COOPERANTES SEVILLANOS

Hombres y mujeres que luchan por cambiar el mundo

Se trasladan a zonas deprimidas para ayudar a mejorar la vida en esos países

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Calcular el número de sevillanos que cada año se marcha por el mundo a hacer labores de voluntariado es tarea casi imposible. Se conocen algunos datos que maneja la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía, según los cuales hay más de 440.000 mujeres y hombres en toda la comunidad autónoma y más de 3.000 entidades que realizan acciones de voluntariado en diferentes áreas, entre las que sobresalen las de carácter social y las educativas. El perfil de la persona voluntaria es una mujer, con estudios universitarios, empleada y que suele dedicar media jornada a tareas de gestión administrativa, diseño de proyectos, captación de participantes, y actividades educativas y culturales.

En cualquier caso, una entrevista con cuatro personas que están o han estado recientemente de cooperantes por el mundo refleja que en general, aunque sepan que no van a cambiar el mundo de la noche a la mañana están convencidos de que pueden aportar su granito de arena para ello y están trabajando por ello y luchando por sus «ideales».

La mayoría además son conscientes de que queda mucho por hacer para que la sociedad sevillana y española en general esté concienciada como ellos ya que además las ONGs están atravesando «un momento crítico» ya que no disponen de demasiado dinero pese a las aportaciones de organismos públicos y empresas privadas.

Todos han atravesado momentos difíciles y han conocido incluso situaciones de violencia extrema. Pero se quedan con lo bueno: con el equipo de trabajo, con la gente que han conocido que les han dado «lecciones de vida» y que les ha cambiado la escala de valores y la visión del mundo. Y les ha proporcionado momentos muy emotivos. A todos ellos su estancia les ha cambiado la visión del mundo aunque, a veces hayan echado de menos a la familia que dejaron en Sevilla.

No hay un cooperante tipo. La mayoría ni son religiosos ni tampoco quieren que se les encasille como «perro flautas» ni creen que marcharse de voluntario sea «una vía de escape cuando las cosas no marchan. «Somos gente que lucha y que comparte su tiempo, sin etiquetas», dice uno de ellos.

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