Dos bomberos observan el edificio de las Galerías Madrid
Dos bomberos observan el edificio de las Galerías Madrid - PABLO COUSINOU
BALANCE DEL VERANO

El fuego, ese viejo enemigo de las empresas sevillanas

Fábricas de corcho, textiles y varios comercios han desaparecido bajo sus llamas, algunas renacieron con fuerza

SEVILLA Actualizado: Guardar
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El fuego que destruyó hace tan sólo unos días la fábrica Ybarra en Dos Hermanas es un viejo enemigo de las empresas sevillanas. Las llamas de este dios de la destrucción han asolado decenas de sueños y hecho derramar muchas lágrimas de impotencia entre empresarios y trabajadores. En algunos casos supuso el fin de la actividad o potenció un declive anunciado; en otros, como parece que pasará en este este último caso, sirvió para renacer de las cenizas con un proyecto renovado.

Una de las industrias que más sufrió los efectos del fuego en el pasado fue la del corcho. Desde finales del siglo XIX Sevilla fue un enclave importante en este sector. En pleno verano de 1956, el fuego destruyó verano una factoria de corcho que ocupaba 80.000 metros cuadrados en unos terrenos próximos al cementerio; y en septiembre de 1963 un «voraz incendio» destruyó la fábrica Armstrong en la avenida de Miraflores provocando la evacuación de varias viviendas de la barriada Arbol Gordo.

La multinacional, según recogía en un artículo para las Jornadas Andaluzas de Patrimonio Industrial de Ignacio García Pereda, terminaría vendiendo la fábrica en 1969 y en 1972, en pleno declive de esa actividad, llegó su desguace.

Si la industria corchera sufrió los efectos del fuego, la textil tampoco se libró. En la madrugada del 1 de spetiembre de 1962 las llamas destruyeron dos naves de Textiles del Sur, también en Dos Hermanas, donde entonces trabajaban más de seiscientas personas. La empresa resurgió de sus cenizas y como ya había hecho tras otro incendio en 1927, el suceso le sirvió para modernizar sus instalaciones y abrirse a la llegada de nuevos inversores, aunqu cerría a finales del ochenta.

Fue en 1980, en otro aciago mes de agosto, cuando el fuego volvió a hacer de las suyas, destruyendo los almacenes Peyré, sitos en la Carretera Amarilla. Algunos años después ardía en ese mismo polígono, Almacenes Pueyo, otra histórica firma comercial sevillana, implantada en la capital hispalense desde finales del siglo XIX. Aquel incendio, ocurrido el 23 de julio de 1994, destruyó totalmente las instalaciones de la firma en la calle Economía y obligó al replanteamiento de la empresa que reconstruyó el edificio creando un gran centro comercial especializado en lámparas y cuadros que reabrió sus puertas en diciembre de 1995.

Seis meses antes, el 22 de junio de 1995, el fuego destruiría el edificio emblema del que fuera el único hipermecado netamente sevillano, Ecovol. Las pérdidas de aquel incendio se cifraron en torno a los dos mil millones de pesetas. Ecovol reabrió sus puertas sólo cuatro meses después de su destrucción con unas nuevas instalaciones de la carretera de Utrera que luego serían compradas por la cadena de hipermercados Continente, hoy Carrefour.

Tras ese incendio, el fuego daría unos años de tregua a los comercios sevillanos hasta que llegó 2002. En la madrugada del 30 de septiembre de aquel año el fuego calcinó la pastelería Ochoa, en la calle Sierpes, que, tras una remodelación completa, reabrió sus puertas apenas quince meses después. En ese incendio los bomberos se encontraron con muchas dificultades para acceder, problemas que se repetirían años más tarde, en 2005, cuando las llamas asolaron Galerías Madrid, en la calle Cuna, que volvió a abrir tras su reconstrucción.

Más recientemente, en julio de 2013, el fuego destruyó una una nave de 9.000 metros cuadrados de Frutosol, una empresa de frutos secos, en Mairena del Alcor. El año pasado, el Ayuntamiento de esta localidad reclamó a Frutaria, la matriz de Frutosol, el reembolso de las bonificaciones al no haber reanudado la empresa su actividad.

En la memoria de muchos sevillanos quedan otros incendios como el que asoló la fábrica de patatas fritas Matarile de Brenes, almacenes chinos o el más reciente de las naves del poligono Los Olivos de Santiponce, incluso el de SierraCork en Villanueva del Río y Minas, que darían para contar historias tapadas por las cenizas.

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