Estandarte con su imagen en la Plaza de San Pedro
Estandarte con su imagen en la Plaza de San Pedro - ABC

Memoria viva de santa María de la Purísima de la Cruz

El vicario general, Teodoro León, preside a las siete de la tarde de hoy una misa en la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz al cumplirse el primer año de la canonización

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Hace un año, tal día como hoy, el Papa Francisco canonizaba en la vaticana Plaza de San Pedro a Madre María de la Purísima, segunda hermana de la Cruz cuyo nombre figura en el Libro de los Santos, inaugurado por Santa Ángela. fundadora en 1875 de esta Compañía que sigue regalando amor, con el más acendrado desprendimiento y con los ojos siempre puestos en el Señor desde sus 54 casas repartidas por el mundo.

Parafraseando al sacerdote y escritor José María Javierre, biógrafo de ambas santas, las Hermanas de la Cruz son una «hermosa locura». Pierden la tierra para ganar el Cielo llevando a la práctica la frase que pronunció al morir Madre Angelita: «No ser, no querer ser, pisotear el yo...», palabras de su mentor y guía, el padre José Torres Padilla, aquel «santero de Sevilla», cofundador de la Compañía, que sigue subiendo escalones hacia los altares.

Sor Ángela primero y después la que sería su sucesora como madre general 1977 hasta 1998, fecha en laque falleció a los 72 años, son los paradigmas que marcan el camino pasado, presente y futuro de las Hermanas de la Cruz. La recompensa terrenal, que ni buscan, reclaman o esperan, que ni siquiera desean, es el reconocimiento unánime de la sociedad que las contempla, refrendado por la Iglesia.

Así lo hizo el 18 de octubre de 2015 en el centro espiritual de Roma en una mañana emocionante teñida de ruda y admirada estameña, salpicada de rostrillos de blanco inmaculado, tocas negras y cruces en el pecho, las del revuelo de hermanas de la Cruz que colonizaron junto a miles de sevillanos la Plaza de San Pedro para escuchar el «discernimus» del Pontífice que sellaba el protocolo de la declaración de santa de Madre María de la Purísima a los diecisiete años de su muerte.

Hagiografía de una santa

Es, la de Madre María de la Purísima, una hagiografía grandiosa que ella quiso mínima con rotunda e incuestionable humildad, pretendiendo borrar su rastro de fotos y vanos aderezos mundanos, empequeñeciendo hasta hacer insignificante el derredor que ata a la tierra y a la fútil ansia de la perdurabilidad; siendo pobre, más pobre aún, con los pobres, y mostrando y enseñando la radicalidad de la entrega al prójimo, del amor a los demás, a esas hijas que, de par en par, ganan las calles para Dios con su presencia y su implícita santidad.

En el cuaderno de su vida está escrito el primer momento en que María Isabel Salvat Romero, una niña bien del madrileño barrio de Salamanca, colegiala de las Irlandesas, fue prendándose de la esencia de la Compañía de la Cruz en la pareja de hermanas que acudía cada mes a recoger la limosna a su casa. Después, en letras manuscritas por quienes la conocieron, figura su labor al frente de la Compañía y perdura su venerado recuerdo y los testimonios que, pacientemente y con esperanza sabia, recopilaron las hermanas desde su muerte hasta que su primer milagro fue reconocido. Fue el de la niña Ana María Rodríguez Casado, de la onubense La Palma del Condado, que había nacido con una cardiopatía congénita y sin vena cava inferior, que a los trece meses sufrió una parada cardiorrespiratoria de la que sanó milagrosamente con la mediación de nuestra santa.

Sólo cuatro años después de su beatificación en Sevilla, el segundo milagro requerido se inscribía ya en el lenguaje del siglo XXI con el concurso de las redes sociales. Su protagonista fue Francisco José Carretero Díaz. «El Carre», armao de la Macarena. Una parada cardiorrespiratoria lo mantuvo doce días en coma mientras sus amigos, compañeros de la Centuria y hermanos macarenos, promovieron y buscaron en Facebook y Twitter la intercesión de Madre María de la Purísima.

El mes de junio de 2015 queda grabado en las paredes enjalbegadas del convento. Primero, el Decreto del milagro. Después, el día 27, el capuchino fray Alfonso Ramírez Peralbo, postulador general de la Causa, comunicaba desde Roma al convento, alma de la calle que el Ayuntamiento republicano de 1931 rotuló con el nombre de Sor Ángela, que la fecha de la canonización de la sexta madre general de las Hermanas de la Cruz sería el 18 de octubre. Sonaron repiques de júbilo lanzados por la campana del patio principal, tañida por un alboroto silencioso de monjas que, con sus delantalitos de cuadros chicos de faena, se embarcaban en el gozo.

... Y Roma de la Cruz

El tiempo que se precipita y recala en lo esperado ocupa otro capítulo de estos anales de las Hermanas de la Cruz. La estampa para el álbum es una panorámica que abarca la visión de centenares de religiosas en la Plaza de San Pedro, de banderas de España y azules con frases de Madre María de la Purísima y del enorme estandarte oficial con una foto de Haretón de la santa que habían elegido las propias monjas para la ceremonia.

En la Casa Madre solemnizan hoy este aniversario dentro de sus más puros cánones con una misa que dará comienzo a las siete de la tarde y que preside el vicario general de la Archidiócesis y deán de la Catedral, Teodoro León.

No cierra, ni mucho menos, esta efemérides el libro de Madre María de la Purísima, que, junto a Santa Ángela de la Cruz, en cuya cripta reposa, sigue repartiendo esa calderilla de gracias y milagros nunca pequeños que Sevilla percibe y recibe cada vez que ve pasar a una pareja de Hermanas de la Cruz.

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