María y Eli, en el camión en el que trabajan
María y Eli, en el camión en el que trabajan - ABC

Dos trabajadoras de Lipasam salvan a un anciano perdido en medio de la N-IV

El hombre tiene Alzhéimer y estaba desorientado en medio de la carretera cuando aparecieron María Dolores Martín y Elizabeth Villlegas

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Este particular cuento de Navidad tiene tres personajes. Dos ángeles de la guarda -María Dolores Martín Borrego y Elizabeth Villegas Jiménez- y una inocente víctima -Antonio-. María y Eli trabajan para Lipasam desde hace 17 años. Se levantan de madrugada y arrancan su camión a las 6.30 de la mañana para retirar de la calle muebles, cartones y basura. El pasado miércoles su ruta acabo cruzándose con Antonio, un anciano de 78 años enfermo de Alzhéimer que caminaba por la Nacional IV a la altura de la Gota de Leche jugándose la vida con el intenso tráfico.

«Teníamos que ir a recoger unos cartones temprano cerca de la N-IV», cuenta Eli. En el camino de ida ya vieron a un anciano andando por el margen de la carretera y les extrañó a las dos.

«Iba con poca ropa para el frío que hacía, pero pensamos que estaba paseando al perro o algo así». Cuando volvían por la misma carretera, minutos después, volvieron a ver al hombre y entonces saltaron todas las alarmas. «Estaba como perdido y no había perro por ninguna parte. Quería saltar a la carretera para cruzarla y solo llevaba puesto un chalequito con los 4 grados que hacía».

Eli y María vigilaron al anciano por el retrovisor, extrañadas, hasta que vieron que iba a saltar a la carretera. Entonces frenaron, bajaron del coche a toda prisa y corrieron a por Antonio. Lo pillaron a punto de tirarse al tráfico, buscando la otra orilla de la carretera. «Estaba a punto de cruzar y lo agarramos», cuentan. Lo primero que le dijo Eli fue: «¿Dónde vas, abuelo?» Cuentan estas dos mujeres que estaba temblando como un pajarito. «Voy a la Macarena», respondió él. «Ahí ya vimos que no estaba bien. ¿Cómo va a llegar a la Macarena desde la Gota de Leche andando, a 4 grados, con un chaleco solo y a su edad. Andaba el pobre despacito y mal».

Lo primero que hicieron fue ponerle uno de sus abrigos de Lipasam y meterlo en el camión para que se calentara. Recuerda Eli que le comentó que le gustaba mucho la Literatura, al ver que ella rellenaba papeles del trabajo mientras esperaban a la Policía. Antonio, al verse en el camión, preguntó que dónde le llavaban. «Para tranquilizarle le dijimos que íbamos a la Macarena, a ver a la Virgen y comer churros», explican sus dos salvadoras. «Él se reía, el pobre». Al rato por fin apareció la Policía y se llevaron al anciano. «Al despedirse nos abrazó y acabamos todos llorando».

La única pena de María y Eli es que no saben qué ha sido de Antonio. «Queremos saber cómo está, qué ha sido de él, nos emocionamos mucho con su historia». Eli tiene claro que, si llega a saltar al tráfico, se tira detrás. «Lo hubiera hecho sin pensar, no me habría fijado ni en los camiones ni en nada, lo primero era él».

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