Juez Mercedes Alaya

Mercedes Alaya: «Llevé mal la presión de la Prensa. No podía salir del juzgado y me sentía prisionera»

La magistrada confiesa que varios bufetes han querido ficharla pero dice que «mi vocación es estar en el otro lado»

Mercedes Alaya sufrió durante la instrucción de las macrocausas dolor del trigémino, que le mantuvo seis meses de baja J. M. SERRANO
María Jesús Pereira

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Mercedes Alaya, calificada por muchos como «juez estrella» al acaparar numerosas macrocausas, nació en la capital andaluza en el seno de una familia cordobesa. Hasta los nueves años pasó su infancia en Sevilla, cuando sus padres se mudaron a un municipio del área metropolitana, Alcalá de Guadaíra, donde se habían construido un chalé. «Puedo decir que mi infancia fue muy feliz», señala Alaya, quien después de estudiar en las Escuelas Francesas pasó a la Sagrada Familia de Utrer a durante tres años porque no había ningún colegio privado en Alcalá. Cansada de los continuos viajes entre Alcalá -donde vivía-, Utrera -donde estudiaba- y Sevilla -donde cursaba solfeo-, estudió los dos últimos cursos de EGB en un colegio público de la localidad alcareña, en cuyo instituto hizo también BUP y COU.

Dos hechos luctuosos

Si su infancia fue feliz, sus años de juventud se vieron ensombrecidos por dos hechos que marcaron su vida: la muerte de su padre y de su único hermano, algunos años mayor que ella. «Esos son los dos acontecimientos que mas me han marcado en mi vida personal. Mi padre -dice- murió cuando yo acababa de finalizar mi primer curso de la carrera de Derecho y su muerte fue un mazazo para mí, sobre todo porque mi madre sentía adoración por mi padre y se quedaba sola. Yo asumí la responsabilidad sobre el duelo de ella, evitando que se sintiera triste o que estuviera sola pero la muerte de mi hermano no la he logrado superar aún, porque éramos sólo dos hermanos y él, que era mayor que y o, era el referente de mi vida, de mis recuerdos de infancia y adolescencia».

Tanto le marcó la muerte de su hermano que admite que cambió su concepto de la familia. «Yo, que no era muy proclive a tener descendencia después de mi primera hija, decidí que tenía que superar la muerte de mi hermano aumentando la familia con nuevos hijos. Si la muerte me había privado de uno de los seres más queridos, yo tenía que dar vida a otros. Así nos convertimos en una familia con cuatro hijos. La mayor tiene 33 años y el más pequeño, 11 años».

Tuvo a su primera hija cuando aún estudiaba Derecho, pero aquello no le desanimó a seguir estudiando y convertirse con 24 años en una de las jueces más jóvenes de España, aunque para ello contó con un ayuda inestimable. «Mi primera hija la tuve con 20 años pero seguí estudiando Derecho y me presenté a las oposiciones de juez, que desde niña fue mi vocación, porque sabía que tenía que salir adelante ya que tenía una hija en el mundo. La verdad es que mi madre me ayudó muchísimo. Su apoyo ha sido siempre fundamental en todas las decisiones que he tomado en mi vida», añade.

Familia y trabajo

Mercedes ha formado una familia numerosa y ha tenido que hacer malabarismos para compaginarla con las macrocausas, algunas de las cuales le exigía tomar declaraciones hasta altas horas de la madrugada. «¿Cómo he podido hacerlo? Dando calidad en los momentos diarios en que se puede. Mi trabajo me ha permitido tener las horas de audiencia en el juzgado, aunque siempre se prolongaban más de lo esperado, y llevarme también trabajo a casa. Yo tengo mi despacho en el centro de la casa y lógicamente me entero de todos los problemas y exámenes que tienen mis hijos , preguntando y explicando lecciones, o simplemente dando ánimos y seguridad a los mismos. Cuando eran más pequeños el rato más importante era la cena y cuando los acostaba, pues hablamos de los problemas y alegrías que habían tenido durante cada jornada. Mi hijo pequeño, que dormía muy mal cuando instruía el caso Mercasevilla, el caso Betis o los ERE, se salía de la cuna y se ponía en la alfombra de mi despacho con su chupe mientras yo seguía trabajando hasta altas horas de la madrugada . Hacía lo que hacen muchas mujeres: "apagar fuegos", es decir tratar de estar en todos los sitios casi a la vez».

Asegura que sus hijos han llevado bien esas jornadas de trabajo maratonianas «aunque -admite- el pequeño me decía cuando tenía tres años  que tenía muchas ganas de que me echaran del trabajo. Yo me reía y le decía: «No te preocupes, un día de estos me echan del trabajo».

Mercedes Alaya, en los jardines del Cortijo Torre de la Reina, en Guillena J. M. SERRANO

Enfermedad

De los 4 años de instrucción, seis meses estuvo de baja con dolor del trigémino. Cuando se le pregunta si el estrés que vivió en aquellos años pudo influir en la aparición de esa dolencia, contesta que absolutamente. «Yo siempre he padecido de dolores de cabeza y he convivido con ellos. Sin embargo, terminado el verano de 2013 esos dolores de cabeza eran tremendos y sufrí una distrofia del trigémino, que me generaba un intenso dolor en el rostro y que además me quemaba. Sentía -revela- como una combustión interna, como si fuera a salir ardiendo, como si hubiera estado 24 horas al sol, lo que me hacía incluso mudar la piel, con los dolores que ello suponía y la medicación tan agresiva que tenía que tomar. Al final de un largo proceso con mucho tratamientos fallidos, el médico descubrió que lo que me pasaba se debía a una hiperhistaminosis, a una importante intolerancia alimentaria, provocada por una bajada de defensas debido a una situación de estrés. Tuve que cambiar mi alimentación y, de hecho, tengo que hacerlo cada tres meses porque me hago intolerante a los alimentos que repito».

Adquirió relevancia nacional debido a la instrucción de casos de corrupción y su nombre aparecía en las portadas de todos los periódicos y abría los informativos radiofónicos y televisivos. Confiesa que no ha llevado bien esta notoriedad. « A mí me gusta ser una persona que pasa desapercibida. No me gusta estar en primer plano porque soy bastante tímida . De hecho, siempre he intentado estar en un segundo plano y por eso he llevado muy mal la presión de los medios de comunicación en mi ámbito profesional y no por las críticas, que acepto, sino porque llegó un momento en que me sentía prisionera en mi propio juzgado pues no podía salir fuera del edificio pues a todas horas había prensa y fotógrafos. He llevado muy mal el tema de las fotos, el tener tantas cámaras de televisión y prensa escrita detrás de mí. Cada vez que entraba o salía de los juzgados me hacían fotos. A esta situación nunca me llegue a acostumbrar, pues además siempre pensaba que si hubiese sido un juez hombre no le hubiese ocurrido lo mismo».

La paran por la calle

A pesar de la presión de los medios de comunicación y el hecho de llevar escolta, la juez asegura que no «he cambiado mis hábitos de vida con mi familia ni con mis amigos». Cuando va por la calle hay quien le increpa, «aunque lo normal -subraya- es que me paren para darme las gracias, para decirte que han comenzado a creer en la justicia, que no me desanime... y me lo dice sobre todo mucha gente joven y estudiantes. Eso es muy agradecido y reconforta».

En su tiempo libre, Mercedes Alaya prefiere viajar «porque es la pasión de mi familia. Mis hijos conocen medio mundo porque mi marido y yo somos muy viajeros. Hay gente que desconecta del trabajo yendo a la playa y yo lo hago viajando».

Futuro profesional

¿Dónde está el futuro profesional de esta juez de la Audiencia de Sevilla? Hay quien apunta a la Audiencia Nacional, otros a conocidos bufetes de abogados . Ella admite que «me han hecho ofertas pero no hemos hablado de cifras porque no dejé que la conversación avanzara porque yo no ficharía nunca por un bufete porque no me veo ahí, ya que mi vocación es estar del otro lado. Soy una firme convencida del servicio público, que debe estar por encima de nuestras propias necesidades, de nuestras prioridades personales».

¿Le tienta la política a esta juez». Por lo pronto confiesa que «hace tiempo que no voto , lo cual refleja mucho la decepción poítica que sentimos los ciudadanos». Ningún partido se ha atrevido tampoco a tentarla, según cuenta.

 

 

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