Varios manteros disponen sus bolsos sobre la acera
Varios manteros disponen sus bolsos sobre la acera - RAÚL DOBLADO
COMERCIO ILEGAL

«Top manta», así se organiza en Sevilla el negocio que da sustento a las grandes redes mafiosas

Organizaciones procedentes o vinculadas al tráfico de droga han dado el salto a la venta de falsificaciones, actividad mucho menos penada y que también reporta enormes beneficios. En Sevilla, casi todo procede de China y Portugal

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La máxima del capitalismo es infalible. Hay oferta porque hay demanda. Y mucha. Marcas conocidas y hasta supuesto lujo a precio de ganga. Esta fórmula es la levadura del pujante mercado de la venta ambulante ilegal, que en Sevilla se viene reforzando tanto como en el resto de grandes ciudades. Las fuerzas de seguridad que trabajan con este fenómeno, una labor que ahora se centra especialmente en el llamado «top manta», destacan en todo momento ese ineludible factor. Se venden esos productos ilegales porque muchos ciudadanos los compran. Los clientes tienen escasos miramientos más allá del regateo de rigor, de ahí que este negocio goce de tan buena salud pese a los esfuerzos de las autoridades. El precio sin competencia supone un atractivo más que suficiente.

Pero pocos saben los perjuicios que este gesto supone y qué hay detrás de cada camiseta de fútbol o funda de móvil que adquieren en el mercado negro. La labor de concienciación social, de educación del consumidor, no da los frutos esperados. Al menos, no a la velocidad adecuada. De ahí que, de momento, casi todo lo que se puede hacer con los manteros sea desde la perspectiva policial. En ese sentido, el fenómeno se afronta desde dos vertientes al tener dos partes muy diferenciadas. De un lado, la que se ve en la calle, la del mantero y el menudeo, de la que se encargan las policías locales. De otro, las redes que hay tras este mercado negro, las mafias que usan a personas sin recursos para llevarse grandes beneficios y que fabrican y distribuyen el material, de las que se encargan en la Policía Judicial, tanto desde el Cuerpo Nacional de Policía como desde la Guardia Civil.

En la Policía Local de Sevilla se encarga de la persecución en la calle de este delito de propiedad industrial e intelectual la Unidad de Medio Ambiente, que centra buena parte de sus esfuerzos en los mercadillos. Porque entre los puestos que tienen la licencia se cuelan otros que no la poseen o que, sencillamente, venden lo que no deben. Así lo explica el oficial Antonio Paredes, responsable de ese grupo. «Hay un control de acceso y dentro también hay agentes de paisano —explica—. Está cada vez más controlado el asunto de los mercadillos, pero una cosa es tener un puesto legal y otra que lo que se venda sea legal. Lo que expongas y lo que no. Porque pueden llevar cosas dentro de una de las furgonetas, que no podemos estar abriendo; se debe presumir la inocencia del que entra allí con su licencia. Es con los policías de paisano como se detecta después. Pero algo puede colarse, no se puede negar. Todos los sábados y domingos se producen intervenciones, es cierto, pero no de gran escala, como hace algunos años, como cuando interceptamos 32.000 discos en un solo fin de semana en el Charco de la Pava. Hoy en día se ha reducido esa venta de productos ilegales dentro de los propios mercadillos, se da más fuera de ellos».

Más allá de la simple venta

Más complejo, desde luego, es perseguir al mantero. «Es un asunto penal que habitualmente debemos afrontar con diligencias judiciales cuando logramos identificar a alguno. Es más difícil porque involucra más aspectos. Muchas veces, por ejemplo, hay que hablar con Extranjería puesto que engloba estancias irregulares en nuestro país. Llegamos al tema con un simple problema, el de la venta ilegal, y se da la circunstancia de que te puedes encontrar con otros como estancias ilegales, falta de documentación o vínculos con otros delitos».

Decomiso de material audiovisual de la Policía Local de Sevilla
Decomiso de material audiovisual de la Policía Local de Sevilla - ABC

«Con una licencia de venta ambulante sí podrían vender, pero esto no ocurre prácticamente nunca con el mantero, que llega, estira la manta en la calle y se pone a vender. A vender cedés sobre una sábana o dos cajas de naranjas delante de una frutería. Hay de todo», indica el responsable policial, que señala el entorno del centro comercial Nervión Plaza y la calle Tetuán como los dos puntos calientes de esta actividad ilícita en la ciudad. Que son, además, cada vez más calientes por la creciente violencia que, según apuntan, usan los vendedores. «Antes no, pero últimamente sí que estamos teniendo problemas. Ya hacen frente, no es como antes, y venimos teniendo cada vez más policías lesionados cuando van a actuar con estas personas. Antes se paraban, te dejaban la mercancía… Ya no. Y para colmo cuentan con cierta simpatía de la gente, que nos ve como los malos de la película».

Entre los productos más en boga en este mercado ilegal, crece la ropa de marca falsificada, desbancando a los audiovisuales, «sobre todo las camisetas de fútbol de Betis, Sevilla, Madrid y Barcelona. Eso se da muchísimo, como las falsificaciones de vaqueros Levi´s y de zapatillas de deporte Nike, que son muy demandadas. Pero es el timo de la estampita, en realidad. Pagas menos por ese producto, claro, pero es un material de muy escasa calidad, que no ha pasado control alguno y que va a durar muchísimo menos que el auténtico. Al sistema le cuesta cinco euros producir unas zapatillas de marca y el mantero las vende luego por 20 euros, el margen es amplísimo. El que compra piensa que está adquiriendo una ganga porque no se gasta los setenta, ochenta o noventa euros que valen las auténticas, pero en realidad le están robando. ¿Quién engaña a quién? Y de eso es de lo que debemos concienciarnos todos. Mientras se siga comprando…».

La mayoría de las redes que se desenvuelven por Sevilla son caseras, no siempre hay detrás grandes grupos internacionales de distribución de material ilegal como puede ocurrir en Madrid o Barcelona. «Es evidente —señala Paredes—, a la vista está, que hay muchos extranjeros vendiendo en mantas, sobre todo subsaharianos. Pero nosotros casi no podemos entrar en la vinculación que puedan tener estas redes con la inmigración ilegal, eso es competencia estatal. Que hay mayoría de africanos, sin duda. Tienen que buscarse la vida».

Sobre todo, los puertos

Lo cierto es que más allá de quiénes venden, los entramados van creciendo y fortaleciéndose por los enormes beneficios que obtienen de esta actividad. La maquinaria industrial y comercial de este segmento va a más y engloba desde las mercancías que llegan desde Oriente en contenedores a las bases logísticas en polígonos industriales o los talleres clandestinos más modestos en pisos habilitados para ello.

Operación de la Guardia Civil
Operación de la Guardia Civil - ABC

Los puertos son, sin duda, el gran foco de atención de las fuerzas de seguridad, pero también el principal agujero del sistema. «La mayor parte de la mercancía entra por los puertos. Algeciras, Valencia, Barcelona... Hay talleres clandestinos, sí, pero son minoritarios. En los puertos está el verdadero problema de la venta ilegal», destaca el jefe de la Patrulla Fiscal y de Fronteras en Sevilla de la Guardia Civil, José María Pafite, quien señala la imposibilidad de controlar todo lo que entra. «Apenas se revisa diariamente un dos por ciento de los contenedores que llegan a los puertos. Si se mirasen todos, el comercio quedaría bloqueado y los puertos, parados. De eso se sirven las mafias que meten las falsificaciones, de que no se puede revisar casi nada de lo que entra. Y llegan contenedores enteros de China, por ejemplo. Meten toda la mercancía por vía marítima, donde los filtros de las aduanas son del todo insuficientes, y encima evaden impuestos por las marcas que se falsifican y no se declaran, obviamente».

Explica el responsable de la Benemérita que el sistema de reparto de mercancía a los vendedores, lo que ya supone una segunda fase más local y de menor escala en el proceso, ha cambiado en los dos o tres últimos años, pasando de la recogida de los productos falsificados en almacenes o naves a un método menos arriesgado para las mafias. «Ahora se usan empresas de paquetería —señala—. Cada vez es más común. Se envía todo en paquetes a los vendedores finales desde cualquier punto de España, sobre todo zona del Levante y de Galicia. Muchas veces las empresas de transporte o de paquetería no identifican bien al emisor, no hacen correctamente su trabajo. Y no lo hacen porque también es una manera de lucrarse, claro está. Para abrir los paquetes necesitaríamos autorización judicial».

Estas redes explotan a inmigrantes que, normalmente, no tienen papeles. «Trabajan básicamente para saldar la deuda que han contraído con quienes les han traído a España. Para pagar el viaje. Y si no lo haces, extorsión, amenazas... Viven asustados. Sobreviven porque las mafias les pagan la manutención y poco más. Si se llevan cinco euros por un par de zapatillas, pues mucho es. No tienen documentación y apenas pueden hacer nada. De hecho, no nos cuentan mucho, saben que se la juegan. Las grandes mafias se lucran de esta pobre gente, les explota para financiarse y mantener no sólo las redes de venta de falsificaciones sino de trata de personas o de tráfico de drogas. Usan empresas pantalla para esconderse y los inmigrantes que venden en la calle son sólo su instrumento. Hay que ir a la cabeza de la serpiente».

El cabo Pafite destaca que esas redes mafiosas se parapetan muy bien. «Apenas les entregan material, sólo lo justo en función de lo que más o menos se está vendiendo. Para que el castigo que les caiga si les pillan sea escaso, porque depende de lo que lleven encima. Este delito, además, no está muy penado». Esto conecta con uno de los aspectos cruciales del fenómeno, «la simpatía de la gente, que acepta este delito y consume en masa los productos. Con la crisis, la gente ha decidido comprar falsificaciones pero no es plenamente consciente de que están colaborando con mafias. Y desconocen lo que hay detrás, la pérdida de puestos de trabajo que esto supone, los comercios cerrados y la explotación de seres humanos que fomentan al comprar. Financian mafias».

Proceso cuidadoso

El vendedor final es una simple terminal de un vasto y cuidadoso proceso sustentado en una sólida estructura que funciona como un reloj. Como explica el jefe de grupo de Delitos Tecnológicos y Contra la Propiedad Industrial e Intelectual de la Policía Nacional en Sevilla, José Félix Romero, esta actividad está «muy bien organizada en varios escalones, como pasa con el tráfico de drogas, donde la dirección jamás toca el producto. Es lo mismo en este caso: hay una dirección de la red, la cúpula, que usa a múltiples intermediarios y domicilios o almacenes “puente” desde donde se hace llegar la mercancía a un tercer nivel, el de los vendedores ambulantes».

La Policía Nacional, con ropa falsa
La Policía Nacional, con ropa falsa - ABC

En el caso de Sevilla, estos últimos «van a veces por libre, simplemente compran el producto y luego lo venden más caro, pero no siempre están supeditados a mafias o son extorsionados. Lo que sí se da en todos los casos es la existencia de una red logística por arriba, una dirección, las mafias de siempre, que ahora han encontrado en este negocio una gran oportunidad porque deja auténticos dinerales y está mucho menos penado que la droga». Romero apunta que casi todos los grandes distribuidores, que en Sevilla son cuatro o cinco que copan el mercado, poseen bazares, espacios comerciales que, aparte de la actividad propia y legal de la tienda, «les sirven de muestrario». «Allí tienen cuatro, cinco, diez piezas que actúan como catálogo para que quienes quieren comprar un cargamento grande. Esos están ya en almacenes clandestinos con cantidades descomunales».

Para concretar las operaciones de entrega del producto a los intermediarios, el segundo escalafón, el método que siguen estas organizaciones «es muy cuidadoso para no dejar rastro alguno. Toman multitud de medidas de seguridad y siempre hay gente interpuesta que entra en contacto con el mantero. Minimizan el riesgo y usan mucho las empresas de transporte de mercancías para traer el producto falsificado de otro país y la palabra dada, que para ellos es sagrada puesto que su negocio depende no sólo del material sino de la confianza que genere en el que debe recibir la mercancía». En ese sentido, apunta que prácticamente todo lo que llega a Sevilla lo hace o de Portugal o de China, a través de los puertos en este último caso. «Se da la circunstancia de que en España se están especializando en una especie de industria complementaria, la de las etiquetas y los logos que se estampan en la ropa falsa a base de calor. Las prendas llegan de fuera y aquí les colocan la supuesta marca. Es una especialización muy llamativa», explica este mando policial.

Para quienes tiran la manta en la acera el problema es otro: la mera subsistencia. Los cuatro o cinco euros que se pueden sacar en limpio por un par de zapatillas o una sudadera. Eso para los de la «primera división», que son los manteros con un sitio definido donde vender. Para los inmigrantes que se abren camino con la venta ilegal, el «top manta» es la máxima categoría. En muchas ocasiones, antes han tenido que pasar por un nivel aún inferior, que es el de la venta de pañuelos en los semáforos. Cuando se ha cumplido económicamente con la red mafiosa que hay detrás y se «gana» el derecho a un «ascenso» tras meses o años de trabajo cada vez que el semáforo se pone en rojo, es posible dar el paso a la venta de falsificaciones y «subir a primera». Entre los manteros de Sevilla, aparte de los subsaharianos hay un nutrido grupo de marroquíes y algunos argelinos.

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