Jesús Vida y Leonardo Gaviño
Jesús Vida y Leonardo Gaviño - ABC
OBITUARIO

En memoria de Leonardo Gaviño y Jesús Vida

Nos han dejado los dos expresidentes de la Asociación de Antiguos Alumnos Maristas, precisamente en el bicentenario de su fundación

SEVILLA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Con intervalo de una semana aunque en dos años naturales distintos, nos han dejado para siempre dos expresidentes de la Asociación de Antiguos Alumnos Maristas precisamente en la semana en que el instituto religioso conmemora el bicentenario de su fundación por San Marcelino Champagnat. Jesús Vida, pediatra, y Leonardo Gaviño, farmacéutico, por el orden de sus óbitos, fueron mis presidentes -como también lo fue Juan José Caravaca- a lo largo de algunos años de juventud en que me tocó desempeñar el cargo de secretario de esa entidad que reunía a los alumnos egresados del colegio marista sucesivamente radicado en las calles Jesús del Gran Poder, San Pablo y Paraíso.

Leonardo Gaviño, cuyo apellido blasona la farmacia de la calle O’Donnell, fue el alma de esa asociación como después lo fue de la de Amigos del Museo y de la fundación farmacéutica Avenzoar.

Resulta imposible reunir en unas apretadas líneas toda la energía, la capacidad de organización y el entusiasmo desbordante que adornaron cuantas tareas acometía ya fuera en lo profesional o en lo personal. Leonardo Gaviño, con su inseparable Esperanza, era de esa clase de gente que se marca metas ambiciosas y no ceja en el empeño hasta que las consigue. Durante sus mandatos, la asociación de exalumnos vivió sus etapas más esplendorosas, con la organización en Sevilla en 1981 del Congreso Europeo de Antiguos Alumnos Maristas, un tour de force que Gaviño dirigió a buen puerto con dominio de la situación y tacto. Desde su Puesto de Mando en la esquina de las calles Pepe Luis Vázquez y Pascual Márquez, batalló para que los antiguos alumnos maristas dispusieran de una caseta de Feria que luego, como tantos sueños, quedó reducida a cenizas.

Pero su activismo social y su sevillanía no se limitaron al grupo colegial, sino que se desplegó luego en la Asociación de Amigos del Museo y en la Fundación Avenzoar, de la que fue su primer presidente si no me falla la memoria. Gaviño era un hombre culto, inquieto y muy amigo de sus amigos, una de esas personas con las que la ciudad, eternamente ingrata, nunca termina de pagar la deuda de generosidad contraída.

En Jesús Vida, pediatra con consulta abierta en Aguiar, bocacalle de Marqués de Paradas por la que pasaron miles de niños sevillanos del último tercio del siglo XX, vi con mis propios ojos a un hombre bueno que, además, hacía de la bonhomía de su carácter ley de vida y no es un fácil retruécano. La colaboración con él en la asociación de antiguos alumnos fue más corta, pero aquel hombre de frente despejada e ideas claras como el agua cristalina me dio alas para lanzar un boletín del que sólo editamos un par de números. Su presidencia se enfocó a una acción social para con los exalumnos a los que la vida no les hubiera sonreído, para atenderlos y socorrerlos en lo material y en lo espiritual: las violetas que florecen al borde de los caminos. Su acendrada fe religiosa así se lo demandaba.

Luego, la asociación que me había permitido conocerlos a ambos, pasó por vicisitudes, capotó y finalmente se disolvió. Sabía de Leonardo por su hija Esperanza, compañera de carrera que me precedió algunos años antes en estas mismas páginas de ABC. De Jesús no volví a saber hasta que lo identifiqué en la foto de un reportaje publicado aquí también sobre los recuerdos que atesoraban ancianos asilados en una residencia. Quedé impresionado con los estragos que le había causado el paso del tiempo.

Ahora, este domingo, acabo de leer sus nombres entre los que ya no estarán más entre nosotros y me ha dado por agradecerle a Dios que a aquel veinteañero insolente estudiante de periodismo que era yo entonces le permitiera conocer a dos buenas personas de las que -justo es reconocerlo en la hora de su muerte- no me dio tiempo ni a aprender más ni a honrarlas como sin duda se merecieron. Descansen en paz.

Ver los comentarios