«Bautismo de Cristo» y «Virgen del Rosario protegiendo a la orden dominica»
«Bautismo de Cristo» y «Virgen del Rosario protegiendo a la orden dominica» - J.M. Serrano

La parroquia de la Magdalena devuelve el esplendor a su patrimonio artístico

El profesor Enrique Valdivieso atribuye el «Bautismo de Cristo» a Juan Simón Gutiérrez, discípulo directo de Murillo

Sevilla Actualizado: Guardar
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La parroquia de la Magdalena inicia el nuevo curso pastoral a lo grande, abriéndolo con su Aula de Cultura Sacra dedicada al patrimonio artístico del templo recientemente restaurado, dentro de la línea emprendida por el párroco, Francisco Román, «en una línea de constante preocupación y sin desánimo» de ir recuperando poco a poco la ingente cantidad de obras de arte que posee, buscando el apoyo de entidades y museos, y contando siempre con las hermandades que allí radican y con una feligresía siempre generosa.

Ayer, los restauradores expertos en conservación que han intervenido en las últimas obras recuperadas protagonizaron la sesión divulgativa del Aula de Cultura Sacra dando cuenta de su trabajo y las técnicas empleadas en una mesa redonda moderada por Carlos López Bravo, sobre el lienzo «Virgen del Rosario protegiendo a la orden dominica», «Bautismo de Cristo», las tallas de Santo Domingo de Guzmán y la Virgen del Rosario y sus hornacinas, que se encuentran en el coro bajo, y a linterna de la iglesia, que, aunque su restauración concluyó el pasado año, es un elemento espectacular del que siempre quedan detalles por referir.

La principal novedad tras estos trabajos es la atribución del lienzo del «Bautismo de Cristo» a Juan Simón Gutierrez, discípulo directo de Murillo, por parte del profesor emérito de Historia del Arte Enrique Valdivieso. Una primicia que se une a la que refrenda el profesor de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla José Roda Peña sobre las hornacinas y las citadas tallas de la Virgen y Santo Domingo, que sitúa en las manos de Pedro Roldán. Esta atribución ya figuró en una monografía que publicó en 2012 sobre el escultor, y, según explicó a ABC de Sevilla, «no responde, por ahora, a la vía documental, sino al estilismo formal» y a la propia historia y presencia de Roldán en la reconstrucción barroca de la señorial Magdalena, «en la que el escultor trabajó en los últimos años de su vida, dedicándose tanto al exterior de piedra como a la primera decoración escultórica interna, caso de esas dos esculturas y en las propias hornacinas, que, en contraste con otros retablos con estípites, poseen columnas salomónicas». En estas hornacinas, sostiene, trabajarían en colaboración el retablista Cristóbal de Guadix y Roldán».

Las esculturas, que no habían sido tocadas desde que se instalaron a finales del siglo XVII, han sido restauradas por José Joaquín Fijo y Almudena Fernández —quienes ya se encargaron del retablo mayor de la parroquia—, en dos fases. «La primera, explicó Fijo, ha sido posible gracias a la financiación del Museo de Dusseldorf, a cambio del préstamo de los dos zurbaranes de la Sacramental en 2015. La segunda quedó en manos de los feligreses. El resultado, tras la limpieza, consolidación y reposición, estucado y reintegrado es espectacular. Los restauradores han hallado interesantes detalles, como que la luna y la bola del mundo llevan polvo de mica en lugar de la plata y oro habituales. Otra curiosidad es el corte que presenta la túnica del santo o la tabla con dos puntillas delante del perro dominico, que probablemente indican que el conjunto no cabía perfectamente en el lugar para el que había sido designado en el momento de su colocación.

Estos restauradores, junto a Juan Alberto Filter e Isabel Rabadán, fueron los encargados de devolver su esplendor a la linterna, que había sido repintada, probablemente en el siglo XIX, en un tono gris oscuro para igualar la suciedad que presentaba. Se recuperaron los tonos originales en un laborioso trabajo que reveló el fondo blanco, las franja dorada y el perfilado en línea negra. Igualmente, en esta labor, el sol y la leyenda sobre el templo del cupulín se recuperaron, igual que el rosario de bolas doradas, la rocalla y greca de la bóveda, además de los elementos constructivos como el mortero, que en su día obligaron a colocar una red en el templo por los desprendimientos.

Capas de polvo

Las hornacinas de madera tallada y dorada, de más de dos metros de altura y a cinco metros del suelo, han sido restauradas in situ por el conservador y restaurador Carlos Peñuelas. Tampoco habían sido intervenidas en su historia. «Acumulaban capas y capas de polvo, sacamos hasta tres bolsas industriales, de quince litros cada una, afirma el también pintor y cartelista, que ha limpiado, fijado y consolidado las piezas, «sin reponer nada, aunque falta alguna voluta y hojarasca, es inapreciable». En sus manos también ha estado la restauración del lienzo del «Bautismo de Cristo», copia de un Murillo de la Catedral, en la que, entre otras invervenciones, ha fijado la capa pictórica, retirado barnices oxidados y eliminado repintes del siglo XIX. Esta intervención ha sido posible gracias a la colaboración del Museo de Bellas Artes, al que la parroquia dejó en préstamo un cuadro de Pacheco.

Por su parte, Ana López de Haro se ha encargado del lienzo «Virgen del Rosario protegiendo a la orden dominica», una obra que llegó a sus manos en «muy mal estado, con mucha suciedad, polvo y el barniz oxidado. Estaba opaca y tenía mucha nicotina, ya que su lugar era el despacho parroquial» desde los tiempos en los que no había prohibición de fumar. La restauración, que ha sido financiada por el Museo Thyssen-Bornemisza por el préstamo de un lienzo de Zurbarán para su magna exposición de 2015, tuvo dos limpiezas y ha requerido eliminar su viejo reentelado de gacha con harina y cola, tratar el bastidor, comido de xilófagos, además de reintegración con acuarela y pigmentos al barniz, entre otras labores.

Ana López de Haro se sorprendió de los colores rojos, amarillos, ocres y de los detalles que fue revelando el lienzo: «fue como si tuviese un telón» y por «la interesante iconografía representada, centrada en la Virgen del Rosario, y en la que, además de Santo Domingo, aparecen fundadores y santos de otras órdenes», algunos de los cuales sostienen óvalos con estampas de los misterios gozosos y dolorosos, junto al poder de los reyes, entre ellos Carlos II, y político, más «un purgatorio o infierno con almas en el fuego y ángeles rescatándolas con la intercesión del rosario», profusamente reflejado en la obra, en la que no falta el perro con la antorcha de los dominicos.

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