Uno de los primeros intentos de acabar con El Vacie se produjo con el derrumbe de chabolas en 1960
Uno de los primeros intentos de acabar con El Vacie se produjo con el derrumbe de chabolas en 1960 - ABC

El Vacie: la historia de más de 60 años de chabolismo en Sevilla que aguarda (una vez más) su punto y final

El asentamiento chabolista tiene los días contados gracias a un plan de 15 millones. Pero no es la primera vez que se pretende, sin éxito, acabar con la cara más vergonzante de la ciudad

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El asentamiento chabolista más antiguo de Europa tiene sus días contados. El Vacie, como se conoce al núcleo de casas prefabricadas, chabolas de latón, tablones y uralita y construcciones irregulares que se sitúa al norte de Sevilla, entre el cementerio de San Fernando y el parque a las espaldas del centro comercial Carrefour Macarena, podría quedar pronto en el olvido. Más aún si cabe. Y es que su historia, de más de 60 años, ha estado marcada por la insalubridad, la incultura y la pobreza de sus pobladores, pero también por una larga lista de intentos por acabar con la cara más marginal de Sevilla. Algo que podría cambiar muy pronto con el reciente anuncio de la llegada de unos 15 millones de euros de fondos europeos que permitiría poner punto y final a la historia del rincón más abandonado de la capital andaluza.

El surgimiento del Vacie no está bien definido. Algunas crónicas apuntan a que las primeras chabolas comenzaron a instalarse en torno al año 1932 albergando a familias de origen trashumante, principalmente de etnia gitana, pero también mestizos y payos que solían vivir del trapicheo o de la caza. Pero la historia mejor documentada del Vacie arranca en 1954, año en el que varias familias construyeron sus propias viviendas en las tierras que la marquesa del Río cedió a los pobres. En la zona conocida como El Polvero se establecieron sus primeros ocupantes, que más tarde fueron realojados en la barriada de Torreblanca. Pero apenas pasaron unas semanas hasta que la zona volviera a ser ocupada por nuevas familias.

Cuando Franco visitó el Vacie

La amplia comitiva que acompañó a Franco en su visita al Vacie en 1961
La amplia comitiva que acompañó a Franco en su visita al Vacie en 1961 - ARCHIVO ABC

El relato del Vacie actual no podría entenderse sin la histórica marginación y abandono que han sufrido sus habitantes por parte de las administraciones, pese a las innumerables promesas. Las primeras llegarían durante la posguerra. Hasta el mismísimo Franco llegó a visitar el Vacie en el año 1961. Lo hizo acompañado por cinco ministros, dos directores generales y todas las primeras autoridades locales y provinciales. En su paseo a pie ejerció como cicerone el gobernador civil de la época, Hermegildo Altozano Moraleda, que le explicó con detalles la situación de la pobre gente que allí malvivía. La crónica de ABC relataba como en aquel 24 de abril de hace ya 55 años las máximas responsabilidades políticas recorrieron a pie «las calles embarradas del asentamiento e incluso pudieron conocer el interior de algunas de sus chabolas mientras con las manos se espantaban las moscas y se tapaban la nariz con el pañuelo, como si todos estuvieran súbitamente resfriados».

Aquellas condiciones infrahumanas se mantendrían durante las siguientes décadas, según relató ABC en un texto firmado por Martín Moreno en 1993, sus vecinos fueron «perseguidos por la Ley de Vagos y Maleantes» como respuesta a su modo de vida, en la que subsistían «gracias al pequeño comercio y, cuando la necesidad lo dictaba, cometiendo hurtos de poca monta». Hijos de una gran ciudad que «los ignoraba, los despreciaba y los temía a partes iguales», los vecinos del Vacie fueron invisibles para las administraciones durante años, en los que «jamás se planteó hacer nada para mejorar las degradantes condiciones de vida de sus habitantes. No se pensó, por ejemplo, tenerlos en cuenta en el proceso de urbanización que se realizó en la zona, y no tuvieron cabida ni en el Polígono Norte ni en Pino Montano».

El Vacie, a mediado de los 90
El Vacie, a mediado de los 90 - M. HERCE

No sería hasta la proximidad de la Exposición Universal de 1992 cuando se les prometió a los vecinos unas viviendas prefabricadas. Las acabarían recibiendo en 1991 unas treinta y cinco familias. Pero más allá de solventar buena parte de los problemas, la adjudicación generó otros nuevos. «Los vecinos de El Vacie se quejaron, primero, del sistema de adjudicación de las casas, que consideraban arbitrario. Según ellos, aunque se les dijo que el criterio que se había empleado era el de antigüedad de residencia y el del número de hijos, en la práctica ha habido familias que vivían allí desde hace más de veinte años y se han quedado sin casa y, sin embargo, hay familias sin hijos a quienes se les han concedido», relataba ABC.

La Expo '92, un punto de inflexión

El paisaje del Vacie de principios de los años 90 se dividió entonces en dos. Por un lado, una «zona noble» con agua corriente y electricidad, servicio de recogida de basuras y suelos de hormigón, aunque con un alcantarillado que alcantarillado que provocaba inundaciones a la más mínima lluvia. Del otro lado, se mantenía la zona de chabolas, con una única fuente de agua «potable» para todos sus habitantes y con un suelo de barro parcheado con escombros por el que correteaban niños desnudos, gatos, perros y ratas de gran tamaño que «en ocasiones mordían a los críos y destripaban a los perros». Pese a todo, en la totalidad del recinto se mantenían los problemas sanitarios, educativos y, sobre todo, económicos.

Dueños de nada from SEBASTIAN TALAVERA on Vimeo.

Esta imagen tercermundista, que se mantiene en la actualidad y que el realizador Sebastián Talavera recogió en un documental visible sobre estas líneas [Dueños de nada, 2003], empezó a ser tomada en serio por las administraciones ya en pleno siglo XXI, con la puesta en marcha de diversos «planes de choque» y actuaciones puntuales que han permitido acondicionar el asentamiento y dotar a sus vecinos de servicios que cubran al menos sus necesidades más básicas. La limpieza y el desbroce de la zona, los planes de escolarización de sus niños o las actuaciones para dotar de luz eléctrica y agua a sus vecinos han sido recurrentes en los últimos tiempos. También se ha celebrado la llegada de servicios como el de correos, o la actualización de su censo, fundamental para visibilizar a personas que nacían, vivían y morían dentro de una chabola sin la posibilidad de conocer otra realidad. Y sin que la realidad supiese de su existencia.

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