Escuela Politécnica superior

Así es la escuela sevillana donde estudian los ingenieros del futuro

Las instalaciones, inauguradas por Franco en 1948, son arcaicas y los casi 3.000 alumnos sufren la falta de espacio

Pasillo de la Escuela Politécnica de Sevilla M.J. LÓPEZ OLMEDO

MERCEDES BENÍTEZ

Entrar en la Escuela Politécnica Superior de Sevilla, donde se forman los ingenieros del futuro, es como hacer un regreso al pasado. No es para menos: el edificio, que fue inaugurado por Franco en el año 1948 , es el mismo de la época de la antigua Escuela de Peritos Industriales, con alguna pequeña remodelación que se acometió cuando comenzó la titulación de Informática en los años 90. Se trata de unas vejas instalaciones que tienen setenta años y que no sólo son antiguas y están llenas de caracolas, sino que además son pequeñas para acoger a los 2.800 alumnos que hay matriculados en cinco ingenierías y tres dobles grados.

Pasear por sus dependencias de la calle Virgen de África, en el barrio de Los Remedios, lejos de las zonas universitarias de Reina Mercedes, La Cartuja o Viapol, es como un capítulo de Cuentamé. O peor, pues esta escuela, en la que hay un cartel de «Excelencia europea», está lejos de la modernidad como admiten desde la delegación de alumnos, Nieves Llorente, Yolanda Díaz, Alexander Rodríguez, José Julio Ruíz, Mauricio Pérez . Ninguno de esos estudiantes confía en ver la nueva escuela de la que llevan años hablando y que, tras descartar el fallido proyecto de Los Bermejales, tiene sus miras puestas en que prospere una futura mudanza a la isla de La Cartuja. Tampoco creen que esa traslado sea posible antes de acabar sus respectivas carreras.

Mientras eso llega, una visita al viejo edificio de Los Remedios en horario lectivo da una idea de la extrema situación: hasta las caracolas que hay en los patios están obsoletas ya que llevan aproximadamente diez años allí. Tienen goteras cuando llueve y soportan las inclemencias del tiempo. Manuel Ángel Monge , profesor de Expresión Gráfica, que ayer daba clase en una de esas aulas, dice ser «un veterano de las caracolas». Yasegura que, en esa situación, «las clases se dan muy mal» porque «hace frío en invierno, calor en verano, la pizarra no se ve y si llueve te mojas». Además hace poco aparecieron ratas. Ante la visita de roedores, la solución fue poner unas rejas en la base de las aulas.

«Está en estas instalaciones bajo su responsabilidad»

Si las caracolas son cutres, el resto del edificio no está mejor. La vetusta biblioteca tampoco presenta buen aspecto y tiene el mismo problema de espacio. «A los diez minutos de abrir, ya no hay sitio para sentarse», dicen los delegados. ¿La solución? Los estudiantes están en mesas ubicadas por los pasillos y galerías en unas dependencias donde también hay goteras. Cada vez que llueve se forma un charco en la puerta y deben poner avisos para que nadie resbale.

La cafetería y los despachos presentan el mismo aspecto ya que algunos están en otras caracolas en un patio trasero. Y no hay comedor. «Usted está en estas instalaciones bajo su responsabilidad», dice el letrero colgado en el departamento de Tecnología. Tampoco es un edificio totalmente accesible para discapacitados. La escalera de entrada tiene unos enormes peldaños y el viejo ascensor se ubica lejos de la puerta. Los laboratorios son igual de obsoletos, con ventanas de hierro, y las paredes tienen grietas y humedades. Eso sin contar los viejos aparadores y los muebles de hace décadas que constituyen toda la decoración de la escuela. «Cuando llegas por primera vez te preguntas ¿esto es una escuela de ingeniería?», dice Alexander Rodríguez que aún así insiste en que lo peor es la falta de espacio, algo insalvable en el actual edificio de 11.000 metros cuadrados y que, para acoger a todos los alumnos tendría que tener 30.000 para adaptarse a lo que exige el marco europeo que, según recuerdan, establece entre 8 y 11 metros cuadrados por estudiante. Muy lejos de los que disfrutan actualmente.

Algo en lo que coincide el director de la escuela, José Antonio Rodríguez Ortiz , que asegura que les falta espacio y que da la voz de alarma para que se encuentre una solución pronto. El responsable insiste en que lo peor es la falta de espacio ya que las dependencias actuales «no tienen posibilidades» de reforma.Por ello pide que se desbloquee la situación del último proyecto de traslado a La Cartuja. Un proyecto que consistiría en instalar la administración, biblioteca y los laboratorios docentes en el edificio del Centro de Transferencia de Resultados de la Investigación de la Universidad de Sevilla (Centrius) y que se completarían con otro edificio para las aulas en los jardines junto a esta construcción.Sin embargo, se trata de una zona verde que debe ser recalificada. Por ello el director de la escuela alerta de que si el proyecto no se desbloquea en los próximos tres meses no será posible la mudanza en 2020. La pelota, según dijo, está en el Ayuntamiento de Sevilla.

Por su parte el gerente de la Universidad de Sevilla, Pedro García, admitía que están «en conversaciones» con el Ayuntamiento para la recalificación de los terrenos donde se edificaría el aulario y redactando el proyecto, cuyo presupuesto ronda los 24 millones de euros pero al que le falta el visto bueno del Ayuntamiento. Si no consiguen que se recalifique, manejan otras opciones. ¿Mudanza para 2020? «Es un poco justo;quizás a mediados de 2021», dice el gerente. El Ayuntamiento no respondió ayer a las llamadas de ABC.

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