durante el verano de 2014 recorrieron Europa en un viaje de 35 días. En total, fueron 9.300 kilómetros, 10 países y 20 ciudades. En ese tiempo se alojaron en casa de gente desconocida, a través de páginas de intercambios de casas. «Aparte de los inmensos beneficios que a distintos niveles nos ha reportado, el ahorro en hoteles y comidas que supone mientras viajamos es muy considerable», afirman. España, Francia, Suiza, Italia, Croacia, Hungría, Eslovaquia... un viaje maratoniano que cambió su concepto de la hospitalidad y sumó experiencias familiares. «Promover la confianza en lo desconocido, ya sean culturas, personas, creencias o países se ha convertido para nosotros casi en una obligación moral como educadores», explican.

 

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