ENTREVISTA

«La sanidad hizo un puchero para 5 e invitó a 20: si no quitas gente o echas más carne, pasarás hambre»

El neurocirujano gaditano Francisco Trujillo lamenta que «los médicos se hayan funcionarizado» y que «en el sistema público hayan primado criterios económicos y políticos sobre los criterios médicos»

Francisco Trujillo es uno de los 50 mejores médicos españoles, según Forbes JUAN FLORES

JESÚS ÁLVAREZ

Francisco Trujillo (Algodonales, 1947) trabajó durante muchos años en el hospital Virgen del Rocío y dirige el Instituto de Especialidades Neurológicas, centro fundado en Sevilla hace 35 años por él y su maestro, el doctor Pedro Albert , que se ha convertido en una gran referencia nacional e internacional en su clase. Forbes ha elegido a este especialista afincado en Sevilla, que operó con éxito a la duquesa de Alba, como uno de los cincuenta mejores médicos de España.

¿Es tan buen médico como dicen Forbes y sus colegas?

He tenido a un gran maestro, el doctor Pedro Albert, y le dedico muchas horas a esto . Y me gusta mucho curar a la gente. Igual o más que cuando empecé.

Usted pertenece a una vieja escuela, la de la medicina humanista que se transmite del maestro al discípulo a través de las generaciones. ¿Se mantiene esa filosofía de la medicina que usted conoció y vivi o se ha ido perdiendo como tantas otras cosas?

En la sanidad pública se perdió y por eso decidí abandonarla. Hubo una decisión política y económica y se cargaron de un plumazo a todos los maestros cuando cumplieron 65 años . Eso fue en los años 90: cambió la ley y los servicios se quedaron sin referencia. Fue un hito lamentable para la Medicina porque ya no se sabe quién es maestro de quién. Hace treinta años había un maestro de Medicina Legal , de Neurocirugía, de Medicina Interna, etcétera . Ellos sacaban la universidad adelante y la gente les seguía, pero los maestros desaparecieron. La calidad de la enseñanza bajó enormemente y empezaron a imponerse en la sanidad pública criterios que no eran médicos.

¿Se refiere a criterios económicos?

No sólo económicos, también políticos, porque me temo que se buscaba también el voto de los enfermos. Cambiaron la sanidad y los criterios de funcionamiento. Entonces sólo había una sanidad, la pública, que constituía el 98 por ciento de la sanidad del país.

¿El «maestro» enseñaba algo más que conocimientos?

Sí, mi maestro, por ejemplo, no sólo te enseñaba Medicina sino la relación con el enfermo. Yo diría que te enseñaba a ser hombre y era tu ejemplo.

¿Se considera uno de los médicos humanistas que quedan?

No me considero nada, pero yo hago lo que puedo siguiendo a mi maestro. Para el doctor Pedro Albert lo más importante era el enfermo, no el dinero ni la fama . Él le proporcionaba al enfermo lo que necesitaba y luego lo que sobraba era lo que nos quedábamos nosotros, los demás médicos. Algunos les decían: «Nos va usted a arruinar, don Pedro» . Pero para él la prioridad era que el enfermo recibiera el mejor tratamiento posible. Eso sólo lo aprendes solo si te lo enseña alguien.

¿Los médicos se han hecho más materialistas?

Sí, han cambiado. Se han hecho un poco funcionarios, pero no lo digo despectivamente. Es una forma de trabajar especial, distint a. Y cuando a un médico le das una hora de entrada y de salida, considera que no tiene nada que aprender y atiende al enfermo que le toca ese día, no al suyo, eso le hace funcionarizarse. También por eso me fui de la sanidad pública porque la prioridad dejó de ser el enfermo .

Tendrá muchos amigos médicos que trabajan en la sanidad pública.

La mayoría.

¿Y qué le dicen cuando expone estas ideas?

Es una cosa muy curiosa. Muchos de los médicos de la sanidad pública me recuerdan mucho a los políticos . Tú hablas con ellos, les das tu opinión y parece que están de acuerdo contigo y hablan en el sentido A; pero cuando han de expresar sus ideas públicamente hablan en el sentido B , que nada tiene que ver con el A. Y dicen que están en el mejor sitio del mundo. No lo entiendo.

Será que no es fácil decir lo que uno piensa sin temor a represalias.

Sí. Es complicado salirse del rebaño. Quedamos pocos con la suerte de poder decir lo que pensamos . Si tú sigues en el rebaño no hay problema, pero si te sales te echan los perros. Lo que ocurre es que si tú eres capaz de salvar a esos perros, ya dejas de importarle y puedes hacer tranquilo tu vida.

¿Los perros se han cansado de usted?

Sí, pero me ha costado la vida . Es un esfuerzo adicional muy grande. Hay un precio grande por la libertad. Nada es gratuito .

¿Cuál es ese precio?

La comodidad. Yo le he tenido que dedicar doce horas diarias a mi trabajo tras salirme de la sanidad pública. Lo que uno consigue no es porque sea más listo que los demás sino porque le ha dedicado más tiempo que los demás. Pero quiero decir que yo le estoy sumamente agradecido a la sanidad pública, a la que considero, a pesar de todo, una de las mejores del mundo. Ojalá funcionara mejor. Es mi deseo.

¿Qué es lo opina que ha pasado para que haya empeorado su funcionamiento?

Primero, la sanidad es muy cara y hay muy pocos países que puedan mantener una sanidad gratuita y universal como la nuestra. Segundo, que la gestión cambió en un momento determinado, para peor. Tercero, cuando todo se masifica, es imposible dar un servicio bueno. Si yo tengo una casa perfectamente acoplada para que vengan cinco amigos míos a comer y a dormir, pero meto a 25 , mi casa deja de ser efectiva. Eso es lo que ha pasado.

¿Por qué cree que se extendió la asistencia de esa forma?

Fue un proceso gradual . Alguien entendía que el grupo tal debía de tener derecho a la sanidad pública y se incluía. A mí me parece muy bien desde un punto de vista social, pero es que ya no cabíamos. Y luego viene otro, y otro, y todo se ha hecho sin apechugarse. Se ha universalizado la asistencia a base de perder calidad sin ninguna mejora de medios humanos. Esto es como un puchero para cuatro e invitas a comer a veinte. Si no echas más carne, pasas hambre porque ahí no pueden comer bien veinte.

¿Puede morir más gente en Urgencias esperando atención?

Los servicios de Urgencias es uno de los puntos más llamativos de esa pérdida de calidad de la sanidad pública por la masificación, pero no creo que sea el peor ni mucho menos. Esperar meses o años para una operación importante o el retraso en las pruebas diagnósticas me parece más grave. También las listas de espera para ver a un especialista. El problema de la sanidad es que no tiene medios para atender a tanta gente: o pones más medios o quitas gente. Si no, no tendrá solución e irá a peor.

Muchas personas de clase media están huyendo a la sanidad privada. El número de asegurados en compañías privadas no deja de crecer.

Y eso está empezando a pasar ya con la sanidad privada. Demasiado volumen sin dar una respuesta proporcionada a las necesidades que van adquiriendo. Otro problema es que se está formando un monopolio con muy pocas empresas, con compras y fusiones , porque está viendo negocio con la fuga de pacientes insatisfechos con la sanidad pública. El primer año que estuve con nuestro instituto privado operamos a 40 personas. El último operamos a 744.

Si la sanidad privada no existiera, la sanidad pública sería un colapso total en España, como dice Juan Bautista Alcañiz.

Sí, estaría totalmente colapsada.

Neurocirugía

¿Cómo llegó a la neurocirugía?

Mi padre era médico y liberal . En la época de Franco eso resultaba un poco incómodo y me mandó a estudiar fuera de España. Estudié en el Protectorado de Francia y estaba matriculado en la Sorbona cuando él murió. Entonces tuve que volver a estudiar en Sevilla. Mi padre me dio dos consejos antes de morir: que me buscara un buen maestro y que huyera de los pueblos.

¿Qué hizo primero?

Cuando terminé la carrera, me dieron una plaza de médico general en Chipiona. Creo que nunca en mi vida gané más dinero que el tiempo que estuve allí trabajando . Entonces surgió la posibilidad de hacer la especialidad en los primeros MIR. En el tribunal estaba, entre otros, don Pedro Albert , que luego fue mi maestro, y recuerdo que me preguntó en la entrevista: «¿Usted a que viene aquí, a ganar dinero como todos los demás?» . A mí aquella pregunta me sentó mal y le contesté: «Mire, ya quisiera ganar usted lo que yo gano todos los meses en Chipiona». Don Pedro dijo a los otros dos del tribunal: «Éste para dentro». Y me apadrinó desde ese momento.

¿Cuántos cráneos ha tenido que abrir y reparar?

Exactamente no lo sé, pero llevo cuarenta y tantos años haciéndolo y menos de 50 o 60 al año nunca. No sé si serán seis mil o siete mil.

¿Y cuando uno llega hasta ahí se puede llegar a creer Dios, aunque sea un poco?

No. Lo que siento a veces es miedo o ganas de desmayarme. Nunca he tenido sensación de Dios para nada . Además, todo lo que uno hace mal en mi profesión se nota mucho, más que en otras profesiones. Y eso te da un respeto tremendo porque sabes que en tus manos está la posibilidad de la felicidad de una persona o el fracaso y la desgracia de una vida y de una fami lia. Puedes salvarlo o hundirlo y hay muchas veces que no puedes salvarlo porque la medicina no ha llegado a muchas cosas y un tumor se puede quitar, pero muchas veces no solucionas nada porque vuelve a crecer.

Los médicos son humanos y cometen errores. Usted cometió uno en su juventud.

He perdido a muchos pacientes en cuarenta años pero hay algunos que no olvidarás nunca . Cuando pierdes un paciente y no te encuentras culpable de lo ocurrido, te sientes muy triste pero no responsable de esa muerte. Piensas: «He hecho lo que he podido» . Pero cuando tú ves que podrías haber hecho mucho más de lo que has hecho, ya sea por desconocimiento o por falta de técnica, no se te olvida en la vida.

¿Qué pasó?

Fue cuando estaba empezando . Tenía veintipocos años y para redimir mi pena por esta chica de Badajoz que no pude salvar, hice mi tesis doctoral sobre la patología que ella tenía. Me dediqué los cinco años siguientes de mi vida a eso y planteé un tratamiento a esos enfermos distinto al que se hacía en ese momento y que se ha impuesto en todo el mundo.

¿Es importante escuchar al enfermo?

Es muy importante. Para los médicos más jóvenes quizá no lo es y sólo se fijan en lo que dice la resonancia pero para mí lo que te dice un enfermo es el 50 por ciento del diagnóstico, primero escuchar, que nos diga sus síntomas, lo que siente, lo que le duele; el otro cincuenta por ciento es la resonancia. Lo segundo confirma casi siempre lo primero.

¿Al paciente hay que darle cariño, aparte de curarlo?

El enfermo tiene un gran poder de curación y hay que escucharlo y sacárselo . Y saber que lo vas a ayudar. Pero si en una consulta sólo tienes cinco minutos para ver a cada enfermo, no es posible. Y es una pena porque a veces te limitas a darle una pastilla y, a veces, la pastilla no es suficiente.

¿Le sigue afectando el dolor ajeno tanto como al principio de su carrera?

Ahora el dolor ajeno me afecta incluso más. La impotencia es mayor si no puedes buscar una solución al problema. Eso es una desesperación, no te acostumbras nunca.

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